Como un despertador, Éretic despertó al alba. Acnia se encontraba a su lado, con un brazo descansando encima de él, a la altura del estómago. Aún seguía durmiendo. Éretic la contempló pensativo. "Ayer no fue un día tan malo como esperaba. Con que eso era lo que sentía Sírcilo cada vez que estaba con todas esas mujeres... No, algo tan fuerte no se puede estar olvidando a cada viaje".
Por un momento, Éretic se puso en la piel de su aprendiz y comenzó a meditar en algo que le llamó mucho la atención. No pudo evitar pensar en su hermana. Todas las maravillas que le contaba de ella, ¿realmente la quería? Por un momento pensó que Sírcilo no le mentía y que había madurado. La próxima vez que viesen a su hermana, tendrían unas palabras esclarecedoras.
Volvió de nuevo al mundo real y miró a Acnia...
«Mierda...», pensó Éretic dándose cuenta de lo que había hecho «¿Cómo hace Sírcilo para olvidarlas?»
Éretic agarró el brazo de Acnia con cuidado y se lo quitó de encima. Se levantó y se acercó al lago para lavarse la cara y espabilarse. No pudo evitar quedarse mirando su reflejo pensando durante unos segundos más. Se volvió a mojar la cara y se quedó sentado en la orilla, con los pies cruzados, mirando el amanecer.
A media mañana, Acnia despertó con un intenso y prolongado bostezo. Estiró sus brazos y, al sentarse, vio que Éretic estaba sentado al lado del lago.
Por un momento, pensó en empujarlo y seguir jugando con él. Se acercó sigilosamente hasta escuchar su respiración. Lo observó, asomándose por un lado; tenía los ojos cerrados.
—Ni se te ocurra intentarlo —dijo Éretic abriendo los ojos.
—¿Intentar el qué? —preguntó Acnia de forma inocente. Éretic giró la cabeza y la miró, guardando un corto silencio.
—¿Siempre duermes tanto?
—Solo cuando estoy muy a gusto —sonrió.
Éretic volvió su mirada hacia adelante y agachó su cabeza, clavando los ojos en sus piernas.
—¿Te pasa algo? —le puso la mano en el hombro.
Éretic apretó los dientes con fuerza. Inspiró con fuerza por la nariz y expiró, soltando un suspiro.
—Lo que pasó ayer... —alzó su mirada hacia el lago— deberíamos centrarnos en cortar de raíz el problema que tenemos en tu reino.
—Me recuerdas a Kiftan —dijo cariñosamente.
—¿Nos vamos ya?
—No, aún no.
—¿Qué te queda?
—Que dejes de mirar el lago y me mires a los ojos.
Éretic la miró a los ojos y, antes de poder reaccionar, Acnia le había vuelto a besar. En esta ocasión no se sentía tan cómodo como el día anterior. Había meditado demasiado sobre las consecuencias y aún estaba confuso.
—Ya nos podemos ir —dijo Acnia tras separar sus labios de los de Éretic y sonreírle—. A comer algo; ¿no tienes hambre? —se levantó y fue a echar mano de su mochila.
—¿Todavía te queda comida? —preguntó Éretic intentando dejar de pensar en eso.
—Pues claro —de la mochila sacó una gran porción de queso, un trozo de pan y una navaja.
Acnia se sentó al lado de Éretic y ambos comieron, viendo el horizonte. Éretic deseaba irse de allí cuanto antes; necesitaba despejarse y, sobre todo, necesitaba ver a Sírcilo. Esa situación se le estaba escapando de las manos.
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El legado de Ferum
FantasyPremio Isla de las letras a la mejor novela de Fantasía 2017. Forma parte de las aventuras de Éretic y Sírcilo. Maestro y aprendiz tienen la difícil misión de devolver al mundo lo que es suyo, aquello que los Avizores pretenden controlar y eliminar:...