La Enfermedad de Myne

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El invierno llegó de manera irremediable, recordándole aquel lema de una familia existente en una de las tantas sagas de fantasía que alguna vez leyó. Winter is coming, como dirían los personajes de la casa Stark en Canción de Hielo y Fuego... bueno, pues el invierno ya estaba ahí, sin caminantes blancos por suerte.

Desde el verano hasta ese momento sus conocimientos sobre el mundo en que ahora vivía se habían ampliado mucho.

Nació en la zona más pobre de la ciudad principal del ducado de Ehrenfest en un reino llamado Yurgensmith. La gente común, los plebeyos, hacían todo tipo de trabajos un poco acordes a la época medieval en la Tierra. Herreros, carpinteros, curtidores, ebanistas, cocineros, cocheros, comerciantes, soldados, tejedores, modistos...

La moneda no tenía un nombre propio, pero existían los cobres chicos, medianos y grandes, las platas chicas, las platas grandes, los oros pequeños y los oros grandes... y ella había juntado bastantes de todas gracias a los conocimientos que estaba poniendo en práctica para producir cosas que la gente necesitara o pudiera usar a un precio más accesible que lo ya existente.

Existían nobles, por supuesto, que vivían en su propio barrio o ciudad. De ahí que al lugar en que ella vivía se le denominara "ciudad baja" y el nexo entre ambos sectores era el Templo.

Si bien existían los libros, no existía el papel. En ese lugar, al menos, nadie había descubierto que podían producir hojas apropiadas para la escritura utilizando madera de los árboles, así que seguían utilizando pergamino y tablillas de madera, lo cual era muy costoso. De ahí que los libros fueran exclusivos de los nobles... o casi, ella poseía uno que compró en el mercado la semana siguiente a su traumático encuentro con ese horrible árbol carnívoro llamado trombe.

Ese libro, ese único libro sobre botánica le hizo recordar la felicidad inmensa y adictiva de la lectura.

Era su mayor tesoro.

Lo leía para relajarse cada vez que tenía tiempo libre y de paso aprendía sobre las propiedades, nombres y formas de diversas plantas. Cada vez que lo leía se lamentaba por no comprarlo en cuanto tuvo dinero suficiente porque el libro mencionaba con claridad al maldito trombe que intentó tragarla.

No tenía idea de quien lo dejó en la ciudad baja, lo cierto es que se alegraba de haberlo comprado porque de ese modo tenía algo con que entretenerse durante su estadía en cama durante el invierno y podía asegurarle a su familia que jamás tocaría otra planta peligrosa en lo que le quedaba de existencia.

Por otro lado, no importaba cuanto se esforzara en ejercitarse. O cuanto mejorara la comida que ingería. O que ahora supiera como preparar algunos ungüentos y cataplasmas a base de plantas para prevenir la fiebre, esta siempre terminaba por llegar y dejarla postrada en cama. Peor aún. El frío demostró ser su peor enemigo en esta etapa de su vida y la realidad era que el invierno en Ehrenfest era abrumador.

Nieve y ventiscas se aseguraron de dejarlos a todos encerrados por más de un mes. Su familia se habría quedado sin un modo de calentarse si ella y Lutz no hubieran conseguido cada uno un ladrillo para colocar en la estufa por un rato en las mañanas y luego por las noches para ahorrar leña, un truco que aprendió con los años en su vida anterior.

—Solo espero que la Orden de Caballeros se apresure a derribar al Señor del Invierno —comentó su padre durante el día más frío de aquel crudo invierno. Tan frío, que el cielo gris plagado de nubes y nieve no permitía que pasara mucha luz solar.

—¿La Orden de Caballeros? ¿Ellos son los que me salvaron del trombe? —preguntó ella todavía en la cama, con un paño húmedo en su frente y su amado libro recostado junto a ella, cerrado para evitar leer con tan poca luz y arruinar su vista.

La Revolución de MestionoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora