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Era otro día soleado en la ciudad, y la pequeña cafetería en la esquina de la calle estaba llena de vida. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el suave murmullo de las conversaciones. Desde una mesa en la esquina, Karime Pinter observaba a Gala Montes, quien estaba sentada en su lugar habitual, absorta en un libro y con una taza de café humeante frente a ella.
Karime llevaba semanas asistiendo a la cafetería a la misma hora, siempre con la esperanza de cruzar miradas con Gala. Sin embargo, su timidez la retenía. Aunque sus amigos le decían que debía acercarse, Karime prefería la seguridad de su rincón, donde podía admirar a Gala desde la distancia.
Hoy, sin embargo, era diferente. Decidida a dar el primer paso, Karime había ideado un plan. Se levantó y se acercó a la mesera, una joven amigable que conocía bien a ambas.
—Hola, ¿podrías hacerme un favor? —preguntó Karime, nerviosa pero resuelta.
La mesera, intrigada, asintió.
—Quiero enviarle una nota a la chica de la mesa del fondo, la que siempre está leyendo. Algo... especial.
La mesera sonrió, comprendiendo la situación.
—Claro, puedo hacer eso. ¿Qué quieres que le diga?
Karime sacó un pequeño papel de su bolso y escribió rápidamente,una invitación a conocerse.
—Aquí está —dijo, entregando el papel con una mezcla de emoción y nerviosismo—. Por favor, no le digas que soy yo.
La mesera asintió y se dirigió hacia la mesa de Gala. Karime contuvo la respiración mientras veía cómo se acercaba.
—Hola, ¿puedo dejarte esto? —preguntó la mesera, colocando la nota junto al café de Gala.
Gala levantó la vista, sorprendida, y aceptó la nota. Cuando la abrió y leyó el mensaje, una sonrisa iluminó su rostro. Karime sintió un cosquilleo en el estómago al ver la reacción de Gala.
—¿Quién me envía esto? —preguntó Gala a la mesera, que, manteniendo el secreto, solo sonrió y se encogió de hombros.
Karime se dio cuenta de que había dado el primer paso. Con el corazón latiendo con fuerza, Semanas después Karime decidio que era hora de acercarse tomo valor y se levantó de su mesa y, aunque su nerviosismo era palpable, caminó hacia Gala.
—Hola, soy Karime —dijo, intentando sonar casual—. ¿Te importa si me siento aquí?
Gala miró a Karime con curiosidad y una chispa de interés en sus ojos.
—Claro, adelante —respondió, cerrando su libro.
Ambas comenzaron a charlar. Karime se presentó y, después de un par de minutos de conversación, Gala mencionó la nota.
—Me pareció muy dulce lo que decía sobre conocerme tú ¿Tienes idea de quién podría habérmela enviado?
Karime sintió que el momento de revelarse había llegado, pero el miedo la detuvo.
—No, no tengo idea —respondió, sonriendo tímidamente—
A medida que pasaban los días, Karime y Gala comenzaron a encontrarse más a menudo. La conexión entre ellas crecía, y cada encuentro se cargaba de una tensión sutil. Karime se sentía más cómoda, y Gala parecía disfrutar de su compañía. La mesera, observando desde la distancia, sonreía al ver cómo la nota de karime había dado fruto.
Una tarde, mientras compartían risas y anécdotas, Karime decidió que era momento de ser más directa.
—Gala, ¿te gustaría salir a cenar algún día? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
Gala la miró con sorpresa y alegría.
—Me encantaría.
-¿Qué tal el viernes?
-Claro
Karime asintió, sintiéndose aliviada y emocionada al mismo tiempo. La cena fue un éxito y, a medida que se conocían mejor, ambas comenzaron a sentir que algo más profundo se gestaba entre ellas.
Pasaron semanas y, finalmente, una noche, tras una cena en casa de Karime, el ambiente se volvió más íntimo. Habían estado riendo y compartiendo copas de vino, y la química entre ellas era innegable. Karime, un poco ebria, miró a Gala a los ojos y, sin pensarlo dos veces, se inclinó hacia ella y la besó.
Gala, sorprendida al principio, rápidamente correspondió al beso. Era un beso lleno de deseo y ternura, una culminación de semanas de emociones reprimidas. La conexión que habían estado construyendo estalló en ese momento, y el mundo exterior desapareció.
Se separaron, respirando con dificultad, y Karime sonrió con un brillo travieso en sus ojos.
—Wow, —dijo Gala, claramente aturdida pero feliz.
La noche continuó, y, sin poder contenerse, se besaron nuevamente. Esta vez, era más intenso, más urgente. Sus manos comenzaron a explorar, y el ambiente se llenó de una electricidad palpable.
Karime llevó a Gala hacia el sofá, donde se acomodaron, sus cuerpos entrelazados. Las copas de vino quedaron olvidadas en la mesa, mientras la pasión entre ellas se desbordaba.
A medida que se besaban, Karime sintió que cada roce encendía una chispa dentro de ella. Gala, con su calidez y dulzura, la hacía sentirse viva. Fue un momento de entrega, donde cada una se dejó llevar por el deseo y la conexión que habían construido.
Finalmente, se separaron un poco, mirándose a los ojos, respirando profundamente.
—¿Esto es real? —preguntó Gala, con una mezcla de incredulidad y felicidad.
—Más real de lo que nunca imaginé —respondió Karime, sonriendo con sinceridad.
Esa noche marcó el inicio de una nueva etapa en sus vidas, donde el café se convirtió en el inicio de algo hermoso.
Fin.
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