Un año nuevo comienza... y con este, también otro año lleno de polémicas, peleas y choques ambientales que van empeorando poco a poco. La esperanza de vida parece disminuir gradualmente. ¿Deberíamos seguir preocupándonos? ¿O solo esperar hasta que todo llegue a su punto final y termine? No lo sé, pero seguiré hasta que ese momento llegue y aceptaré mi destino.
?: Amor, ya tengo lo que me pediste. ¡Deja de vagar en tu libro!
Elian: No es solo un libro, querida Zaida, es mi televisión portátil.
Zaida: ¡Te dije que no me digas así! -exclamó mientras servía una taza de café y sacaba una lata de cerveza al mismo tiempo-. Café para el señor serio y cerveza para la joven, linda, maravillosa, guapa, atlética, valiente, inteligente, asombrosa, divertida Zaida... ¡o sea, yo!
Elian: Si seguías así, ya te hubiera detenido antes de que te pasaras media hora hablando de lo maravillosa que eres.
Zaida: ¡Y lo soy! -dijo abriendo la lata de cerveza, tomando un sorbo y escupiéndolo al instante-. ¡Puaj! ¿Qué tiene esta cosa? ¿Está vencida o qué?
Elian: Déjame ver. -Agarró la lata que le entregó Zaida-. Mmm, no tiene nada raro. Tal vez a la "inteligente, maravillosa, bla bla bla Zaida" la estafaron.
Zaida: ¿Qué? ¿Por qué?
Elian: Porque tienes razón, está vencida. -Elian cruzó los brazos mientras tomaba un poco de su café, observando cómo la expresión de Zaida cambiaba de sorpresa a enojo
Zaida: ¿Cómo es posible si compré una caja ayer?
Elian: Deja de pensar en eso. Siéntate conmigo un rato, me siento cansado.
Zaida: Está bien, pero igual sigo molesta por lo de la lata. Tendrás que compartir tu café conmigo.
Elian: Por supuesto.
Ambos pasaron la tarde juntos, hablando, riendo y compartiendo momentos llenos de cariño. La noche llegó rápido mientras Elian se quedó con su libro.
Por la mañana la alegría de Zaida al levantarse era suficiente para contagiar a Elian, quien, aunque más tranquilo, disfrutaba de su energía. Llevaban mucho tiempo como pareja, y Elian apreciaba las pequeñas cosas que Zaida daba a sus días.
Zaida: ¡Buenos días!
Elian: Buenos días...
Zaida: Hoy saldremos, ¿verdad? Hay cosas que necesito, como una nueva caja de cerveza.
Elian: Acepto salir, pero no lo de comprar cerveza. Debes cuidar tu salud. No puedes arriesgarte tomando esas cosas.
Zaida: ¡Eres un aburrido! Solo compremos una caja y dejaré de molestarte por cinco meses. Lo prometo.
Elian: ¿Lo prometes?
Zaida: ¡Lo prometo! Pinkie promise.
Elian: Está bien, alistémonos. También, no olvidemos el desayuno... ya tengo hambre.
Zaida: -levantándose rápidamente- Yo me alisto rápido. ¡No te preocupes, yo me encargo!
El clima fresco acompañaba a Zaida y Elian mientras caminaban rumbo al centro comercial. La pareja, aunque tranquila, disfrutaba del momento en silencio. Sin embargo, Zaida tenía algo rondando su mente.
Zaida: -mirando hacia el frente, pensativa- Elian, si el mundo se fuera a acabar mañana, ¿crees que serías capaz de hacer todo lo que no te has atrevido? ¿De decir lo que siempre callaste?
Elian: -volteándola a ver con curiosidad- Por supuesto. Si supiera que solo tengo un día, haría todo lo que nunca me atreví a hacer. Escribiría mis últimas palabras, abrazaría a la gente que amo y cerraría cada capítulo pendiente.
Zaida: -bajando la mirada- ¿Incluso si esas cosas podrían herir a quienes más quieres?
Elian: -Pensativo- Sí, incluso entonces. A veces, la verdad es importante, aunque duela. Pero... ¿por qué preguntas eso?
Zaida: -forzando una sonrisa- Por nada, solo me lo preguntaba. No es como si el mundo fuera a acabarse mañana, ¿verdad?
Elian: Esperemos que no. Aún hay muchas cosas que quiero hacer.
Zaida: -sonriendo con algo de picardía- ¿Como qué? ¿Publicar tu libro y ser un autor famoso?
Elian: -riendo suavemente- Sí, algo así. Pero no te burles.
Zaida: Si yo tuviera un día, ¿sabes qué haría?
Elian: ¿Qué harías?
Zaida: Escribiría bromas a famosos en redes sociales, gastaría todo mi dinero en cosas absurdas, invitaría a mis amigos a una gran fiesta... y terminaría el día contigo.
Elian: -riendo- Bueno, de toda tu lista solo me interesa la última parte.
Zaida: -dándole un codazo juguetón- Pues entonces solo me quedo con esa parte.
Ambos rieron mientras llegaban al centro comercial. Se dirigieron al área de comida, donde Zaida pidió unas hamburguesas para ambos. Durante el almuerzo, Elian notó que Zaida se veía un poco distraída, como si algo la perturbara.
Elian: -mirándola fijamente- ¿Todo bien? Estás más callada de lo normal.
Zaida: -suspirando- No es nada... creo que solo estoy cansada. Además, me sigue molestando lo de la cerveza de ayer.
Elian: -bromeando- Bueno, eso te pasa por confiar demasiado en las ofertas.
Zaida: ¡Ja, ja! Muy gracioso... Pero, de verdad, no es eso. Solo tengo mucho en qué pensar.
Paso un tiempo cuando de regreso a casa, al pasar frente a una casa cercana, notaron un carro de mudanza. Un joven pelirrojo intentaba ayudar torpemente a un anciano a bajar del auto mientras varias personas descargaban cajas.
Zaida: ¡Deberíamos ir a saludar!
Elian: No creo que sea necesario... -sus palabras fueron interrumpidas por el alegre saludo de Zaida-.
Zaida: ¡Hola! Me llamo Zaida, y el chico que ven allá es mi pareja. Se llama Elian.
?: Ah... hola. Yo soy Keith, y este es mi abuelo, Francisco. Nos mudamos por cuestiones de estudios y por la salud de mi abuelo.
Zaida: Espero que tu abuelo se recupere pronto. Nosotros vivimos a una casa de distancia. Si necesitan algo, no duden en pedir ayuda.
Keith: ¡Qué amable! Muchas gracias, lo tendremos en cuenta.
Zaida: ¡Está bien! Hasta luego.
Keith: Hasta luego, cuídense.
Zaida regresó emocionada hacia Elian, quien la observaba con una mezcla de diversión y ternura mientras llegaban hasta la puerta de su casa.
Zaida: ¡Me viste? ¡Keith es súper amable! Estoy segura de que pueden ser buenos amigos.
Elian: ¿En serio?
Zaida: ¡Estoy segura de que sí!
Elian: Jaja, eso espero. -abrió la puerta de la casa-. Vamos, entra.
Mientras se acomodaban para terminar la noche, Elian retomó su libro. Zaida, por su parte, no podía evitar pensar en los nuevos vecinos y en las palabras de Elian sobre el cambio. Aunque no lo admitiera, esas ideas comenzaban a resonar en su mente. Ambos se dejaron llevar por la comodidad de su hogar y el sueño los alcanzó poco después.