El sol comenzaba a esconderse tras el horizonte, tiñendo el cielo con matices de naranja y violeta, mientras la tranquilidad volvía a reinar en las Islas Metkayina. Habían pasado meses desde el regreso de Na’ahe, y la cicatriz que la tragedia había dejado en su pueblo poco a poco comenzaba a sanar. Aunque el recuerdo de lo perdido seguía presente, la vida seguía adelante, y con ella, la esperanza.
Na’ahe, ahora más fuerte que nunca, se encontraba en la playa, mirando al océano. El mismo océano que había sido su hogar, que la había reclamado y luego la había devuelto. A su lado, Neteyam, con quien había compartido tantas vivencias, se acercaba en silencio, su presencia reconociendo el profundo vínculo que los unía.
—El mar siempre tiene sus propios secretos —dijo Na’ahe, sin apartar la mirada del agua, como si estuviera buscando algo en las olas.
Neteyam sonrió suavemente, apoyando su brazo sobre su hombro. No necesitaban hablar mucho para entenderse; los años de lucha y amor compartido les habían dado una conexión más allá de las palabras.
—¿Y cuál es el tuyo? —preguntó él, su tono cargado de ternura.
Na’ahe lo miró de reojo, sus ojos brillando con una mezcla de paz y fuerza.
— Mi secreto es que ya no temo al futuro —respondió, con una seguridad que antes no tenía—. He aprendido que las cicatrices no son para esconderse, sino para mostrar el camino que uno ha recorrido.
Neteyam asintió, entendiendo la profundidad de sus palabras. Luego agregó, en voz baja pero cargada de significado:
—El mar da, el mar quita.
La brisa marina acariciaba sus rostros mientras el sonido de las olas rompía suavemente sobre las rocas. Había algo en ese momento que los unía aún más, algo etéreo, como si todo lo que habían vivido, todo lo que habían perdido y recuperado, los hubiera forjado en algo más grande.
Ronal, viendo a su hija desde la distancia, sonrió al observar la paz que finalmente había llegado a Na’ahe. Las últimas semanas habían sido un renacer para ella, y no solo por el regreso de su hija, sino por la unidad que el pueblo Metkayina había encontrado nuevamente. Las personas que antes vivían con miedo ahora caminaban con esperanza.
Tonowari se acercó a Ronal, su presencia tranquila y sabia. Tomó su mano, sin necesidad de decir nada; sabían que no había palabras que pudieran captar todo lo que sentían.
— El océano nos ha devuelto a nuestra hija, pero también nos ha enseñado algo más —dijo Ronal, mirando a su familia reunida—. Nos ha enseñado a valorar lo que tenemos, lo que somos, y que la vida, aunque impredecible, siempre tiene algo que ofrecernos.
—Y siempre lo tendrá —respondió Tonowari, abrazándola con suavidad —. Juntos, somos más fuertes que nunca.
A lo lejos, Tsireya y Aonung miraban el horizonte con una serenidad que solo se encuentra después de superar la tormenta. La familia Metkayina, aunque marcada por las pruebas, se mantenía unida, más sólida que antes.
Mientras el cielo se oscurecía y las primeras estrellas comenzaban a brillar sobre el océano, Na’ahe y Neteyam se tomaron de la mano, mirando el mar que había sido testigo de su dolor y su reencuentro. Sabían que el futuro, aunque incierto, ya no les asustaba.
El destino había hecho su parte. Ahora, ellos también lo harían, juntos, navegando por las aguas de la vida, sin miedo, con la fuerza de su amor y el apoyo inquebrantable de su pueblo. Y en su corazón, sabían que nada ni nadie podría separarlos. El océano, siempre tan vasto, se había convertido en su hogar, un hogar lleno de segundas oportunidades, de nuevas esperanzas.
—Lo que el mar se lleva, el mar lo devuelve —dijo Na’ahe, sus palabras flotando en el aire, como un eco de lo que siempre había sido su verdad.
—Toda la energia es prestada y tarde o temprano debes devolverla. —Neteyam la miró
—Eywa me ha dado una segunda oportunidad.—ella lo miro—en algún momento tendre que devolverle el favor—
Neteyam sonrió levemente, se acercó un poco más a ella y tomo su mano.
—y estoy agradecido de que la gran madre te haya permitido volver.
Neteyam acaricio la mejilla de Na'ahe, ella sonrió levemente avergonzada pero si entiendo calidez en su pecho, ella tomo la muñeca del Sully.
—te veo, Neteyam.
—te veo.
Y mientras las olas seguían su curso eterno, su gente celebraba la vida.
Mientras el cielo se oscurecía y las primeras estrellas comenzaban a brillar sobre el océano, Na’ahe y Neteyam se tomaron de la mano, mirando el mar que había sido testigo de su dolor y su reencuentro.
Recuerden, el camino del agua conecta todas las cosas desde antes de nacer y después de morir.
Fin
si James Cameron no me revive al Neteyam en la tercera película no se dónde me meto este fanfic jiji
Así que recen.
Comenten comenten las leo.
Dónde más te guste 💋
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𝙈𝙚𝙩𝙠𝙖𝙮𝙞𝙣𝙖. 𝙉𝙚𝙩𝙚𝙮𝙖𝙢 𝙎𝙪𝙡𝙡𝙮. 𝘼𝙫𝙖𝙩𝙖𝙧: 𝙏𝙝𝙚 𝙬𝙖𝙮
Fanfiction𝗠𝗲𝘁𝗸𝗮𝘆𝗶𝗻𝗮| "𝗤𝘂𝗶𝗲𝗿𝗼 𝘀𝗲𝗿 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘁ú 𝗲𝗿𝗲𝘀, 𝘃𝗲𝗿 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘁ú 𝘃𝗲𝘀, 𝗮𝗺𝗮𝗿 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘁ú 𝗮𝗺𝗮𝘀... 𝗧ú 𝗲𝗿𝗲𝘀 𝗺í 𝗮𝗺𝗼𝗿 𝘆 𝗺í 𝘃𝗶𝗱𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲" 𝗗𝗼𝗻𝗱𝗲 𝗡𝗲𝘆𝗲𝘁𝗮𝗺 𝘆 𝗡𝗮'𝗮𝗵𝗲 𝘀𝗲 �...