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Durante toda la primera y segunda evaluación me dediqué a comprar ropa inútil, un móvil nuevo, tenis que no podía ni mirar por que me deslumbraba, pintándome las uñas todos los días, saliendo con uno cada semana.. Me hice un álbum con fotos de Daniela, como si la estuviera adorando; y cada vez que la veía le sonreía (con ganas de portarle encima) y le dejaba pasar (con ganas de ponerle la zancadilla). Y no, no me enamoré. Y esperé, y esperé, hasta que un día Daniela me regaló una pulsera y me dijo que volvíamos a ser amigas.

El colegio estaba a punto de acabar y no pensaba cagarla, pensé. Tenía que buscar un motivo para no salir con ellas en verano. ¿Y qué hice? Mentir. Dije a mis padres que me iba todo el verano de vacaciones con los padres de Ruth, y a ellas que me iba todo el verano con mis abuelos. Y me fui a casa de mi abuela. Mi abuelo no estaba vivo, y mi abuela se olvidaba de las cosas, por lo que nunca llamó a mi padre.

En septiembre, volví a casa, preparé mis libros, y mi mochila, escogí la ropa adecuada, y me fui a cama.

Al día siguiente, cuando mi madre vino a despertarme, se quedó mirando mi pared, le di un susto por atrás y me tiró el café en la ropa. "Mierda"-grité.
Mi madre me recordó que no debía de hablar así, a lo que yo le contesté: "pero papá lo hace". "En la casa de tu padre mandará el, pero aquí mando yo"-respondió. Aún encima de empezar en el instituto, estaba en el medio de dos padres cabreados que no se daban cuenta de que llevaba ocho años y medio sin importarme su puta separación de mierda. Es como: "Hey hola mamá, hola papá. Quería recordaros que me importa bien poco que os llevéis mal, así que discutir entre vosotros y no me metáis, ya tengo bastante con mis problemas adolescentes."

Lo malo es que eso se quedó en mi mente pero nunca llegué a decirlo en voz alta.

si el corazón hablaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora