Aún recuerdo como nos juntábamos en el parque a jugar al fútbol a nuestros cuatro años. Ambos corríamos y hasta nos golpeábamos, pero todo era parte del juego. Me acuerdo lo llorón que solía ser —y aún soy— cuando perdía, ganaba o hasta empataba. Y cuando me golpeaban, me enojaba y rompía narices dándoles pelotazos en la cara como venganza, aprovechando mis grandes ojitos de niño inocente para siempre salvarme de cualquier regaño. Mi amigo, Rin, siempre me ayudaba con las mentiras. Él siempre fue más serio, pero antes era un niño serio y adorable, todos apodándonos el «llorón y el maduro».
Casi siempre estaba con su hermano de cabello rosita o rojizo —nunca supe describir bien su cabello—. Cuando su hermano, Sae, iba con sus propios amigos, él se quedaba conmigo y jugábamos solos o a veces venían niños.
Un día de aquellos, salimos a tomar un helado después de jugar a la pelota, todos sucios y transpirados. Tomamos helado y pasamos por un lugar con televisores pequeños y grandes. Y justo pasaban Noel Noa, mi ídolo de toda la vida.
—¡Rin, mira! Ahí está Noel Noa, el mejor jugador de todo el mundo. —Le señalé a la gran pantalla del televisor dando saltitos de emoción, con una sonrisa que hacía brillar mis grandes ojos azules, sintiendo el helado derritiéndose en mis dedos.
—Gané. —Me comentó, mirando el palito de su helado con unas letritas que jamás presté atención y al fin miró a donde le señalaba. Su rostro siempre impasible, encogiendo sus hombros y buscando por la acera un tacho de basura—. Mi hermano es mejor.
¿Cuándo no? Siempre su hermano. Puse los ojos en blanco y fruncí los rasgos de mi cara, cruzando de brazos y mirándolo .
—Sí, pero tu hermano está aquí y no en la tele. —Remarqué y le saqué la lengua, burlón.
Rin no mostraba expresiones, pero frunció un poco el ceño cuando dije eso y también puso los ojos en blanco. Tiró el palo de helado y se acercó a darme una «caricia» que en realidad era un golpe suave en mi cabeza. Me molesté un poquito y me subí encima de él, abalanzándome y haciéndonos caer al suelo. Yo en su espalda me reía y acerqué mi cabeza para verlo a la cara al revés, la mía con una sonrisa.
—Rin, ¿me prometes ser mi amigo para siempre y por siempre?
—¿Para siempre? eres muy molesto, no sé si podría...
—¿Por fiiis? —Interrumpí, frunciendo los labios y poniendo mi mejor rostro de cachorro para convencerlo.
—No.
Claro, fácil de convencer no era. Me frustré y me puse triste, mirando al suelo y rostro decaído.
—Vale. —Accedió al fin, rodeando los ojos con molestia—. Pero salte ya de arriba mío.
Me puse feliz y rodé al suelo para bajar al asfalto y sonriendo de oreja a oreja. En ese momento pude jurar que sus comisuras se elevaron momentáneamente, haciéndome fruncir el ceño con duda de si lo imaginé o era verdad, pero no le di más vueltas y ese día ambos volvimos a nuestras casas.
Los años habían pasado y seguíamos siendo el «llorón y el maduro», Al menos durante cuatro años más, porque un chico nuevo apareció y quedé maravillado con él, haciendo que olvidara a Rin para estar con mi nuevo mejor amigo.
—¡Bachira, pásala! —Pedí a mi mejor amigo, con la respiración rápida y transpirado por correr, con una sonrisa extasiada en el rostro, levantando la mano para que me vea.
Logré observar los regates que tanto me gustaban y admiraba. Pero cuando iba a pasármelo, aparece Rin de la nada y me quita el pase, yendo unos pasos adelante. Pensé que se había puesto de rival y fui directo hacía él, molesto por haberme arrebatado el pase y lo observe con mi gran conocido ceño fruncido y apreté los dientes.
—Dámela ya, imbécil. —murmuré y golpeándolo en el tobillo y haciéndolo caer de cara al suelo, le quité la pelota y con Bachira nos acercamos a portería, anotando un gol y celebrándolo con grandes abrazos.
No me había dado cuenta de que hice sangrar a Rin en la nariz y cuando lo vi, me acerqué, pero no para ayudarlo, sino para enojarme.
—¿Qué pensabas al querer robarme mi gol? Tú, ¿siendo mi rival? —Pregunté incrédulo y con una ceja levantada, mis manos posadas en mis caderas.
Recuerdo observar como Rin me miraba como si no entendiera de qué estaba hablando. Cuando quiso hablar, lo corté con mi voz sacando las últimas palabras.
—Fuera de mi camino, Rin. —Gruñí y lo dejé atrás, volviendo con Bachira y yendo a celebrar con él mi «gran» gol.
En ese momento, no me había dado cuenta de que no especifiqué en mis palabras («No te vuelvas a meter en mi camino») en QUÉ camino no debería meterse, pero yo pensé que estaba más que claro que era el camino del fútbol. Pero él jamás me volvió a hablar, y podría jurar, que nunca más nos vimos, porque no recuerdo haberlo visto en el parque después de aquél momento.
Pero todo cambió cuando me mudé y fuimos a la secundaria, volviéndolo a ver, yo aún con Bachira, quien vivía relativamente cerca de mí ya que se mudó al barrio años antes.
Observé el aspecto de Rin, cambiado y más formado, como yo, solo que él aún más atractivo,tonificado y más alto, con su ya conocido rostro sin emociones. Intenté acercarme a él, saludarlo como si los años no hubieran pasado, con mi sonrisa de siempre. Pero cuando él me vio, también me reconoció. ¿La diferencia? Que su saludo fue agarrándome del cuello de mi camiseta con «Noel Noa» atrás, con fuerza, elevando un poco mis talones del suelo, acercándome a su rostro, haciendo que nuestros alientos chocarán en los rostros de ambos, analizando tanto su rostro como su mirada, sintiendo mi corazón latir un poco más rápido y con mis ojos abiertos de par en par. Vi y sentí como se acercó a mi oído y me musitó, erizando mi piel por completo:
—Fuera de mi camino... amigo por siempre.
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Fuera de mi Camino. [Rinsagi]
Fanfiction¿Quién diría que mi mejor amigo de la infancia se volvería mi enemigo y rival? burlándose de mí y hasta a veces golpeándome. Pero ahora que vino otro alumno nuevo, todo se puso aún más raro. ¿Por qué? [Por favor, si les gusta, votenme plis, sería m...