UNO

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En la mañana de mi décimo noveno cumpleaños, mi madre me dio una peculiar noticia: tendría que ir a vivir un tiempo con mi abuelo, su padre. Como era de esperarse, la idea no me sentó nada bien. No quería vivir con mi abuelo en San Sebastián, un lugar pequeño y sin mucho que hacer. Aunque, siendo honesta, últimamente no me apetecía hacer nada en absoluto.

—Mamá, ¿por qué tendría que ir a vivir con el abuelo?

—Porque no sé qué más hacer contigo. No vas a la escuela, ni siquiera quieres salir de casa y… —mi madre suspiró pesadamente—. Creo que te hará bien ir y distraerte, respirar aire fresco y convivir con tu abuelo, que te ama tanto.

—Ni siquiera lo conozco realmente. Lo he visto contadas veces y, la verdad, no me apetece respirar ese "aire fresco de pueblo" —crucé los brazos en señal de desaprobación. No creía que mi madre pudiera obligarme a ir por nada del mundo.

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El camino a San Sebastián duró aproximadamente tres horas, aunque me parecieron décadas. Cuando bajé del autobús, una señora sostenía un cartel con mi nombre. Parecía de unos cincuenta y tantos años, con una sonrisa tan grande que no dejaba de ensancharse a medida que me acercaba.

—¿Usted es la señorita Isabel?

—Así es, ¿y usted es…?

—Aurelia, para servirle —dijo, antes de envolverme en un abrazo apretado y largo, sin previo aviso—. Su abuelo me envió a buscarla. Me dijo que se quedará un tiempo con nosotros.

El camino hacia la casa de mi abuelo fue tan incómodo como esperaba. Fuimos a pie desde la central hasta la casa, arrastrando las maletas por las desprolijas calles del pueblo. Aurelia hablaba sin parar, señalándome cada rincón, mientras yo solo asentía con la cabeza o respondía con palabras cortas.

—Por aquí está la iglesia. El padrecito es muy amable con todos.

—Ya veo.

—Este es el mercado. Vengo todos los días a comprar lo necesario para la comida. Puede acompañarme siempre que quiera.

—Gracias.

El trayecto continuó así hasta que, por fin, nos detuvimos frente a una gran casa. Estaba algo alejada del centro del pueblo, de hecho, bastante alejada del pueblo. Era una casona antigua, de esas que salen en las películas en blanco y negro, donde siempre ocurren grandes historias de amor o tragedias dramáticas.

La puerta rechinó escalofriantemente cuando Aurelia la abrió.

—Niña Isa, su abuelo no está en casa. La llevaré a su cuarto para que descanse un rato.

Subimos las escaleras cargando las pesadas maletas hasta llegar al cuarto que me habían asignado. La casa tenía cierto encanto y despertó en mí algo de curiosidad por recorrerla más tarde.

El cuarto era amplio y austero: una cama, un escritorio, un viejo ropero y una mesita de noche sobre la que descansaba un jarrón lleno de flores frescas.

—Póngase cómoda. Iré abajo a hacer la cena, porque seguro se muere de hambre —dijo Aurelia antes de salir disparada hacia quién sabe dónde, sin darme tiempo siquiera a darle las gracias.

Desempaqué las pocas pertenencias que traía conmigo y, cuando terminé, me senté en la cama sin saber qué más hacer. Decidí bajar a buscar a Aurelia. Tal vez podría ayudarle en la cocina o recorrer la casa; cualquier cosa sería mejor que quedarme encerrada en la habitación.

Bajé por las viejas escaleras y me encontré con un gran salón. No sabía hacia dónde ir ni recordaba el camino hacia la puerta de entrada. A lo lejos, comencé a escuchar un sonido tenue: música. Decidí seguirlo y llegué a la cocina.

Dentro, Aurelia se movía de un lado a otro con total soltura, tarareando al compás de las canciones mientras movía la cabeza. La escena me pareció tan graciosa como entrañable; jamás había visto a alguien trabajar con tal carisma en la cocina. El ambiente estaba impregnado de un aroma delicioso.

—Eso huele muy bien —dije entrando con cautela.

—¡Ay, Virgen Santa! —exclamó Aurelia, llevándose una mano al pecho—. Niña, le pido que no me asuste de esa manera.

—Perdóname, no fue mi intención.

—No la escuché entrar. Parece un fantasma —dijo mientras bajaba el volumen del pequeño radio que descansaba junto a la estufa—. ¿Terminó tan rápido de desempacar?

—Sí, no traía muchas cosas, solo algo de ropa y algunos libros.

—¡Libros! Si le gustan los libros, ¿por qué no va a la biblioteca de la casa? Tiene muchos y, con el tiempo, solo acumulan polvo. Nadie más que su abuelo los lee.

—Suena bien, aunque venía para ayudarte. ¿No necesitas una mano por aquí?

—Nada de eso. Hoy debería descansar del viaje. Ayúdeme la próxima vez. ¡Vamos, vamos! La llevo yo misma a ver los libros —dijo saliendo de la cocina mientras me llamaba agitando las manos. No tuve más opción que seguirla.

La biblioteca era amplia, con estantes llenos de ejemplares viejos y polvorientos, lo que indicaba que no estaba tan actualizada. Vagaba entre los estantes, leyendo los variados títulos. Había un poco de todo: Don Quijote de la Mancha, Romeo y Julieta, libros de poesía, historia, filosofía, herbolaria y medicina. Sin embargo, nada llamaba mi atención hasta que, en el último estante y en lo alto, encontré algo que encendió mi curiosidad.

Tuve que retirar algunos libros de abajo y "trepar" por los estantes para alcanzarlo. Aunque pudo haber terminado en un completo desastre, logré conseguir el peculiar cuaderno.

Era un cuaderno con tapas de cuero negro. En la portada solo se veía un número: "Dos", grabado con pintura dorada. Al abrirlo, encontré una letra manuscrita muy cuidada que decía: "Segunda parte". Justo debajo, el nombre "Pedro I.". Era el nombre de mi abuelo, y lo que tenía en mis manos parecía ser un diario.

No me parecía correcto leerlo, así que intenté devolverlo a su lugar. Sin embargo, al intentar colocarlo de nuevo en lo alto, el cuaderno cayó del estante y, con él, una vieja foto. Me apresuré a levantarlo y, al tomar la foto, no pude dejar de mirarla.

Era el retrato de un hombre, probablemente en sus veintitantos, era apuesto, su semblante era serio  y portaba con solemnidad un unforme militar.
Al reverso de la antigua fotografía tenia gravado a mano con excelente caligrafía el mensaje:

"Así me puedes ver todos los días. No me extrañes mucho.
Devotamente tuyo, Jorge N."

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Bueno, hasta aquí el primer capítulo, espero que les guste :')

Intentaré actualizar todos los viernes  (cuando no sufra por los exámenes).

Buena vida!!!

Att: La autora.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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Bajo la sombra de la Jacaranda- Jorge Negrete y Pedro Infante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora