DESARMÁNDOME

53 6 6
                                    

Narrado por Alessandro

Salí de la cocina sintiendo el peso del mundo sobre mis hombros. Había despedido a Laura, sí. Pero ese no era el problema real. El problema era Juliana. Era la forma en que me miraba, como si ya no hubiera espacio para mí en su vida.

Me detuve en mi oficina y me apoyé contra la pared, dejando salir un suspiro tembloroso. ¿Cómo había llegado todo tan lejos? ¿Cómo había permitido que mi arrogancia y mi orgullo me hicieran perderla?

No. No la he perdido aún, pensé con firmeza. No voy a perderla. No puedo.

Tomé mi teléfono y marqué un número.

—¿Puedes venir a mi oficina? —pregunté al a mi asistente.

Cuando llegó, le pedí que reorganizara mi agenda para los próximos días. Quería asegurarme de estar presente en la cocina, no como jefe, sino como alguien dispuesto a ganar su confianza de nuevo. Quería mostrarle que estaba dispuesto a cambiar, que ella significaba más para mí de lo que nunca había admitido, ni siquiera a mí mismo.

Porque si algo tenía claro, era que no iba a rendirme con Juliana. Si tenía que ganarme su perdón día tras día, lo haría.

_______________________________

Narrado por Juliana

Habían pasado varios días desde que Alessandro empezó a pasar más tiempo en la cocina. Al principio pensé que era un gesto para demostrar su compromiso con el equipo, pero pronto me di cuenta de que su atención estaba centrada en una sola persona: yo. Y eso me desconcertaba.

Cada mañana, al llegar al restaurante, encontraba un desayuno perfectamente tapado en mi estación de trabajo. Siempre era algo diferente, pero con un denominador común: cada plato llevaba una nota escrita a mano.

"Que tengas un gran día, leoncita."

No podía evitar sonreír al leer esas palabras, aunque mi orgullo me exigía no darle importancia. Pero, ¿cómo ignorarlo? Se levantaba temprano, incluso antes de su horario, solo para cocinar algo para mí. Era como si intentara compensar todos los desplantes y humillaciones de las semanas anteriores con pequeños gestos.

Un día, llegué al trabajo con un dolor de vientre que solo podía significar una cosa: la menstruación. Traté de esconder mi incomodidad, pero Alessandro, con su habilidad para observarlo todo, lo notó de inmediato. A mitad de la mañana, dejó un paquete en mi estación. Lo abrí con curiosidad, solo para encontrar analgésicos, una barra de chocolate y otras cosas que una mujer podría necesitar en esos días.

—¿Cómo lo supo? —murmuré para mí misma, sintiendo una mezcla de agradecimiento y desconcierto.

No dije nada, por supuesto. Me limité a seguir trabajando, fingiendo que ese gesto no había hecho que algo en mi interior se aflojara. Pero la verdad era que me conocía mejor de lo que quería admitir.

Después de horas de estar de pie decorando un pastel complicado, decidí tomarme un momento para sentarme y descansar. Apenas me había acomodado cuando Alessandro apareció con una silla y una mirada que no dejaba lugar a discusión.

—Dame tus pies —dijo con seriedad.

Lo miré como si hubiera perdido la cabeza. Me quedé petrificada. Alessandro Fieri, el hombre más controlado y arrogante que conocía, estaba dispuesto a masajear mis pies. Pero no podía permitirlo.

—Ni lo sueñes, Alessandro.

—Juliana, por favor. Has estado todo el día de pie. Déjame ayudarte.

—Estoy bien, de verdad —mentí rápidamente, escondiendo mis pies bajo la mesa.

Claro que no podía permitirlo. Número uno: llevaba los peores calcetines del universo, con un pequeño agujero que dejaba asomar mi dedo gordo. Número dos: aunque no tenía problemas de olor, ese día no estaba segura y no quería arriesgarme, además de que últimamente apenas si me daba tiempo para rasparme los talones y mantenerlos suaves, mucho menos para una pedicura decente. Y número tres... si él me tocaba los pies, sabía que perdería el control. Los recuerdos de nuestras noches juntos, especialmente aquella vez que me masajeó todo el cuerpo, seguían vivos en mi memoria. No podía permitirme caer de nuevo, aunque la abstinencia me estuviera llevando al límite, despertándome cada noche sudando después de soñar cosas húmedas con él...

Amor a la Juliana  (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora