Capítulo 3:
El sol comenzaba a ocultarse detrás de las colinas de Beacon Hills cuando Tasshia llegó a casa. La jornada había sido un tormento. Cada sonido, cada mirada, cada movimiento a su alrededor se sentía amplificado. Subió las escaleras apresuradamente y se encerró en su habitación, ignorando el saludo de su padre desde la cocina.
Se dejó caer sobre la cama, con las manos cubriéndose el rostro. Sus sentidos seguían agitados, como si algo dentro de ella estuviera al borde de estallar. Desde hacía semanas, su cuerpo le enviaba señales que no lograba entender. Una energía incontrolable, un hambre que no podía saciar y, sobre todo, la constante sensación de que algo la observaba desde las sombras.
Apretó los dientes cuando un sonido sutil comenzó a resonar en su cabeza. Era como un susurro, pero no provenía de ningún lugar específico. Era su propia mente, pero las palabras carecían de sentido. Cerró los ojos con fuerza, intentando acallar aquel murmullo, pero no podía.
De repente, un golpe en la puerta la sacó de su trance.
—Tass, ¿estás bien? —Era Stiles, con su tono habitual de preocupación.
—Sí, solo estoy cansada —respondió rápidamente, tratando de sonar lo más normal posible.
Hubo un silencio del otro lado.
—Bueno, baja cuando tengas hambre. Papá hizo su famosa lasaña... que no es tan famosa, pero ya sabes.—
Tasshia dejó escapar un suspiro aliviado cuando escuchó los pasos de su hermano alejarse. Pero el alivio fue momentáneo. Apenas quedó sola, los susurros regresaron, más intensos esta vez.
Se levantó de la cama, con el corazón latiendo desbocado. Necesitaba aire, necesitaba escapar de esa sensación que la estaba volviendo loca. Abrió la ventana de su habitación y, con movimientos ágiles, descendió por el árbol que daba al jardín.
Una vez fuera, el frío de la noche la golpeó, pero no la detuvo. Sus pies la guiaron casi instintivamente hacia el bosque cercano. No entendía por qué, pero sentía una atracción inexplicable hacia ese lugar, como si algo allí pudiera darle las respuestas que buscaba.
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El bosque estaba en silencio, un silencio que debería haberla tranquilizado, pero que solo amplificaba el caos en su interior. Caminó entre los árboles, sin prestar atención al tiempo ni a la dirección. Sus pasos eran ligeros, pero su mente estaba en constante lucha.De repente, los susurros en su mente cambiaron. Ya no eran meros murmullos, sino palabras más claras, pronunciadas en un tono casi burlón: “No puedes huir de lo que eres”. Tasshia se detuvo en seco, su respiración acelerada. Miró a su alrededor, pero no había nadie. Solo estaba ella... o al menos eso creía.
—¿Quién está ahí? —preguntó en un susurro tembloroso, su voz quebrándose.
Nadie respondió, pero un escalofrío recorrió su columna vertebral. Sentía que algo la observaba, que el bosque entero contenía la respiración, esperando.
Fue entonces cuando lo vio. Una figura oscura, apenas visible entre las sombras de los árboles. Sus ojos brillaban con un destello rojo, y aunque no podía distinguir su rostro, Tasshia supo que aquello no era humano. El miedo y la adrenalina la invadieron, pero antes de que pudiera moverse, la figura desapareció, como si nunca hubiera estado allí.
Sin embargo, el daño estaba hecho. Su corazón latía desbocado, y su respiración era errática.
La presión que había sentido todo el día alcanzó su punto máximo. Tasshia cayó de rodillas al suelo, llevándose las manos a la cabeza mientras un grito ahogado escapaba de sus labios. No podía contenerlo más. Algo dentro de ella estaba despertando.
De repente, una ola de energía invisible salió de su cuerpo, sacudiendo los árboles cercanos y haciendo que las hojas cayeran en cascada. El aire a su alrededor parecía vibrar, y por un momento, el bosque entero quedó en completo silencio.
Cuando Tasshia levantó la vista, jadeando, sintió un terror aún mayor. Sus manos temblaban, y sus ojos reflejaban un brillo dorado que nunca antes había visto en sí misma.
—¿Qué me está pasando...? —murmuró, mientras lágrimas de frustración corrían por su rostro.
Detrás de ella, una rama crujió. Tasshia giró rápidamente, con los sentidos todavía alerta. Para su sorpresa, Scott McCall estaba allí, mirándola con una mezcla de preocupación y confusión.
—Tasshia... —dijo él, acercándose lentamente.
Ella retrocedió un paso, incapaz de enfrentarlo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz temblorosa.
—No lo sé... —Scott se rascó la nuca, con una expresión que reflejaba más inseguridad que claridad. —Estaba... creo que estaba siguiendo un rastro. Bueno, no un rastro como tal, sino... —Hizo una pausa, frustrado. —Es difícil de explicar. Desde hace un par de días, las cosas han sido raras para mí.—
Tasshia lo miró, aún temblando. Su presencia no la tranquilizaba del todo, pero tampoco parecía una amenaza.
—¿Qué clase de cosas raras? —preguntó, tratando de controlar su respiración.
Scott vaciló antes de responder, como si no estuviera seguro de cómo ponerlo en palabras.
—Es como... como si pudiera oler todo, escuchar todo. Mis sentidos están locos. Y luego... —Hizo una pausa, levantando la vista hacia ella. —Mis ojos. A veces cambian. Y no sé por qué.—
Tasshia sintió que el suelo bajo sus pies se tambaleaba. ¿Scott también estaba experimentando algo sobrenatural? Antes de que pudiera procesarlo, un aullido resonó a lo lejos, haciendo que ambos se tensaran.
—¿Qué fue eso? —preguntó Tasshia, mirando en dirección al sonido.
Scott parecía tan asustado como ella.
—No lo sé... pero creo que no estamos solos.—
Los dos intercambiaron miradas de miedo antes de que otro aullido, esta vez más cercano, los hiciera correr en la misma dirección, con el instinto de alejarse de lo que acechaba en la oscuridad.
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Hola, holaaa.
¿Que tal les parecio?
¿Que pasara con Tasshia y Scott?
¿Scott le dirá a Stiles lo que pasó con Tasshia en el bosque, o se quedara callado?
Gracias por leerme.
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“El aullido no se detiene aquí.
Nos vemos bajo la próxima luna.”
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