El rey

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-Veamos las cifras – dijo el hombre del trono.

Aquella reunión no se mantenía en la típica sala con una gran mesa y gente alrededor, de hecho la habitación distaba muchísimo de un lujoso despacho, más bien parecía un edificio a medio construir. Las paredes eran grises y lisas, los cuatro pilares que sostenían el techo ni si quiera tenían recubrimiento; la luz iba a cargo de dos pequeñas lámparas adheridas a las paredes laterales, que apenas conseguían sacar la habitación de la penumbra y el aire traía restos de cenizas. El trono estaba al fondo, era negro con un tapizado rojo, que empezaba a dar muestras de los siglos transcurridos.

Los empleados tampoco estaban sentados, esperando con bonitas y coloridas presentaciones sino que formaban dos filas delante del trono, esperando pasar lo mas desapercibidos posible.

-¿Qué es esto? – gritó el hombre.

Aquel grito hizo que sus súbditos retrocedieran. Entre ellos se veía toda clase de estilos, algunos vestían trajes caros, otros ropa casual e incluso había un par con uniforme del McDonal's. Pero todos y cada uno de ellos temía a aquel hombre que disimulaba la tripa con un traje negro y empezaba a quedarse sin pelo.

-Señor –empezó nervioso uno de los trajeados – es una zona difícil.

-Yo tuve esa zona – gruñó.

-Los datos no son tan malos, señor. Es solo que Suiza baja las cifras, casi todos los que están allí ya han hecho un trato y los que no tienen dinero suficiente para conseguir lo que desean. Además...

-Me aburres – interrumpió el rey, chasqueó los dedos y el joven ardió durante unos segundos dejando un pequeño montón de cenizas en el sucio suelo – llamad al nuevo.

Uno de los ayudantes que había en la puerta salió. Dos minutos después volvía acompañado de un chico de unos quince años.

-Querías una oportunidad – le dijo el rey dándole el informe – no la fastidies.

El chico asintió.

-Lo mismo va para el resto – dijo levantándose – cuando yo recogía almas, si bajabas aunque fuera por una el limite, Lucifer te hacia pedacitos solo para volverte a juntar y romperte de nuevo.

Se paseó entre las filas, nadie se atrevía a hacer ningún movimiento y eran pocos los que se atrevían a mirarle.

-No podemos mantener el infierno con estas cifras – el rey esbozó una pequeña sonrisa – El próximo que no cumpla la cuota, que subiré en breve, terminara como el señor excusas – pisó el montón de cenizas – Largaos.

Todos se desvanecieron, excepto los dos ayudantes de la puerta.

-Vosotros también – salieron - ¡Estoy rodeado de inútiles!

El rey retrocedió y se dejó caer sobre el trono, dejó escapar un leve silbido y ante él aparecieron dos perros aterradores. Eran lo bastante grandes para confundirse con un par de potrillos; el pelo era negro y brillante y tenían los ojos completamente vacios.

-Míralos – dijo acariciándolos – los únicos que cumplen en todo el maldito infierno.

Uno de los ayudantes llamó a la puerta.

-¡¿Qué?!

-Hay una llamada señor

-¿Y no puedes atenderla tu?

-Es el cielo, quieren una reunión con el rey en terreno neutral.

-Interesante – dijo de mejor humor – creo que nos toca a nosotros decidir, dales la ubicación cinco, será divertido ver la cara del angelito que envíen allí.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora