El primer grito rompió la quietud del bosque como una flecha por la noche. Irene corría a través de la espesura del bosque, tropezando con las raíces que sobresalían como para atraparla. La niebla era tan espesa que cada vez la hundía más y más en la oscuridad. No sabía si aún la seguían, pero podía sentir como unos ojos estaban clavados en su espalda.
- ¡Ayudaaa! ¡ayudaaa! - gritaba con toda la fuerza que le quedaba, pero era inútil, sabía que nadie iría a ayudarla.
El pueblo estaba demasiado lejos, y los que habían escuchado su primer grito ya habían cerrado sus puertas, apagado sus luces y corrido sus cortinas. Ella sabía que en Valle de las nieblas nadie abría sus puertas una vez que la niebla caía.
Un zumbido extraño llenaba el ambiente, como si la niebla misma murmurara su nombre. Se detuvo un instante para orientarse, pero el bosque se veía igual en todas direcciones. Las ramas parecían manos huesudas que querían atraparla.
Entonces lo escucho, un crujido de hojas.
Se giró temblando, no podía ver bien debido a la niebla, pero podía sentir como se acercaba, no era ni un animal, ni un humano.
Retrocedió lentamente como en un instinto de supervivencia, pero cayó al piso, sus manos tocaron un metal frío enterrado en la tierra húmeda, era una placa con inscripciones en otro idioma que no entendía.
Al tocarlo el murmullo de la niebla se detuvo. Todo quedo en un inquietante silencio.
Irene se quedó inmóvil, con el corazón latiendo a un ritmo frenético. Sintió como el aire se volvió más frío, hasta el punto que veía como su aliento formaba nubes pequeñas frente a ella.
-Irene...- la voz salió de la niebla, susurrante, alargada, como si el viento le hablaba directamente al oído.
Grito y cómo pudo se levantó y comenzó a correr nuevamente, pero esta vez no hubo raíces que la detuvieran. Sentía que su cuerpo se movía como si no le perteneciera, como si algo estuviera guiando sus pasos. Corrió sin rumbo hasta que vio una figura a lo lejos, no veía su rostro, pero sí su silueta, era una persona alta todo vestido de negro.
-Ayuda, por favor...- dijo con sus últimas fuerzas cayendo cerca de la figura.
La figura bajo la cabeza para observar a Irene y en un parpadeo la niebla se tragó a la figura y a Irene, sin dejar rastro de ninguno.
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La carretera parecía un hilo interminable que se deslizaba entre la niebla. Elena apenas podía ver más allá de los faros del auto. Estaba escuchando atentamente la radio "Otra desaparición en el valle de las sombras: Irene Sánchez de 20 años, es la séptima persona desaparecida en los últimos seis meses" en la radio no decían nada que Elena no supiera ya, otra desaparición sin pistas ni rastros.
La última vez que Elena había conducido por este camino tenía 17 años, cuando dejo su pueblo atrás luego de la repentina muerte de su madre, en aquel entonces, juro que jamás volvería. Pero ahora, con la carta en su bolso y el peso de las palabras "Ella no murió por un accidente" resonaban en su mente, no tenía opción.
El cielo estaba gris, tan pálido que parecía a punto de desplomarse. Elena aminoro la velocidad al acercarse al desvió hacia Valle de las nieblas. El letrero oxidado que alguna vez dio la bienvenida los visitantes estaba cubierto de musgo, como si el tiempo había decidido borrar el nombre del pueblo del mapa.
Al girar hacia el camino de tierra que dirigía hacia la entrada principal, algo se cruzó frente de su auto. Respiro hondo y miro hacia adelante, esperando ver algún animal. Pero no había nada más que la espesa niebla que le daba la bienvenida.
Con un escalofrió que le recorrió el cuerpo, encendió las luces altas y avanzo con cuidado. Una parte de ella quería dar la vuelta, regresar a la ciudad y olvidar esa carta. Pero la otra, la que llevaba 10 años acumulando preguntas, no podía hacerlo.
Cuando cruzo la entrada del pueblo todo parecía igual y, a la vez, tan diferente. Las calles estaban desiertas, las ventanas de las casas cubiertas con cortinas pesadas que apenas dejaban ver pequeñas sombras del interior.
El único movimiento provenía del viento, que arrastraba hojas secas y un murmullo casi imperceptible.
Estacionó frente al único bar abierto del pueblo llamado "El refugio del espectro", un edificio viejo con un letrero que se balanceaba perezosamente por el viento. Al bajar del auto, sintió como el frío viento le cortaba la piel.
A la distancia escuchó un campanario sonando, no eran ni las doce ni las seis, por lo cual no había motivo para hacerlo sonar.
Elena se quedó quieta por un instante, con la mano en el pomo de la puerta del bar. Podía sentirlo: el pueblo la estaba observando, aunque no había ojos atrás de la ventana, sabía que estaban allí. Una voz resonó en su cabeza, con una frase que le decía su madre cuando era niña "En este pueblo, las cosas no son lo que parecen, y cuando la niebla llega, no confíes en lo que ves".
Abrió la puerta, y el crujido resonó como un grito en el silencio.
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Aquellos que la niebla reclama
Mistério / SuspenseEn un pequeño pueblo rodeado de montañas y envuelto por una niebla persistente, una serie de desapariciones inquietantes desata el caos. Cada vez que la niebla desciende al caer la noche, alguien desaparece. Los rumores apuntan a una antigua leyenda...