Domingo, 26 abril

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«Me gustas.»

Cuando recibí ese mensaje algo floreció en mi interior, algo que yo intenté matar con el siguiente mensaje:

«No lo creo, el otro día me viste feliz,» empecé a escribir y pensé porque estaba contigo, pero no lo escribí y seguí así el mensaje: «pero sigo teniendo días en los que me siento como una mierda y me amargo sola.»

No quería ilusionarme, no quería pensar que esto podría ir más allá de una amistad porque simplemente mi vida amorosa siempre había sido nula.

«Pues para eso estaré yo, para animarte.»

La sonrisa que se formó en mi cara fue demasiado grande, yo no podía ilusionarme por eso.

¿Qué pasaría si luego él sólo sentía leve atracción por mí? ¿Sería capaz de soportar mis mierdas depresivas más un corazón roto? Pero es que él también había tenido depresión y se le veía tan malditamente feliz... ¿por qué yo no podía ser como él?

Aunque él me decía todo eso, él seguía teniendo el corazón roto por su ex y no confiaba en tener una relación, eso me lo dejó claro muchísimas veces. Entonces, ¿por qué me decía todo el rato que le gustaba? ¿QUE YO LE GUSTABA A ÉL? Qué cosa más extraña.

No sé cómo, pero esa conversación había sido en la madrugada del domingo y por la tarde quedamos.

Yo tenía vergüenza, muchísima, así que las ganas de abrazarlo y darle besos en la mejilla se quedaron a flor de piel, pero sin salir, así que cuando se fue me quedé con ganas de sus abrazos.

Sus abrazos eran y siguen siendo absolutamente geniales, siempre me reconfortan de una manera que me encanta, y su olor me relaja.

Pensamientos suicidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora