Dolor

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Jason:

Salí hacia el automóvil de Fred con una sonrisa en el rostro, sintiendo una pequeña victoria dentro de mí. Mientras colocaba las bolsas de compras de Julia en el maletero, no pude evitar reír por lo bajo.

Había mentido a Jules, pero para mí, era una mentira piadosa. Le había dicho que no conseguí el pastel de plátano, una excusa que a mí me parecía justa. No quería que ella se sintiera mal y todos sufriéramos.

Todos se esforzaban por comer ese pastel, solo por ella, pero yo sabía que, al final, su mirada de decepción sería lo último que quería ver. Ella siempre tan dulce, tan amable con todos, intentando complacer a todos a su alrededor.

Pero, claro, siempre era Aaron el único que se atrevía a quejarse de ese maldito pastel. Y aunque los demás no lo dijeran, yo sabía que todos hacían un esfuerzo por no herirla. Pero nadie entendía lo que era ver a Jules con esa mirada triste, culpable, cuando sentía que no había logrado satisfacer a los demás. Esa era la parte que no me gustaba. No quería verla triste, ni un solo segundo.

Después de dejar todo en el coche, me dirigí a la tienda de vinos, buscando distraerme un poco y darme el gusto de hacer mis compras. La tienda siempre había sido un refugio para mí, un lugar donde podía desconectarme de todo, al menos por un rato.

Al entrar, el aroma del vino y la madera envejecida me envolvieron de inmediato, dándome una sensación de paz. Saludé a los conocidos que me cruzaba, el sonido de sus voces amigables y las sonrisas familiares me hicieron sentir un poco más en casa, como si el mundo exterior no importara tanto por un momento. Muchos de ellos me conocían desde niño, y siempre me había gustado esa sensación de pertenencia.

-¡Buenos días, Brad! ¿Cómo va todo? -saludé al llegar al mostrador.

Brad tenía mi edad. Habíamos sido compañeros de colegio, pero nuestras vidas tomaron rumbos diferentes. Ahora, él estaba a cargo de las riendas de la tienda de vinos de su padre, el Sr. Johnson, como le decíamos. Tenían una pequeña bodega propia, donde cultivaban sus uvas y comercializaban su propia marca de vino, uno de los mejores de la región.

-¡Jason! ¡Hermano! Qué gusto verte, hace tiempo que no te veía por aquí -me respondió, con esa sonrisa fácil que siempre lo caracterizó.

Me dio un choque de manos firme, casi como un saludo que hablaba más de lo que las palabras podían decir, y luego hizo una seña a uno de sus empleados para que se encargara de atenderme.

Nos conocíamos demasiado bien, nuestras historias se entrelazaban desde hacía años. Mientras observaba a Brad, me di cuenta de lo fácil que parecía todo para él, cómo había encontrado su lugar, su propósito, en la tienda de vinos.

-¿Cómo va todo por aquí? ¿Alguna novedad? -pregunté.

Brad se apoyó en el mostrador, su mirada de complicidad me hizo sentir que no era solo una conversación casual. A veces, ese era el truco: rodearnos de amigos que podían ver detrás de las máscaras que poníamos para el mundo.

-Nada fuera de lo normal -respondió Brad con un encogimiento de hombros-. Aunque, ya sabes, las cosechas están siendo mejores este año, así que mi viejo está más feliz que nunca. Quiere que me involucre más, pero... bueno, sabes cómo es eso -

Lo miré, asintiendo. Las expectativas de los padres, los sacrificios por las tradiciones familiares.

- Y a ti te encanta, no lo niegues -dije riendo, Brad hacía una mueca graciosa.

- ¿Sigues con Ruby o ya te dio una patada en el trasero?- No pudo evitar soltar una carcajada al escuchar mi comentario.

- Seguimos juntos -respondió Brad con una sonrisa relajada. - Ya está empezando a presionar con el tema de la boda, así que ya me convenció de que no es tan mala idea -

Desearía...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora