Prólogo

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Es una madrugada serena de marzo en San Sebastián.

En la casa de los Infante, todos duermen y reina un profundo silencio, interrumpido solo por una tenue melodía que surge de las cuerdas de guitarras tocadas con maestría por algunos músicos fuera de la casa.

Pedro despierta lentamente, algo confundido ante tal escándalo. No es hasta que la melodía se acompaña de una voz perfectamente conocida para él que abre los ojos de golpe y se sienta sobre la cama.

"Eres mi bien la que me tiene extasiado,
por qué negar que estoy de ti enamorado,
de tu dulce alma que es toda sentimiento..."

Pedro se levantó rápida y torpemente de la cama. Sin encender la luz, se acercó lentamente hasta la ventana.

"De esos ojazos negros de un rato fulgor
que me dominan e insistan al amor,
eres un encanto, eres mi ilusión..."

Movió levemente la blanca cortina que separaba su visión de lo que ocurría afuera. Y allí lo vio. Jorge se encontraba de pie frente a su casa, vestido con un traje negro y portando un sombrero a juego que lo hacían ver increíblemente elegante. Pedro no podía negar que, en efecto, Jorge Negrete era jodidamente apuesto. Cantaba con los ojos cerrados, y Pedro pensaba en lo nervioso y apenado que seguramente se sentía, lo que le causó una extraña ternura.

"Yo ya sé que la gloria está en el cielo
y es de los mortales el consuelo al morir..."

Poco a poco fue recorriendo la cortina para poder ver mejor a aquel hombre alto que cantaba, con los ojos cerrados. Y justo en ese momento, Jorge abrió los ojos y se dio cuenta de que Pedro lo observaba desde la ventana. Se miraron directamente a los ojos sin parpadear siquiera, como si, en ese fugaz momento, solo estuviesen los dos. La mirada de Jorge era profunda, dulce y triste, y Pedro sintió que le faltaba el aire. Quiso salir en ese instante, lanzarse a sus brazos y besarlo allí mismo, frente a todos.

"Bendito Dios, porque al tenerte yo en vida,
no necesito ir al cielo, mi luz,
si alma mía, la gloria eres tú..."

Después de esos segundos que para ambos parecieron cien años, una luz se encendió en la casa. Jorge desvió su mirada hacia la ventana contigua a la de Pedro, terminó la canción y la música también se detuvo. En cuestión de minutos, la hermana menor de Pedro salió corriendo hacia los brazos de Jorge, lo abrazó fuertemente con una gran sonrisa y él le correspondió cortésmente.

Las mejillas de Pedro comenzaron a mojarse con las saladas lágrimas que brotaban de sus ojos. Él debía sentirse feliz por su hermana, estaba cumpliendo un sueño… el mismo sueño que él había tenido, el sueño de estar con Jorge.

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Canción: La gloria eres tú

Bajo la sombra de la Jacaranda- Jorge Negrete y Pedro Infante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora