Ciclo

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Nick iba manejando con una mano al volante mientras Marlon, el "nuevo conocido", revisaba sus fotografías en la cámara con una expresión concentrada. El silencio en el auto comenzaba a sentirse incómodo, y una duda surgió en mi mente.

—Oye, ¿qué era eso de "mi nuevo jefe"? —pregunté, rompiendo el hielo.

Nick me lanzó una mirada fugaz por el retrovisor antes de dirigir la vista a Marlon.

—Díselo tú —le dijo con una sonrisa burlona.

Marlon suspiró, como si estuviera acostumbrado a estas situaciones, y finalmente me miró. Su expresión parecía un poco más animada, aunque apenas perceptiblemente.

—Mi madre tiene una empresa, pero yo estoy a cargo de casi todo: contratos, despidos, administración en general. Estamos cortos de personal, así que... —empezó a explicar, pero Nick, como siempre, lo interrumpió.

—¡Hice que te contrataran! —anunció con una sonrisa, claramente esperando que yo reaccionara con entusiasmo.

Mis ojos se abrieron de golpe. Miré a Marlon, luego a Nick, y finalmente estallé.

—¿¡Qué?! ¿¡Estás loco?! Apenas estoy terminando mi último año en la universidad, ¡y quieres que trabaje en la empresa del primer tipo que te cruzas en la calle!

Nick me miró, y pude ver cómo apretaba la mandíbula al detenerse en un semáforo en rojo.

—¿¡Cuál es tu problema?! —respondió, elevando la voz.

Sabía perfectamente hacia dónde iba esto. La pelea ya estaba en marcha, como tantas otras veces. Nuestra relación siempre había sido un campo de batalla. Nick y yo éramos polos opuestos, y nuestras discusiones solían terminar en semanas de silencio. Él tenía 28 y yo 23, pero esa diferencia de edad nunca pareció importar cuando se trataba de enfrentarnos.

Nick había vivido conmigo y nuestros padres hasta que conoció a Lydia, a los 19 años, y aunque ya no estábamos bajo el mismo techo, nuestras peleas nunca cesaron. A veces pensaba que este ciclo constante de disputas era algo hereditario.

Sin decir una palabra más, esperé a que el auto se detuviera por completo. Bajé y caminé hasta el maletero, golpeándolo con la mano para que lo abriera. Nick, visiblemente molesto, lo abrió a regañadientes.

Mientras sacaba mis maletas, noté que Marlon decía algo en voz baja dentro del auto. La conversación pareció volverse más intensa, y de repente, Marlon salió del coche. Cerró la puerta con algo más de fuerza de lo necesario y se mordió el labio superior, como si estuviera debatiendo si decir algo o no.

—Déjame ayudarte —dijo finalmente, con un tono neutral, sin rastro de la frialdad inicial pero tampoco mostrando mucha emoción.

Me sorprendió su gesto. Mientras me ayudaba a sacar mis maletas, nuestras manos rozaron por accidente, y aunque fue un momento insignificante, sentí una extraña tensión en el aire. Marlon no dijo nada más, y yo tampoco.

Por un instante, pensé en disculparme con Nick, pero cuando miré hacia el auto y vi su expresión todavía molesta, supe que no tenía sentido. Nuestro patrón se repetiría: discutiríamos, dejaríamos de hablar por semanas, y eventualmente volveríamos a ser hermanos como si nada hubiera pasado.

Marlon colocó mi última maleta en el suelo y me miró brevemente antes de regresar al auto. Esta vez no me analizó como antes, solo asintió con la cabeza

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