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Los días habían pasado desde la última conversación con Rusia, sus palabras seguían resonando en la cabeza de Él Salvador: "Busca donde el sol nunca llega

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Los días habían pasado desde la última conversación con Rusia, sus palabras seguían resonando en la cabeza de Él Salvador: "Busca donde el sol nunca llega. Recuerda, la puerta está cerrada pero el candado no lo está."

Al principio no entendió lo que significaban. ¿Dónde el sol nunca llega? Parecía más un acertijo que una instrucción. Pero mientras patrullaba cerca de las vías del tren, algo llamó su atención: un almacén abandonado, sombrío incluso bajo la luz del sol, escondido tras una hilera de árboles desnudos por el invierno. Bingo, había logrado descifrar el acertijo del soviético.

Inconscientemente se dirigió hacia el almacén cegado por su curiosidad. El Salvador se detuvo frente al almacén. La estructura parecía un cadáver olvidado en el paisaje, con sus paredes ennegrecidas por el tiempo y los rasgos de humedad colándose como cicatrices en su fachada. El candado colgaba como un frágil guardián, pero sus palabras aún resonaban en su mente. Con un temblor casi imperceptible, quitó el candado. El sonido del metal parecía hacer muchísimo más ruido del que esperaba, como si anunciara su entrada a un lugar que no debería ser descubierto. Respiro profundo para luego abrir la puerta, el chirrido del metal llenó el aire como un lamento, rompiendo el silencio de la tarde.

El silencio parecía agobiarlo cada vez más, sus pasos y respiración pesada era lo único que escuchaba. El interior estaba envuelto en sombras, siendo únicamente iluminado por la tenue luz de la linterna. El aire era denso, cargado de un olor que mezclaba humedad y algo más, algo que hizo que todo su estómago se revolviera y su corazón se oprimiera. Dio unos pasos hacia adelante escuchando el crujido de la madera bajo sus botas que resonaba como un eco en la soledad.

Avanzó despacio, casi con reverencia, como si supiera que estaba cruzando un umbral invisible. Las estanterías inclinadas parecían vigilarlo, llenas de cajas etiquetadas con palabras que no lograba entender del todo. Pero fue al fondo de la habitación donde su atención quedó plasmada. Allí, sobre un escritorio polvoriento, habían muchos papeles y fotos apilados como si esperaran por él.

Encendió la linterna, enfocándola en los documentos y fotos. Lo primero que captó su atención fueron números, numerosos nombres y interminables filas de cifras. Se sintió algo desconcertado, no estaba seguro de si quería seguir hurgando, parecía como si estuviera viendo algo lejano o irreal, algo que nunca tendría que haber visto. Pero entonces encontró más fotos.

La primera era de un grupo de hombres y mujeres, apuñados en un vagón de un tren. Sus rostros carecían de alguna expresión, pero no hacía falta, sus ojos mostraban su dolor profundo y indescriptible. El Salvador estaba realmente confundido, sus manos temblaban levemente mientras seguía hurgando entre todas esas fotos, sus ojos se humedecieron levemente y sus piernas parecieron perder el equilibrio al ver a unos niños. Eran unos niños que habían perdido la oportunidad de vivir libremente. ¿Que habían hecho con todas estas personas?

En esa foto donde se podían observar a niños pequeños, sentados en el suelo de un barracón. Algunos lloraban, otros parecían demasiado agotados incluso para eso. Su pecho se oprimió y no pudo evitar caer de rodillas con sus ojos llorosos, sentía como algo invisible lo estrangulara mientras veía esas fotos y documentos. La linterna temblaba en su mano.

La Guerra en su mirada ° El Salvador x RusiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora