Oportunistas

848 112 1.1K
                                        

Julia:

Cuando abrí los ojos, el mundo pareció tambalearse. La luz del techo me golpeó como un mazazo, forzándome a entrecerrar los ojos mientras trataba de enfocar.

El dolor agudo en mi cabeza latía al ritmo de mi corazón, y había algo peor que la confusión: el vacío. Era como si alguien hubiera borrado con precisión cada trazo de mi memoria. No sabía dónde estaba, ni por qué estaba allí. Peor aún, no sabía quién era.

Los sonidos llegaron primero, caóticos, superpuestos. Voces desconocidas resonaban a mi alrededor, algunas susurraban, otras hablaban con una calidez forzada.

Luego, las figuras. Rostros preocupados llenaban mi campo visual, pero ninguno de ellos me resultaba familiar. Había sonrisas que intentaban ser tranquilizadoras, aunque sus ojos delataban un miedo difícil de esconder.

-Julia, cariño, me alegra tanto que estés despierta -dijo una mujer, con lágrimas rodando por sus mejillas.

Su voz, cargada de emoción, era como un eco en mi mente, una melodía rota que no lograba reconocer. Un hombre estaba sentado junto a la cama, sujetando mi mano con dedos temblorosos. Sus ojos buscaban los míos con desesperación.

-¿Cómo te sientes, mi niña? -preguntó con un tono que pretendía ser fuerte, pero que se quebró al final.

Quise responder, lo intenté, pero no encontré las palabras. Los observé con detenimiento, buscando un indicio, una chispa de conexión que me diera alguna pista de quiénes eran. Nada. Solo un abismo de confusión y un miedo helado que me hacía temblar.

Sus palabras seguían cayendo sobre mí como una lluvia suave pero constante. Me decían que todo estaría bien, que habían rezado por mí, que me querían. Pero esas palabras, que tal vez debían reconfortarme, solo añadían más capas a mi desconfianza. ¿Cómo podían quererme tanto si yo no recordaba quién era? ¿Cómo podían hablar con tanta seguridad sobre mí cuando yo no podía siquiera decir mi nombre?

Los rostros cambiaban, pero el tono de compasión y cautela se mantenía. Era como si caminaran sobre cáscaras de huevo, cuidando cada palabra para no asustarme.

Nadie quería darme respuestas concretas. Mencionaban un accidente, lo llamaban un "milagro", pero evitaban los detalles, como si la verdad pudiera romperme.

Entre todos, una figura destacaba. Jason. Momentos después que abrí los ojos, él estuvo allí, en la habitación, con una postura rígida pero una mirada que no podía ignorar. Había algo en él, en la mezcla de alivio y tristeza que transmitía, que me intrigaba y me desarmaba al mismo tiempo.

Llegó después de que los demás se fueron, dándome espacio. Su voz, aunque tenue, era firme y llena de algo que no entendía:

-Te ves hermosa, Jules -dijo, esbozando una sonrisa que parecía tanto para mí como para él mismo.

Sus palabras me desconcertaron. ¿Jules? Me dijeron que mi nombre era Julia¿Porque el me llamaba así ? Su tono, sin embargo, no me provocó el rechazo que sentí hacia los demás. Había algo en él, en la calidez de su mirada y la forma en que pronunciaba mi nombre, que lograba calmar la tormenta que rugía en mi interior.

-Porque te amo, más que a mi vida. Porque tú no eres solo recuerdos, Jules. -Me había dicho en voz baja, casi como un susurro, pero sus palabras resonaron con fuerza en mi mente.

Quería recordar algo, cualquier cosa sobre él, sobre nosotros. Todos me habían dicho que éramos novios, el también. Pero mi mente seguía siendo un lienzo en blanco. Cada intento por forzar un recuerdo terminaba en un dolor punzante que me obligaba a detenerme.

Desearía... " El Eco de un sueño "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora