Supe que todo había acabado cuando Bradley no volvió.
Al principio, me convencí de que era solo un mal momento, una de esas pausas que a veces suceden entre dos personas.
Pensé que tal vez solo necesitaba algo de espacio, que la rutina de la vida había hecho su parte y que, tarde o temprano, todo volvería a la normalidad.
Pero las llamadas que antes respondía con rapidez, comenzaron a quedar sin contestar.
Los mensajes, esas pequeñas notas de texto que solían ser una extensión de nosotros, ahora se quedaban flotando en el aire, sin ser recibidos, sin ser leídos.
Y cuando decidí ir a buscarlo, a acercarme en la universidad, algo en su actitud me dijo que ya no quedaba nada por decir.
No necesitaba hablar. No necesitaba explicaciones.
Bradley había desaparecido, no solo físicamente, sino emocionalmente, como si nunca hubiera estado allí de verdad.
Lo intenté. Lo intenté de mil maneras, pero no había espacio para mí en su vida.
Cada vez que pensaba que lo estaba alcanzando, que lo estaba entendiendo, él se desvanecía, como si su presencia fuera tan efímera como un sueño al despertar. Y yo, quedándome atrás, atrapado en ese lugar entre el amor y la decepción, intentaba aferrarme a lo que una vez creí que era real.
No lo voy a negar: Estoy hecho mierda.
Hay días en los que no sé cómo levantarme de la cama, en los que el peso de la ausencia de Bradley me aplasta el pecho.
Me siento como si hubiera perdido algo que nunca iba a poder recuperar, como si todo lo que fuimos juntos se hubiera deshecho en mis manos sin que pudiera hacer nada al respecto.
Todo lo que había esperado, todo lo que había imaginado, parece haberse disuelto como arena entre los dedos. Y por más que me esfuerzo, por más que trato de entender, no encuentro la razón, ni el momento exacto en que todo comenzó a desmoronarse.
No lo entiendo.
Pero, mientras que no entiendo, Bradley sigue con su vida.
Él sigue su vida, sin ninguna señal de que le importe lo que ocurrió entre nosotros.
Sigue sonriendo, compartiendo risas con sus amigos, tomando su café por las mañanas, como si nada de lo que viví con él hubiera significado algo.
Y me duele, más de lo que debería. Porque por dentro, me sigo preguntando si alguna vez fui algo más para él, si alguna vez estuvo dispuesto a arriesgar algo real o si todo fue solo una distracción, un pequeño paréntesis en su vida perfecta.
Detesto no saber si se acuerda de mí o si, simplemente, no le importa nada de lo que me pasa.
Me pregunto si, cuando piensa en mí, si es que lo hace, hay algo que lo haga detenerse, aunque sea por un momento, algo que lo haga recordar lo que compartimos, lo que significó. O si, simplemente, ya no soy más que un nombre en su pasado, algo que dejó atrás sin remordimientos.
Esa incertidumbre me consume, ¿Qué soy yo entonces? ¿Un instante fugaz, una distracción momentánea que ya no tiene cabida en su vida?
Y lo peor de todo, lo que más me duele, es que parece que yo ya no existo en su historia. Yo ya no soy parte de su mundo.
Él sigue adelante, mientras yo me quedo atrás, solo con mis pensamientos, con el eco de lo que pudo ser, con las huellas de lo que fuimos.
Y aunque trato de seguir mi vida, aunque intento encontrar consuelo en otras cosas, no puedo evitar preguntarme si alguna vez seré capaz de dejarlo ir.

ESTÁS LEYENDO
" É L D I J O „
RomanceMax deseaba amar a Bradley con todo su ser, pero, Bradley no parecía compartir el mismo deseo. Historia Maxley.