La noche pasó rápido, y el amanecer no tardó en hacer lo mismo. Esta vez, Elian fue el primero en despertar. Desde la cama, observó a Zaida con una mirada llena de amor y cariño. Para él, cada rasgo de ella era una pequeña obra de arte, una perfección que nunca dejaba de gustarle.
Con cuidado, se levantó para no interrumpir su sueño y comenzó con su rutina matutina. Cepillarse los dientes, una ducha rápida y otros hábitos cotidianos llenaron los minutos que marcaban el inicio del día. Sin embargo, al regresar a la habitación, notó que Zaida seguía profundamente dormida.
Decidió no despertarla. En su lugar, fue a la cocina y empezó a preparar el desayuno, como un pequeño gesto para agradecerle por todo lo que ella significaba para él. Mientras cortaba las frutas y ponía el café a hervir, los primeros rayos de sol se colaban por la ventana, llenando el espacio de una calidez que hacía juego con los sentimientos que llevaba dentro.
Esa mañana prometía ser igual a todas las demás, pero algo en el aire parecía anunciar que el día traería sorpresas que cambiarían la rutina de ambos. Nada puede ser perfecto, ¿verdad...?
Al poco tiempo, Zaida se levantó apresurada, sintiendo un dolor en la garganta. Se dirigió a la cocina, donde Elian ya había preparado el desayuno.
Zaida: Buenos días, mi amor.
Elian: Buenos días... ¿Estás bien?
Zaida: —tosiendo— Sí, ¿por qué lo preguntas?
Elian: Porque anoche sentí que te levantaste de repente y no volviste.
Zaida: ¿Y eso qué importa? Se supone que estos días estás más preocupado por tu libro, ¿no?
Elian: Estoy escribiéndolo, sí, pero eso no significa que no me importe lo que haces. Solo trato de encontrar el equilibrio. Entonces, ¿qué pasó anoche?
Zaida: Fui a una fiesta, ¿algún problema? ¿O ahora sí estás interesado en mí?
Elian: —suspira— Zaida, siempre me ha importado lo que haces. Solo estuve un poco distante porque quería avanzar con el libro. Pero no importa, hablemos de otra cosa.
Zaida: Como quieras. Pero saldré un rato, necesito correr un poco.
Elian: ¿No vas a tomar algo antes de salir?
Zaida: No es necesario, compraré algo afuera.
Elian: Está bien… pero ten cuidado.
Zaida lo miró con una mezcla de culpa y cansancio. Antes de cruzar la puerta, suspiró, se acercó a Elian y le dejó un beso en la mejilla.
Zaida: Perdóname por cómo estoy actuando. Me siento un poco mareada todavía. Saldré a correr para despejarme, ¿ok?
Elian: ¿Bebiste en la fiesta?
Zaida: Solo un poco, pero no te preocupes, estaré bien. Volveré pronto, te lo prometo.
Elian: Está bien, Zaida. Te estaré esperando.
Mientras Zaida se alistaba para salir a correr, dejó su celular en la mesa del comedor sin darse cuenta. Elian, aún sentado en la cocina con su taza de café, observó cómo ella se apresuraba para salir por la puerta.
Un par de minutos después de que Zaida se fuera, el celular comenzó a vibrar. Elian lo notó de reojo, y al principio dudó si debía mirarlo. Sin embargo, el brillo de la pantalla llamó su atención. Era un mensaje de alguien llamada "Marina".
Marina: "¡Zaida, fuiste una salvaje anoche con ese chico de la fiesta! Cuéntamelo todo cuando puedas, me muero de curiosidad."
Elian sintió cómo un nudo se formaba en su estómago. "¿Qué chico?" pensó, mientras su mente empezaba a llenar los vacíos. Recordó la actitud extraña de Zaida esa mañana: el tono cortante, el mareo, la forma en que evitaba mirarlo a los ojos.