El grupo de 9 estaban encima de la espalda del Titán Azurda, mirando asombrados lo que pasaba debajo de ellos.
Los Titanes de los continentes principales, o mejor dicho, todos los Titanes mayores estaban fundiéndose con la tierra escondida debajo del Mar de Nubes, un mar que ya no existía, retirado como si fuera una capa o cortina.
Todos tardaron un segundo en comprender lo que pasaba hasta que lo entendieron.
Tras unos segundos en que el grupo de nueve procesaron lo que vieron, lo que significaba para toda la vida de su mundo, el joven que comenzó todo esto hablo.
-Abu... entonces, era aquí donde estaba el Elíseo. Desde el principio-.
-Si, Rex... creo que tienes razón- respondió Azurda.
El lugar por el que lucharon todos, donde se suponía que la humanidad vivió en el inicio del mundo y fue expulsada por algo que nadie sabía, no había estado en la cima del Árbol del Mundo, sino abajo.
Pronto, la atención de todos paso de abajo hacía arriba. Cometas sobrevolaban el cielo. Debían ser partes o fragmentos de la cima del Árbol del Mundo tras explotar. Caían como estrellas fugaces en el cielo del atardecer, cayendo partículas de luz rojizas, dando un espectáculo hermoso que maravilloso a todos.
Rex miro el cielo, antes de bajar la vista hacía su mano izquierda, donde sujetaba un pequeño cristal con forma de barra larga y plana con dos pequeños brazos de color verde, pero que ahora tenía un tono oscuro y apagado, como una fuente que no tiene energía.
-Por fin hemos llegado-.
Lo encontraron. Tras tantas luchas, enfrentar y superar diversos obstáculos y enemigos, desde un simple bandido hasta el máximo exponente de la representación y maldad en Alrest... finalmente lo hicieron. Encontraron el Elíseo.
Y todo gracias a ellas.
El grupo de héroes de diferentes partes de Alrest se sentaron en la espalda del Titán que seguía volando en el aire, apoyados en el cuerpo del gran tigre que no le molestaba el peso encima. Todos disfrutando el espectáculo que las partículas rojas y los restos del Árbol del Mundo cayendo como estrellas fugaces. Este atardecer que estaba sucediendo estaba marcando no solo el final del día, sino el final de sus luchas, el final del viejo mundo para abrir paso a un nuevo mañana para todo el mundo.
Pandoria tomo el brazo de Zeke, que intento apartarla para guardar las apariencias, pero la Blade fue firme en su agarre en el brazo de su Piloto, haciendo que este se rindiera al instante y la dejara.
Tora y Poppi, con la inocencia y el brillo infantil en sus ojos que los caracterizaban, movían sus cabezas de un lado a otro, observando las partículas, Poppi incluso intento tomarlas en sus manos.
Mòrag y Brighid observaron el brillo con la calma que les caracterizaba, pero su felicidad no siendo menor que la de sus compañeros, solo que tenían la compostura para no ser tan expresiva como los demás, pero con todo lo que había pasado y lo que sucedía ahora, hasta para ellas era imposible ocultar su felicidad.
Nia envolvió sus brazos alrededor del cuello de Dromarch, y el Blade con forma de tigre uso su cabeza para acariciar la mejilla de su Piloto, que devolvió la caricia de la misma forma. Ambos felices por haber llegado al final del viaje que los cambio para siempre.
Los ojos de Nia se posaron en la espalda del único del grupo que no tenía Blade. Él, quien fue que los reunió a todos en primer lugar de forma consciente e inconsciente. Él, que con su optimismo que rayaba lo ingenuo fue la luz para motivar a todos a seguirlo. Un chico buceador que terminó por convertirse en un héroe mayor que el propio héroe reverenciado de hace 500 años.
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La Egida Perdida (Capitulo piloto)
General FictionPyra y Mythra no despiertan al final de la aventura en Alrest. En su lugar, despiertan en un mundo que no reconocía, pero con cosas inquietantemente familiares, como la cabeza de un Titán adornada como un fondo de alguna pintura, o la chica de oreja...