Lucifer

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Reaparecieron a las puertas de otro bar, esta vez en Italia. Mucho mejor que el anterior, al menos eso parecía por fuera, cuando entraron se encontraron con una batalla campal. Seis hombres peleaban entre ellos y los que no se peleaban intentaban detener la pelea. Todo el mundo estaba metido, excepto un hombre rubio con el pelo largo, que miraba divertido sentado a una mesa.

-Mi señor – se acercó el rey.

-¿Ya es el apocalipsis? – preguntó sin quitar los ojos de la pelea.

-No señor.

-Entonces ¿para qué me molestas?

-Su hermano ha llamado, mi señor.

-¿Cuál?

-Yo

-¡Rafael! ¿Qué uña se te ha roto esta vez?

-¿Qué les has hecho? – pregunto el ángel.

-Como si hiciera falta, yo no tengo nada que ver – rió – bueno ¿me vas a decir que pasa?

Rafael se limitó a mirar a su hermano con incredulidad.

-¿Y bien? – volvió a preguntar esta vez a su súbdito.

-Han perdido a Eva, señor – dijo el rey rápidamente.

-¿Habéis perdido a Eva? – Las carcajadas del diablo resonaron en el local y detuvieron la pelea – Una pena que Dios ya no esté por aquí, el castigo habría sido épico. Padre siempre fue muy creativo con los castigos.

La multitud miraba atónita a aquellos dos hombres que parecían a punto de matarse. Lucifer se giró hacia ellos y el bar quedo vacio en menos de un minuto.

-Hermano – dijo el diablo con la mano en el pecho – me duele que me consideres capaz de secuestrar a Eva, con lo bueno que he sido siempre.

-No estoy aquí por eso – le espetó Rafael – quiero que hables con ella.

Lucifer le hizo un gesto al rey, que se desvaneció y se levantó de la mesa.

-No he oído las palabras mágicas – dijo acercándose a Rafael.

El arcángel cogió al demonio por el cuello, mientras este se limitaba a reírse.

-Si quieres que lo haga tendrás que pedirlo bien.

Rafael lo soltó.

-¿Podrías buscar a Lilith? – Lucifer se quedó mirándolo con una sonrisa – Por favor.

¡Ves! Tampoco era tan difícil, Padre estaría orgulloso. No hay que buscar mucho, vamos hermanito – dijo rodeándole con el brazo – Vale... - dijo cuando Rafael lo empujó – no nos abrazaremos.

Rió de nuevo y se desvaneció.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora