Mirarse a los ojos y decirse "te quiero"

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En efecto, la historia de Primavera e Invierno tuvo una continuación feliz.

No querían volver a casa, porque eso supondría estar lejos el uno del otro durante un tiempo —aunque solo fueran horas—, pero, cuando ese día, el primero de tantos, llegó a su fin, ninguno de los dos pudo eludir la temida despedida. Eso sí, prometieron volver a verse al día siguiente.

Por la noche a ambos les costó conciliar el sueño. Seguían emocionados por todos los sucesos de ese día y no podían dejar de pensar el uno en el otro. De hecho, cuando volvieron a quedar, las ojeras no les pasaron desapercibidas y decidieron ponerle el nombre de "La noche de duermevela y sentimientos a flor de piel".

Pronto hubo muchas más noches como esa, de las de mirar al techo y soñar despierto. Sin embargo, a menudo se veían interrumpidas por mensajes de "solo han pasado unas pocas horas y ya te echo de menos" y casi al momento comenzaban sus interminables y melosas conversaciones, las cuales Primavera se encargaba de llenar de emoticonos.

Aun así, ni millones de mensajes calmaban el deseo vehemente de estar cara a cara y con las manos entrelazadas; el deseo de abrazarse, de besarse y de amarse como nadie antes había osado hacer. Nunca se cansaban de mirarse a los ojos y decirse "te quiero".

No obstante, mientras ellos cumplían promesas de amor y vivían felices en su idílico mundo, el resto de la gente sufría las consecuencias de su enamoramiento y empezaba a resentirse: ese año el invierno fue mucho más caluroso de lo normal y nevó en primavera.

Todo el mundo empezó a especular. Algunos creaban teorías abstractas y proclamaban a los cuatro vientos que el fin estaba cerca, otros hablaban del cambio climático. Yo estaba de acuerdo con los del último grupo, pero, en secreto, discrepaba en un punto: en mi opinión, el término adecuado era amor.

Su nombre es PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora