En una mansión, un señor se encontraba descansando. Tenía una vida llena de lujos y excentricidades. Estaba recostado en una hamaca, admirando sus posesiones, sintiéndose realizado tras más de cuatro décadas de trabajo. Comenzó a reflexionar y se dijo:
—Por fin puedo disfrutar de esta preciada vida.
Sin embargo, se levantó de golpe, sorprendido al darse cuenta de que no tenía un propósito. Su corazón se estremeció y comenzó a sentir un inmenso vacío, comparable al de un libro sin contenido. De súbito, salió de su ostentosa mansión en busca de consejo.
Al abrir la puerta, se dio cuenta:
—No tengo a nadie. Tantos años trabajando me impidieron crear lazos afectivos; no tengo a quién pedir ayuda o consejos.
Su mente se desconectó y comenzó a deambular errante durante más de una hora. Cuando por fin recuperó la conciencia, estaba en un parque colorido y alegre. A unos metros observó a una familia llena de energía y amor. Entonces, se preguntó:
—¿Formar una familia llenará el vacío que siento? ¿Por qué después de tantos años pienso en esto?
Confundido, pensó que si no tenía a quién pedir ayuda o consejos, su dinero, ganado con tanto esfuerzo podría darle el apoyo que necesitaba. Inmediatamente, pensó en un terapeuta. Caminó con prisa y tomó un taxi.
Llegó a un consultorio, uno de los mejores del país. Una linda chica de cabello rojizo y una mirada cautivadora le saludó y le preguntó:
—¿En qué puedo ayudarte?
La miró y recordó a una joven a la que en su juventud había amado con fervor, se preguntó:
_"¿Por qué no formé una familia con ella?"
Entonces, varios recuerdos de su juventud afloraron, como las promesas y lazos se esfumaban.
La señorita lo observó inmerso en sus pensamientos, como si estuviera en otro mundo, y le dijo:
—Señor, ¿está bien?
Esas palabras lo hicieron regresar a la realidad, apenado, pero sintiendo una extraña apatía que comenzaba a emanar de su ser, como si algo lo obligara a ser así.
—Está todo bien. —contestó.
Esas palabras salieron inconscientemente de sus labios, se le empezó a formar un nudo en la garganta, sus pensamientos le decían que contara lo que sentía. Pero solo la miraba con una mirada apática.
La señorita lo miró angustiada, pensó que quizás era un paciente que llegaba por ayuda y entonces repitió su pregunta:
—¿En qué puedo ayudarle?
—En nada, ya me tengo que ir, lamento las molestias.
Volteó, salió caminando del consultorio, con una mirada perdida y confundida.
La joven salió de la recepción, acortó la distancia que había marcado el señor, con una mirada alegre y llena de esperanza, le dijo:
—Si está pasando un momento difícil, no dude en pedir ayuda, yo estaré contenta de ayudarle.
Esas palabras, aunque sencillas, marcaron fuertemente al señor, pero, aun así, observó fijamente a la venturada señorita, su mirada denotaba inexpresividad.
Ella vio cómo se iba caminando, sin mostrar algún rastro de emoción. Ese día ella no pudo dejar de pensar en aquel hombre.
Así como el ciclo de las estaciones varia, el día se transformó en noche.
Entonces una exuberante mansión se encontraba frente a él, era tan llamativa por sus jardines bellos, y unas flores que lograban un contraste hermoso, con una fuente de agua que reposaba en el núcleo de este mismo. Por sus paredes que estaban hechas de granito, con una fachada hermosa donde la vegetación de algunas paredes captaba la atención de cualquiera que visitaba el lugar.
_ ¡¡Volví!!; dije.
Entró, observando todo a su alrededor, empezó a deambular por los pasillos de mármol, sintiendo como todo era extraño, entro a su habitación, vacía, entonces, lagrimas empezaron a recorrer sus mejillas asemejado a un aguacero.
Lo único que logró hacer, fue tirarse a su espaciosa cama, estuvo inmerso en sus pensamientos, alojando preguntas que no podía responder;
_ ¿Por qué soy infeliz?, logré lo que me propuse, cumplí mi meta, ahora debo estar en la cúspide de mi vida, sentirme alegre, vivir experiencias, viajar por el mundo.
Pero, nada de eso me hace feliz, aun así, por un instante viaje al pasado. Las caricias, los besos, los poemas y palabras dulces que ella daba. Me transportaban al paraíso, ¿Por qué fui tan cobarde? ¿Por qué me aleje? "!!¿Por qué?¡¡".
Su existencia se volvía pesada, era como estar encerrado en una caverna donde apenas había espacio para mover tus dedos, lo único que hacía el moribundo señor era beber agua y recostarse en su cama, una lúgubre sombra, empezaba a formarse alrededor, un vaho ponzoñoso, se percibía por cada rincón de la mansión.
Entonces la mañana emergió, una cálida luz, se posó en su rostro, lo único que sintió fue incomodidad, quiso pararse, pero se sentía aletargado y con la poca fuerza que tenia se levantó. Antes de cerrar las persianas observo el exterior.
_ Me siento mal, pero, el mundo sigue, no parece importarle lo que me pase. Entonces qué sentido tiene estar aquí, qué sentido tiene haber dedicado tanto tiempo al trabajo si nada de eso importa.
Un timbre se escuchó desde su habitación, la letargia lo consumía, pero se dijo:
_ Si nada importa "¿Por qué seguir vivo?" "¿Por qué seguir con esta melancolía y soledad?"
Lo único que se le atravesó por su mente, fue los días en que se desveló trabajando. Tan solo eso.
Volvió a sonar el timbre, caminó al baño, tomo un frasco de pastillas y se las tomó.
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La Ilusión del Mundo
EspiritualLa Ilusión del Mundo: En una mansión llena de lujos, un hombre exitoso descubre que su vida carece de propósito. A pesar de sus riquezas, se siente vacío y solo. En su búsqueda de significado, se enfrenta a recuerdos de un amor perdido y reflexiona...