Los comienzos felices

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—Hola—lo saludó la chica—. Tú debes de ser InviernoDeTinta.

Al escuchar su nombre de usuario dicho por ella se dio cuenta de lo patético que sonaba.

Bajó la taza y respondió un poco más tarde de lo que le hubiera gustado; la melodiosa voz de Primavera67 lo había dejado aturdido.

—El mismo—afirmó—. Aunque, ahora que lo pienso, tal vez no acerté en la elección de mi nombre.

Invierno extendió la mano con un movimiento torpe y un destello de diversión iluminó los ojos de la chica antes de que se la estrechara.

Con la otra mano, Primavera67 se señaló los labios para indicarle a Invierno que los tenía manchados de chocolate. Él se sonrojó y enseguida cogió una servilleta de papel y se limpió. Ella se echó a reír con una risa aún más bella que su voz, si es que eso era posible.

Se quitó el abrigo y se sentó en la silla de enfrente.

—A mí me gusta. Es un nombre bonito para alguien que tiene un blog literario — comentó.

—Aun así, llámame Invierno.

—Yo soy Primavera.

Primavera... Su nombre empezaba con fuerza y acababa en un suspiro. Le pareció hermoso.

—Parece ser que estabas en lo cierto al decir que ya sabríamos cómo reconocernos —comentó él.

La chica apoyó la cabeza en la mano, denotando interés. Invierno seguía nervioso, incluso más que antes, pero ella actuaba con completa naturalidad.

—Lo supe claramente gracias a nuestras conversaciones. Tú y yo somos como dos partes de un todo, destinadas a encontrarse —dijo con una sonrisa burlona. Irguió la espalda y se inclinó hacia delante. Bajó la voz—. A parte, a esta hora suele haber poca gente en las cafeterías y entre tú y el hombre del periódico, no ha sido muy difícil adivinar quién era InviernoDeTinta.

Sin embargo, pese a que Primavera lo había dicho en broma, él sí que se había sentido así al verla; como una de las partes de un todo que encuentra a su otra mitad.

Dio otro sorbo a su chocolate caliente sin dejar de sonreír. No sabía cuándo había empezado a hacerlo, pero al parecer la sonrisa lucía permanentemente en su cara.

Fue entonces cuando reparó en que Primavera no tenía nada para beber.

—¿Quieres tomar algo? Yo invito —le ofreció.

—No, gracias. He desayunado en casa y ahora no me apetece nada. No debería haberlo hecho —suspiró y ladeó la cabeza—. Pero, de todas formas, este lugar es un poco aburrido. ¿Por qué no nos vamos a otro?

Invierno miró a su alrededor.

La cafetería El Arrebol era su favorita. Las paredes llenas de cuadros hermosos, las sillas y mesas de madera rojiza, la luz dorada que bañaba los rostros de aquellos que se decidían a entrar... hacían del local un lugar acogedor. Sin embargo, ahora que Primavera se encontraba en él, daba la impresión de que había absorbido toda la belleza que la rodeaba y ya no le parecía tan bonito.

—Tienes razón, es bastante aburrido —asintió.

—Yo sé adónde podemos ir. Sígueme.

Primavera se levantó de la silla y se puso el abrigo.

Invierno se acabó el chocolate caliente de un trago antes de imitarla y dejó unas cuantas monedas encima de la mesa —la dueña de El Arrebol había vuelto a meterse en la cocina y se escuchaba su voz desde fuera, así que supuso que estaba hablando por teléfono y no quiso molestarla—. Sospechó que en total había más dinero del que valía la bebida, pero en ese momento no le importó.

Su nombre es PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora