El Salvador siempre creyó que su alianza con Alemania era el precio por la seguridad de su pueblo. Pero cuando su antiguo aliado se convierte en su captor, descubre que hay más en juego que la política y la guerra. Entre los muros del régimen nazi...
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1938 Reichskanzlei (Cancillería del Reich)
El Salvador llega a tierras alemanas como representante de su país, con una mezcla de nervios y curiosidad. Su postura era firme y decidida, no bajo la mirada en ningún momento. El aire frío de Berlín le cortó la respiración al bajar del avión. El aire helado de Berlín no era solo un recordatorio de la distancia entre él y su hogar tropical; era una advertencia muda de la frialdad de las tierras que ahora pisaba. En su interior, una mezcla de orgullo y preocupación lo mantenía en pie, como un árbol resistente a los vientos más violentos. Aquí, el viento parecía golpearlo con fuerza, como si tratara de decirle que no era bienvenido. Sin embargo, El Salvador mantenía su postura erguida, pero el peso del momento le oprimía el pecho. No podía dejarse intimidar, pero el frío y la mirada inquisitiva de los soldados alemanes hacían que sus pensamientos se aceleraran. No podía mostrar debilidad, no frente a ellos.
Fue rápidamente guiado hacia un auto que lo llevaría a su destino y con el representante de este país. Podía observar claramente como al bajar del vehículo los soldados alemanes aclamaban su llegada, sintiéndose incómodo con esta bienvenida, simplemente les dirigió una suave sonrisa sintiéndose intrigado por la cultura y costumbres de los alemanes tan diferentes a su pueblo, no podía evitar extrañar a su gente, vio acercarse a un joven humano que lo llevaría hacia la sala de conferencias donde se hablaría sobre la alianza, decidiendo si concluirla o no, lo siguió en silencio.
El aire era denso en el Reichskanzlei, la sede del poder alemán. Un silencio solemne reinaba en la sala de conferencias, interrumpido nada más por el crujir de las botas militares y el distante eco de un reloj marcando los segundos. Las luces de las lámparas colgantes proyectaban sombras alargadas sobre la mesa de caoba, donde se observaba un mapa de toda América latina que ocupaba el centro. El Salvador se sentó al extremo opuesto, su postura erguida pero cautelosa. Vestía un traje modesto, hecho en su tierra, su hogar donde la brisa tropical siempre parecía acariciar las montañas. Ahora frente a los ojos del salvadoreño esa calidez parecía un recuerdo distante frente al frío implacable del invierno Berlinés.
El salvadoreño levantó su vista hasta observar frente a él al representante de este país, Alemania Nazi, se encontraba firme con las manos tras la espalda. Sus ojos claros y profunda mirada se clavaba en el Centroaméricano estudiandolo como si fuera un enigma que necesitaba resolver. Los oficiales alemanes vestidos orgullosamente con sus uniformes oscuros, susurraban entre si palabras que El Salvador no lograba entender, pero la autoridad de su representante los hacía callar en su mayoría. Alemania Nazi no se consideraba alguien paciente ni mucho menos amable, quería terminar esta reunión lo más rápido posible.
- Señor Salvador, antes de continuar, quiero expresar mi admiración por su decisión de estar aquí. Se que no es fácil para usted sentarse a negociar con una nación como la mía, siendo consciente de los prejuicios que me adjudican la mayoría de representantes. - Su voz era baja, controlada, pero cargada de una autoridad que llenaba la sala. El Salvador sostuvo su mirada, sin dejarse intimidar y sonriendo levemente. Alemania se sentía intrigado por la respuesta de su acompañante.