C A P Í T U L O - 07

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Max era una especie de revolucionario, pero no uno de esos que citan libros en cafés bohemios o que confían en la política, ya sea de izquierda o de derecha.

Su revolución era visceral, cruda, más... algo más.

Su discurso y opiniones, que a menudo bordeaba el anarquismo, resonaba en Bradley.

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Max no tenía fé en el sistema.

¿Tenía fé en algo?

"Todos narcos, todos corruptos", decía con un brillo desafiante en los ojos.

Para él, el estado no era más que una maquinaria opresiva, diseñada para mantener a la gente sometida, esclava, para perpetuar un ciclo interminable de control y miseria.

Rebeldía, desobediencia.

Esos eran los principios que guiaban a Max. Y en su compañía, Bradley comenzó a cuestionar cosas que antes daba por sentadas... ¿Cómo podía alguien como Max respetar al estado? Era imposible, y hasta obvia la respuesta.

Max veía las leyes como cadenas, las reglas como obstáculos que debían ser destruidos para encontrar la verdadera libertad.

A Bradley, esa perspectiva le parecía peligrosa, casi nihilista. Pero al mismo tiempo, había algo terriblemente atractivo en ella.

Max hablaba con una pasión que ardía como un fuego inextinguible, y Bradley, que había pasado toda su vida atrapado en una existencia ordenada y predecible, no podía evitar sentirse atraído por esa energía caótica.

Max no solo hablaba, vivía su revolución.

Cada decisión que tomaba, cada palabra que pronunciaba, era una declaración de guerra contra un sistema que, según él, no merecía más que desprecio.

Para Max, el respeto no se daba, se ganaba. Y el estado, con sus promesas vacías y su violencia encubierta, no había hecho nada para merecerlo.

Bradley lo observaba, fascinado y, al mismo tiempo, desconcertado.

Había algo liberador en la forma en que Max veía el mundo, una libertad que Bradley anhelaba, aunque todavía no se atrevía a abrazar por completo.

En el fondo, sabía que Max representaba todo lo que siempre le habían enseñado a temer. Pero quizás, pensaba, era hora de empezar a cuestionar esas enseñanzas.

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"Los demócratas de mierda y los forros pacifistas...

¡Todos narcos, todos narcos!

Todos narcotraficantes te transmiten por cadena
Son de cáos, paranoiquean

Te persiguen si sos puto, te persiguen si sos pobre
Te persiguen si fumás, tomás y vendés
Si comprás a un pobre tonto que lo hace para comer

¿Y ahora qué? ¿Qué nos queda?

Elección o reelección, para mí es la misma mierda

Hijos de puta, en el congreso
Hijos de puta en la Rosada, y en todos los ministerios

Van cayendo hijos de puta, que te cagan a patadas..."

Señor Cobranzas, Las Manos de Filippi. / Sr. Cobranza, La Bersuit Vergarabat.

L I B E R T A D.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora