Recuerdos de sangre

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La inquietud que sintió cuando vió ese auto detenerse frente a su hogar no se comparaba con la que aquejaba su corazón en ese preciso instante. La lluvia se estampaba con fuerza contra los cristales polarizados del auto, el viento soplaba con ferocidad, cada trueno que surcaba el cielo lo hacía dar un respingo, no valía la pena intentar negarlo, tenía miedo, un miedo que no creyó posible sentir a sus veintiséis años.

Quizás todo aquello era una mala señal, una advertencia sobre haber tomado un camino equivocado, después de todo, era demasiada casualidad haber conocido a una mujer agradable, y de pronto estar en camino a su mansión en medio de un pueblo escondido entre las montañas solo para cenar con su familia. Fue solo cuando se encontró recorriendo las viejas callejuelas en medio de un vendaval que pensó que estaba cometiendo una gran locura; su desesperante situación económica lo había orillado a arriesgarse demasiado.

En medio de su regaño interno alcanzó a escuchar una maldición de su chófer.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Nos atascamos… —respondió el hombre con un hilo de voz.

Luego de tomar una gran bocanada de aire, continuó:

—S-saldré a revisar…

Izuku asintió, aunque sentía la necesidad instintiva de correr bajo la lluvia con tal de salir de la agobiante oscuridad de la noche, refugiarse de vuelta en su pequeño departamento de la ciudad, que aún con sus manchas de humedad sobre el techo y la puerta oxidada ofrecía cierta calidez entrañable.

El chófer de cabello rubio y elegante uniforme bajó del auto para adentrarse en las lóbregas profundidades de lo desconocido. No podía escuchar sus pasos por el peso de la lluvia y el viento, tampoco podía verlo a través de los cristales.

Los minutos se arrastraban tortuosamente lentos, el parabrisas iba de un lado a otro con el mismo ritmo monótono de las últimas horas, indiferente a la tensión que reinaba dentro del auto. Izuku notó como de apoco le fue más difícil respirar, el miedo lo tenía temblando como un chiquillo que acaba de ver una aparición fantasmal.

—¿S-señor Monoma? —se atrevió a preguntar para mermar un poco el miedo.

Pero como se esperaba no obtuvo respuesta. Sabía que necesitaba moverse para disipar el miedo de su cabeza, por ello se abalanzó hacia el asiento del conductor y se entretuvo buscando algo de lo que valerse para iluminar su camino. Por fin encontró una pequeña linterna en la guantera del auto.

Se detuvo a tomar una gran bocanada de aire antes de abrir la puerta y salir de la seguridad del auto.

Afuera llovía a cántaros, la luz lejana de las farolas no conseguía iluminar ni siquiera el lugar donde se hallaba el auto y la luz de la linterna no le permitía ver más allá de sus pasos.

Del lado donde se encontraba no halló rastro alguno de su chófer.

—¿Señor Monoma? —insistió.

Rodeó el auto por delante, dando un vistazo a su alrededor.

Un sonido tenebroso lo congeló en su sitio, algo había crujido, quizás una rama cediendo bajo el peso de un animal, una rama enorme y un animal aún más.

Pero al apuntar hacia sus pies, el río rojo que rodeaba sus zapatos lo hizo comprender que en la oscuridad había una razón para tener miedo. Apuntó su linterna siguiendo el correr de la sangre, hasta que su mano temblorosa apuntó a una escena sacada de sus más viles pesadillas. Sobre el suelo encharcado yacía inerte el cuerpo del amable hombre que horas antes lo había recogido, los ojos azules de Monoma lo apuntaban con una mirada vacía, muerta. Sobre él había una criatura de voraces colmillos que desgarraban la carne como si fuera simple algodón, y hacían crujir los huesos como débiles ramas; las garras de aquel ser perdían su brillo en contacto con la sangre rutilante.

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⏰ Última actualización: Nov 24, 2024 ⏰

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Antología del horror. Vol. III [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora