La carretera se extendía hacia delante, serpenteando entre colinas repletas de trigo dorado y extensos olivares. El sol de finales de noviembre colgaba bajo en el cielo, proyectando un cálido resplandor ámbar que bañaba el paisaje. El pequeño coche avanzaba ronroneando por la autopista, con el interior impregnado de la suave melodía de una vieja canción de amor que sonaba en la radio.
Martin estaba sentado en el asiento del copiloto, con las piernas recogidas, una mano agarrando una botella medio vacía de Nestea de naranja y la otra jugueteando nerviosamente con el dobladillo de su jersey. Llevaba el pelo oscuro ligeramente revuelto por haberse apoyado antes en la ventanilla y las gafas bajas sobre la nariz. De vez en cuando, miraba a Juanjo y el corazón le daba un vuelco, como siempre.
Juanjo estaba al volante, parecía su lugar, sus manos fuertes sostenían el coche sin esfuerzo. Sus ojos verdes, concentrados en la carretera, se desviaban de vez en cuando hacia Martin, y sus labios se curvaban en esa sonrisa suave y privada que Martin había llegado a adorar.
Llevaban saliendo unos meses, pero todo seguía pareciéndole nuevo, emocionante, como fuegos artificiales a punto de estallar. La fase de luna de miel, como la había llamado la mejor amiga de Martin, poniendo los ojos en blanco con cariño. Y puede que lo fuera. Pero a Martin no le importaba.
Estaba enamorado.
"Sigo sin creerme que quieras que conozca a tus padres", dijo Martin, rompiendo el cómodo silencio.
Juanjo lo miró, con las cejas enarcadas. "¿Por qué no?".
Martin se inquietó, mordiéndose las uñas. "No sé. Es algo importante, ¿no? ¿Conocer a la familia? ¿Y si no les caigo bien?".
Juanjo rió suavemente, acercándose para apretar la rodilla de Martin. "Cariño, les vas a encantar".
"Pero, ¿y si...?"
"Martin." La voz de Juanjo era firme pero burlona. "A mí ya me has conquistado. Y yo soy el quisquilloso de la familia".
Martin no pudo evitar sonreír, aunque sus nervios no desaparecieron del todo. Dio un sorbo a su refresco y miró por la ventana, los campos y las casas dispersas difuminándose en rayas de color.
"¿Cómo es tu padre?", preguntó al cabo de un momento.
"Tranquilo. Pero es gracioso cuando quiere", contestó Juanjo.
"¿Y tu madre?".
"Ella es..." Juanjo se interrumpió, una pequeña sonrisa de cariño se dibujó en sus labios. "Es muy... cariñosa. Alborotadora, pero en el mejor de los sentidos. Ya verás".
Martin musitó, con el estómago revuelto por una mezcla de emoción y nervios. Se había quedado de piedra cuando Juanjo, nervioso, le había sugerido que fuera a la fiesta de cumpleaños de su padre. La forma en que se había sonrojado, tropezando con sus palabras, había sido tan entrañable que Martin había dicho que sí antes incluso de haber procesado completamente la invitación. Pero ahora que ya estaban en camino, la realidad se estaba imponiendo.
"¿Tú crees...?"
"Martin," Juanjo cortó, su voz mezclada con diversión. "Deja de preocuparte. Les vas a encantar".
Martin suspiró y sus labios esbozaron una sonrisa reacia. "Está bien, vale. Pero si no lo hacen, te hago personalmente responsable".
Juanjo soltó una risita y le dirigió a Martin una mirada rápida y tranquilizadora antes de volver a centrar su atención en la carretera.
Durante un rato, condujeron en un silencio confortable, la radio llenando el espacio entre ellos. Martin se echó hacia atrás, sacó su teléfono y se puso a ojear vagamente antes de que se le ocurriera una idea.
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Un hilo rojo entre tú y yo
Historia CortaAquí iré subiendo distintos oneshots cortitos de los majos