DESTELLO DE CELOS

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Cuando Juliana volvió a la mesa después de su pausa, la tensión en el ambiente fue inmediata. No supe identificarlo al principio, pero la forma en que se detuvo en seco, la rigidez en su postura y ese leve cambio en su expresión me hicieron mirar hacia donde ella miraba.

Leonardo.

Ese hombre no era nada del otro mundo, pero la forma en que la miraba me dejó incómodo al instante. Como si estuviera evaluándola, como si creyera que aún tenía algún tipo de control sobre ella. Junto a él estaba una mujer cuyo rostro exudaba suficiencia y veneno, claramente encantada de dejar su marca en la escena.

—¿Se conocen? —pregunté, rompiendo el silencio, aunque algo en mí ya sabía la respuesta.

—Sí, tenemos una historia juntos... de muchos años —respondió Leonardo, sin apartar los ojos de Juliana.

Su respuesta hizo que una molestia que no quería admitir comenzara a gestarse en mi pecho. Ese tono, esa mirada... ¿Qué demonios había entre ellos?

—Bueno, una historia que ya es cosa del pasado, ¿no, amor? —intervino la mujer, tomando a Leonardo del brazo.

El veneno en su voz era palpable, y mi mandíbula se tensó involuntariamente. Observé cómo Juliana mantenía su compostura con una calma que, francamente, no pensé que tuviera. Pero conocía ese tipo de control: era el tipo de máscara que se usa cuando todo por dentro está desmoronándose.

Ella siguió con profesionalismo, entregándoles los menús y respondiendo las preguntas con una serenidad que casi me convenció. Casi. Porque yo podía sentirlo. Podía ver cómo los ojos de Leonardo buscaban algo en ella, una reacción, una respuesta. Y, aunque Juliana lo escondiera bien, había algo en su postura que delataba que él aún la afectaba.

Cuando la mujer mencionó que estaban esperando un bebé, vi cómo Juliana tragó saliva. Lo hizo rápido, casi imperceptible, pero yo estaba atento. La conocía lo suficiente para notar que esa noticia había sido un golpe directo.

—Si me disculpan, necesito salir un momento —dijo, levantándose con una calma forzada.

La vi marcharse hacia el baño y, por primera vez, algo dentro de mí me empujó a seguirla. No lo hice. Pero tampoco presté atención al resto de la conversación en la mesa. Mis ojos seguían el camino por donde había desaparecido.

Cuando regresó, su rostro estaba más sereno, pero sus pasos eran más lentos, como si le costara volver a enfrentarse a la escena. Antes de que pudiera decir nada, la tomé del brazo.

—Juliana, ¿podemos hablar un momento a solas? —le dije, llevándola fuera del restaurante sin esperar su respuesta.

Una vez afuera, la miré detenidamente.

—¿Estás bien? —pregunté, porque aunque no quería admitirlo, me preocupaba.

—Sí —respondió ella, su voz tranquila, pero sus ojos decían otra cosa.

No quería presionarla, pero algo en mí no pudo evitar insistir.

—Ese hombre... ¿es el mismo que mencionaste? ¿El que te hizo cambiar... tu forma de vestir?

Ella desvió la mirada, incómoda, y eso fue todo lo que necesité para saber la respuesta.

—Alessandro, no tengo por qué hablar de esto contigo —dijo, cortante, intentando zanjar el tema.

Asentí, pero por dentro algo se retorció. ¿Por qué me molestaba tanto? ¿Por qué sentía esta incomodidad que no podía explicar?

Regresamos a la mesa, y apenas nos sentamos, y retomamos el trabajo, de repente el idiota de Leonardo preguntaba cosas que son de su incumbencia pero Juliana era cortante con las respuestas, ya cuando finaliza la reunión se me ocurre la idea de hacerlo molestar así que tomó la mano de Juliana.

El idiota abre sus ojos de asombro e inmediatamente pregunta:

—¿Ustedes son algo?

La pregunta hizo que Juliana se tensara a mi lado, pero no le di tiempo para responder.

—Sí, ella y yo estamos saliendo —dije, sin pensarlo.

Leonardo me miró, sorprendido, pero lo que más llamó mi atención fue el leve destello de celos en sus ojos. No pude evitarlo. Algo en mí disfrutó verlo así.

—Ya veo... aunque Juliana no parece ser el tipo de mujer que te guste, Alessandro.

Mi mandíbula se tensó, y antes de poder controlarme, las palabras salieron de mi boca.

—Oh, créeme, es más de lo que me gusta, ella es apasionada.

Vi cómo Juliana se ponía roja como un tomate, claramente impactada por lo que acababa de decir. Pero Leonardo... su expresión fue todo lo que necesitaba.

—¿Eso es verdad? ¿Así que con él sí pudiste? —preguntó, con un tono que no entendí del todo.

No sabía de qué hablaba, pero impulsado por algo que no podía controlar, tomé a Juliana de la cintura, acercándola a mí.

—Vamos, amor. Debo llevarte a nuestra casa —le susurré al oído, asegurándome de que Leonardo escuchara.

Ella, claramente desconcertada, asintió, y nos despedimos. Mientras salíamos, podía sentir las miradas de Mia y Leonardo perforándonos, una llena de envidia, la otra de celos.

Al entrar al auto, arranqué sin decir nada, dejando que el silencio llenara el espacio.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó finalmente Juliana, rompiendo la calma tensa.

—Porque ese idiota te humillaba, restregándote su compromiso. Y tú estabas descolocada, por más que lo intentaras disimular. Debes aprender a controlar tus emociones, Juliana. No le demuestres que aún te afecta... que aún te gusta.

Mis palabras salieron más duras de lo que esperaba, y un deje de amargura se coló al final.

—¿Quién dijo que me gusta? —respondió, molesta.

—Se te nota a leguas —contesté, sin rodeos.

—Primero, no es tu problema. Segundo, el hecho de que me hayas visto afectada no quiere decir que lo que piensas sea cierto.

Mi mandíbula se tensó. Ella tenía razón, pero no estaba dispuesto a admitirlo.

Cuando finalmente estacioné el auto frente al restaurante, ella salió rápidamente y me lanzó un "gracias" amargo antes de irse. Me quedé sentado, observándola partir, preguntándome qué demonios me pasaba con esta mujer que, según yo, no significaba nada.

¿Por qué no podía soportar la idea de verla afectada por otro hombre? ¿Y por qué, diablos, sentía que el único que tenía derecho a descolocarla era yo?

¿Por qué no podía soportar la idea de verla afectada por otro hombre? ¿Y por qué, diablos, sentía que el único que tenía derecho a descolocarla era yo?

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Celos... malditos Celos ...🎶🎵🎼 🔥 ¿Alguien por aquí lo huele? ¡Yo si! Mi querido y guapo Alessandro no esta soportando...

Amor a la Juliana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora