El aire fresco de Edirne traía consigo un matiz diferente aquella mañana. El aroma especiado que normalmente reconfortaba los sentidos parecía teñido de algo más, un nerviosismo que no terminaba de definirse. La inquietud imperceptible se filtraba en el ambiente, como un hilo invisible que tensaba cada gesto, cada mirada. Las noticias que llegaban de la capital habían sacudido los cimientos del Imperio.La ejecución del visir Husrev Pasha había desatado una tormenta de especulaciones. Nadie entendía las razones que habían llevado al sultán a ordenar la muerte de uno de sus hombres más cercanos. Las explicaciones eran escasas y contradictorias, lo que solo alimentaba la voracidad de las habladurías.
Aquello no era una sorpresa. El sultán y la regente madre eran expertos en eliminar obstáculos, incluso si estos se encontraban en su círculo más cercano.
Bajé la mirada al anillo que colgaba de una cadena alrededor de mi cuello. Lo sostuve entre los dedos, su superficie fría contra mi piel era un recordatorio constante de aquello que prefería no revivir. Antes de que las emociones se derramaran como una copa demasiado llena, lo escondí de nuevo bajo mi camisa, junto con la tristeza que amenazaba con brotar.
Desvié mi atención hacia el edificio. La taberna era de dos pisos, y desde nuestra posición podía vislumbrar el interior. En la planta baja, algunos hombres bebían con entusiasmo en la barra, mientras otros comían en mesas abarrotadas. Me incliné un poco más, notando las escaleras que llevaban al segundo piso, donde probablemente había habitaciones para los clientes que buscaban privacidad.—¿Seguro que es aquí? —pregunté, volviendo mi mirada a Berat.
Él levantó la mano ligeramente, llamando la atención de un joven que atendía las mesas. Su capucha proyectaba sombras sobre su rostro, pero sus ojos marrones brillaban con una intensidad que delataba confianza.
—Sí. Escuché que, después de encontrarse con Acar Efendi, vendrían aquí. —Habló con voz baja, apenas audible entre el ruido del bazar. Luego, sin mirarme, agregó al joven que se acercó:— Dos cafés.
El muchacho asintió y se retiró, perdiéndose entre las mesas con la agilidad de alguien acostumbrado al caos.
Berat volvió a centrar su atención en mí, sus ojos observándome con un brillo inquisitivo. Solté un suspiro, desviando la mirada hacia los hombres en la mesa contigua. Estaban inmersos en una discusión acalorada. Desde que entramos al bazar cada una de las casas de té y las tabaneras estaban igual. Todos hablaban de la ejecución reciente y de las revueltas de los Sipahis en la capital.
—Solo hay que esperar a que lleguen —comentó Berat. Su voz tenía el tono pausado de alguien acostumbrado a esperar, pero había una pizca de impaciencia en la manera en que tamborileaba los dedos contra la mesa—. No deberían tardar mucho. Solo iban a recibir instrucciones.—Eso espero —respondí, cruzando los brazos mientras lo miraba con algo de apremio—. Azra me encargó comprar los ingredientes para la comida, y si no los llevo a tiempo, va a perder la cabeza.
—Ni hablar. La última vez no nos dejó ni tocar un plato de arroz porque no llevamos la pimienta que pidió.Berat soltó una risa breve, apenas un resoplido. Levanté las cejas, recordando la escena.
—¿Quién se toma tan en serio la pimienta?
—Azra, por supuesto. —Berat ladeó la cabeza con una sonrisa divertida—. Aunque, admitámoslo, tiene razón en ser exigente. Su comida es de las pocas cosas buenas que tenemos.
Me reí suavemente, justo cuando el joven camarero llegó a nuestra mesa con dos pequeñas tazas de café humeante y un plato con delicias turcas.—Es una fortuna que aún vendan café aquí —comenté, inclinándome para inhalar el aroma fuerte y ligeramente terroso.
Berat tomó su taza y, después de un sorbo, puso una expresión de claro disgusto.

ESTÁS LEYENDO
𝐑𝐞𝐯𝐞𝐧𝐠𝐞 𝐀𝐧𝐝 𝐋𝐨𝐯𝐞 (𝐒𝐮𝐥𝐭𝐚𝐧 𝐌𝐮𝐫𝐚𝐝)
Fanfiction𝗥𝗲𝘃𝗲𝗻𝗴𝗲 𝗮𝗻𝗱 𝗟𝗼𝘃𝗲 | "𝗘𝗹 𝗮𝗺𝗼𝗿 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗲 𝗲𝘅𝗽𝘂𝗹𝘀𝗮𝗿 𝗹𝗮𝘀 𝘀𝗼𝗺𝗯𝗿𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗼𝗱𝗶𝗼 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼́𝗻 𝗮𝘁𝗼𝗿𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮 𝘃𝗲𝗻𝗴𝗮𝗻𝘇𝗮". En el corazón de un imperio gobernado por el caos y la tr...