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౨ৎ ִ : Ecos del Pasado. ♡

La luna estaba más alta esa noche, colgando en el cielo como una esfera brillante que iluminaba el pequeño refugio donde Pink Fang se encontraba. Las llamas de la chimenea danzaban, proyectando sombras suaves sobre las paredes de la cabaña. Mientras la calidez envolvía la habitación, la esqueleto de su anfitriona, Bembo, se hallaba acostada en el suelo, aparentemente ya dormida. Pero Pink Fang no podía cerrar los ojos. Algo la mantenía alerta.

Su mente recorría el evento de esa noche, los bandidos que habían intentado saquear la aldea. Había algo extraño en su reacción, algo que iba más allá de simplemente defender a los aldeanos. ¿Por qué había reaccionado tan rápido? ¿Por qué no había dudado en enfrentarse a esos hombres sin pensarlo? Pink Fang no estaba acostumbrada a sentir... responsabilidad, ni mucho menos empatía.

Pero ahí estaba Bembo, confiando en ella, agradecida por lo que había hecho. A pesar de lo que había sucedido, Pink Fang no podía evitar preguntarse si había hecho lo correcto.

Suspiró y se recostó contra la pared de la cabaña, sus pensamientos intrusivos como siempre. Se encontraba en una encrucijada; la soledad que había cargado durante tanto tiempo, esa frialdad que había desarrollado para protegerse, parecía desmoronarse poco a poco bajo la presencia de Bembo.

La idea de estar tan cerca de alguien, de permitir que alguien viera más allá de su fachada de dureza, la desconcertaba. Nunca antes había confiado en nadie. Pero algo en la esencia de Bembo la hacía sentirse... cómoda. La torpeza de Bembo, su forma de sonreír y de ser genuina sin temor a ser rechazada, parecía hacerle olvidar las cicatrices del pasado.

De repente, un susurro quebró la quietud de la noche.

-¿Estás despierta? -La voz de Bembo se coló en la oscuridad. Pink Fang levantó la mirada y la vio a un costado, sentada, con los ojos entreabiertos, observándola con curiosidad.

-No duermo mucho -respondió Pink Fang, manteniendo la misma postura.

Bembo sonrió con suavidad, su expresión algo cansada. No preguntó más, pero Pink Fang sabía que su anfitriona no estaba tan tranquila como aparentaba. Así que, sin pensarlo demasiado, decidió romper el silencio.

-¿Por qué me ayudas? -la pregunta salió más cortante de lo que había planeado, pero ya era tarde para retractarse.

Bembo, lejos de molestarle el tono, soltó una pequeña risa.

-Porque todos necesitamos algo de ayuda de vez en cuando -respondió, encogiéndose de hombros-. No me gusta ver a nadie solo, especialmente si veo que podría hacer algo para ayudar.

Pink Fang frunció el ceño. Sabía que la respuesta no era suficiente para entender lo que realmente movía a Bembo. Nadie ayudaba sin un motivo más profundo. Quizá era solo la forma en la que Bembo veía el mundo, de manera inocente, casi ingenua.

-¿No te da miedo? -inquirió Pink Fang, mirando a los ojos a Bembo, como si esperara encontrar una respuesta que, tal vez, ella misma no entendiera.

Bembo dejó escapar un largo suspiro y se recostó nuevamente sobre la manta.

-Claro que me da miedo, a veces. Pero vivir con miedo no hace que las cosas sean mejores. Si tuviera que quedarme atrapada en mis miedos, no haría nada de lo que hago. No viviría como quiero, ni ayudaría a nadie.

Pink Fang observó a la esqueleto durante un largo rato. Algo en sus palabras resonó en su interior, algo que la inquietaba, pero a la vez la atraía. La idea de que alguien pudiera vivir sin dejarse consumir por sus temores, esa libertad, era algo que Pink Fang no había experimentado en mucho tiempo.

-Es raro... -murmuró Pink Fang, sin darse cuenta de que había hablado en voz alta.

Bembo le lanzó una mirada llena de comprensión, aunque no dijo nada más. A veces, el silencio también era la respuesta correcta.

Al día siguiente, el cielo amaneció cubierto por nubes grises, presagiando una tormenta. La aldea se había despertado en su ritmo habitual, pero algo en el aire parecía diferente. Los aldeanos caminaban más apurados, mirando con cautela a su alrededor. La presencia de los bandidos seguía pesando sobre el ambiente, y Pink Fang lo sabía. No era común que un pueblo fuera atacado dos noches seguidas.

-Creo que deberíamos irnos -dijo Pink Fang, rompiendo el silencio mientras observaba el horizonte a través de la ventana.

Bembo la miró preocupada, y sin embargo, asintió con pesar.

-Tienes razón. Si volvemos a ser atacados, no habrá mucho que podamos hacer aquí.

Antes de que pudieran tomar más decisiones, un ruido fuerte resonó fuera de la cabaña. Un sonido que Pink Fang conocía demasiado bien: el crujido de ramas rotas y pasos pesados. Los bandidos. O algo peor.

-¡Bajo! -exclamó Pink Fang, empujando a Bembo hacia el suelo con rapidez.

El sonido se acercaba, y los dos sabían que la calma de esa mañana no duraría mucho.

౨ৎ  ִ   : 𝗦𝘄𝗲𝗲𝘁𝗖𝗹𝗮𝘄 ┊ 𝗦𝗔𝗡𝗦𝗖𝗘𝗦𝗧 + 𝗢𝗖 𝗫 𝗢𝗖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora