III. Curiosidad temporal.

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Fernando.

—¿Qué rayos haces en mi casa?— le preguntaron tras haber forzado la invitación hacia adentro.

Mónica quedó escéptica unos momentos, mientras que él se limitaba a escrudiñar el lugar, como si fuera su primera vez pisándolo.

—No tenía nada que hacer— respondió sentándose en el sofá —ya tiene bastante tiempo que no venía por aquí.

—Qué maravilla, me honras con tu visita. Pobre de ti, tuviste que caminar ocho pasos para venir aquí.

—No me culpes, a veces estoy tan ocupado como para venir a verte, además ¿para qué vendría de todas formas?— le dijo de manera inquisitiva.

Observó que los nervios reinaban su cuerpo, pero más allá de verlo, se dijo a si mismo que ella trataría de ser astuta. De sobra, nada eran casualidades.

—¿Para qué me necesitas?— preguntó ella caminando hacia la cocina y regresando con un vaso de agua.

—Para nada en realidad— resopló —¿sola en casa?

—Mi hermano está arriba jugando videojuegos— contestó entregándole el vaso —¿ya me vas a decir para qué viniste o esperas que te saque la información a coscorrones?

—Tengo unas preguntas.

Rodó los ojos, anticipando sus intenciones —¿Kilian te mandó verdad? Ya le dije que me deje de joder.

—Espera, ¿qué tiene Kilian que ver en esto?– dijo como si no se esperara aquellas palabras.

Tenía la confianza en sí mismo como un buen actor. Aunque la tenía difícil, ella ya se sabía esos trucos de memoria. O eso pensó.

—¿No te envió él a preguntarme algo?– parpadeo desilusionada.

¿Acaso estaba ciega? Punto para el género masculino.

Negó con la cabeza, demostrando con ingenuidad una inocencia que claramente no portaba.

—Eso esta raro... ¿cómo sé que no me estás mintiendo?

Se encogió de hombros.

Ahora debía usar su as bajo la manga.

—Venía a preguntarte sobre tu primo.

—¿Mi primo?– respondió sacada de onda.

—Sí, después de todo, me debes una explicación del porqué tuve que cuidarlo en mi ida al baño.

Ella se sentó a su lado en el sofá y prendió el televisor haciéndose notar la inseguridad de darle la explicación corta o larga a Fernando. Eligió la primera al sentir que éste le arrebataba el control de la mano, exigiendo atención.

—No quería cuidarlo ¿ok?– respondió– toda la mañana se la pasó detrás de mis espaldas y me hacia difícil el día.

—¿Y por eso me pasaste el mandado a mi?

—Bueno, sí...–suspiró– tu eres hombre, entre su raza se entienden.

Se sintió ofendido por ello, así que decidió atacar, directo al grano.

—Según tú, la compensación por ello era presentarme a Mabel.

—¿Qué? claro que no, te la presente porque sabía que después me preguntarías su nombre, si te lo daba o no tu igualmente la buscarías, la molestarías, saldrían y luego romperías con ella.

—¿Y eso qué? Me conoces perfectamente, nunca me he metido con ninguna de tus amiguitas.

—Eso no lo sé –dijo haciendo una mueca– no estoy segura de poder creerte lo suficiente, prefiero ahorrarme inconvenientes.

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