El salón brillaba con un resplandor casi cegador, las arañas de cristal iluminaban cada rincón y las risas falsas llenaban el aire. En una esquina discreta, un grupo de funcionarios murmuraba con desdén, sus miradas ocasionales dirigidas a un joven rubio que parecía completamente ajeno a su presencia.
—Siempre es lo mismo, ¿no? Esa arrogancia de creer que es el mejor.
—Típico de quienes tienen más dinero que cerebro —añadió otro, ajustando con torpeza su reloj caro.
El rubio, con una copa de vino en la mano y un aire de indiferencia perfectamente calculado, alzó una ceja. Dejó que el silencio pesara antes de hablar, su voz tan afilada como un cuchillo.
—Tienen razón. Es agotador ver a alguien pavonearse como si el mundo girara a su alrededor.
Los funcionarios se miraron entre sí, complacidos, asintiendo con entusiasmo. Alguien que compartía su opinión, por fin. Uno de ellos lo observó más detenidamente, ladeando la cabeza con curiosidad.
—¿Sabes? Me resultas familiar... como si te hubiera visto en algún lado.
El joven rubio esbozó una sonrisa vaga, casi burlona.
—No lo creo. Pero es halagador que lo pienses.
Otro funcionario, más atrevido, lo midió con descaro.
—Quizás trabajas en alguna oficina como asistente o algo así. Digo, la mayoría que viene a estos eventos no son nadie hasta que consiguen contactos.
El rubio ladeó la cabeza, dejando que una sonrisa lenta se extendiera por sus labios, una sonrisa que no llegó a sus ojos grises.
—Es posible. Aunque, si ese fuera el caso, ¿no sería curioso que alguien como yo atrajera tanto tu atención?
El grupo soltó unas risas nerviosas. Uno, aparentemente decidido a romper la tensión, extendió su celular hacia él.
—¿Qué tal si te unes a nosotros luego? Pásame tu número. Alguien como tú seguro quiere abrirse camino en este mundo.
El rubio dejó escapar un suspiro, tomó el teléfono y comenzó a escribir, sus movimientos deliberados y tranquilos. Mientras lo hacía, uno de los funcionarios comentó:
—Es bueno ser ambicioso. Seguro quieres empezar desde abajo y hacer contactos. Es lo que hacemos aquí.
Terminó de escribir y le devolvió el celular con una mirada penetrante.
—Ambición, claro. Aunque, honestamente, no suelo empezar desde abajo. Eso lo dejo para los que necesitan demostrar algo.
Los hombres lo miraron confundidos, pero antes de que pudieran responder, un anuncio resonó en las bocinas:
—Por favor, recibamos con un fuerte aplauso al ganador del premio Mejor CEO del Año.
El rubio dejó su copa sobre una mesa cercana con un movimiento calculado. Se alisó el cabello con la misma calma que si estuviera en su propio vestidor y luego lanzó una mirada gélida al grupo.
—Un consejo: si desean criticar a otros, háganlo con más elegancia. De lo contrario, terminarán exactamente como ahora: insignificantes, ridículos y fuera de lugar.
Sin más, giró sobre sus talones y caminó hacia la alfombra roja. Las luces lo iluminaron, y los flashes lo siguieron como si fuera el epicentro de ese universo. Cada paso suyo irradiaba una autoridad innata, el tipo de poder que no necesita anunciarse.
Los funcionarios quedaron en silencio, sus rostros pálidos. Una mujer con un vestido elegante apareció a su lado, entregándoles tarjetas blancas con letras doradas que rezaban: Malfoy Holdings International.
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𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍'𝐒 𝐁𝐀𝐑𝐆𝐀𝐈𝐍 | 𝐇𝐀𝐑𝐂𝐎
ActionEn un mundo donde los demonios caminan entre los humanos, un accidente une los destinos de Harry Potter, un demonio poderoso, y Draco Malfoy, un heredero tan ambicioso como desconfiado. Durante un encuentro inesperado, Harry, en un acto poco común p...