V. Pasado

40 2 0
                                    

El camino a Estambul se fue llenando poco a poco de señales de la vida que rodeaba a la gran ciudad. Los campos vacíos dieron paso a pequeñas aldeas, con sus casitas de adobe y madera, sus huertos cuidadosamente cuidados y los niños que corrían descalzos por los caminos, gritando y riendo. Conforme avanzábamos, la tierra pasaba a hacer un camino empedrado. Las voces de los mercaderes se alzaban en el aire, anunciando productos a los viajeros, y las ruedas de las carretas crujían sobre los caminos.

Mis manos temblaban. Las oculté debajo de la capa que colgaba en mis hombros y me envolvía hasta la cintura. Tratando de contener ese nerviosismo que parecía extenderse desde mis extremidades hasta el centro de mi ser.

Miré hacia adelante, pero mi mente, como si se resistiera al presente, se aferraba obstinadamente a un solo pensamiento: la calle de mi infancia. Podía verla con una claridad que casi dolía. Allí estaba el vendedor de leche, el mismo que solía pararse en la esquina, su figura ahora encorvada por los años y las cargas de su oficio. Más allá, distinguí la tienda de tapetes y alfombras, con sus puertas recién abiertas al día. Y entonces, mi mirada imaginaria se dirigió al callejón estrecho, ese pasadizo que conectaba con la pequeña plaza detrás de mi casa.

Sentí que el mundo se estrechaba a mi alrededor, como si el aire se volviera denso y mi pecho no pudiera expandirse lo suficiente. Justo cuando pensé que íbamos a girar hacia esa calle, Berat tomó otra dirección. Giré la cabeza hacia él, que seguía al frente, con las riendas firmes en sus manos. Sin decir nada, sin siquiera mirarme, había desviado el camino.

No pasamos por esa calle. No pasamos por esa casa.

Me dejé caer de nuevo contra el respaldo de la carreta, cerrando los ojos con fuerza. La ansiedad que me había consumido comenzó a disiparse, reemplazada por un alivio abrumador que casi me hacía llorar. Berat no me miró, pero entendí lo que había hecho por mí.

Había evitado ese lugar. Había evitado que tuviera que ver algo que aún no estaba lista para enfrentar. Y por eso, aunque las palabras no salieron de mi boca, en mi corazón sentí una gratitud infinita hacia él. 

Despedimos a nuestros hombres, uno a uno, en diferentes calles. Había demasiadas miradas en la capital, y un grupo tan grande como el nuestro solo atraería sospechas. Si además nos quedábamos todos en el mismo hostal, era cuestión de tiempo que alguien comenzara a hacer preguntas.  La estrategia era clara: dispersarnos por un tiempo y reunirnos al atardecer en el punto designado, después de haber hablado con los sipahis. Su presencia, por tanto, no era necesaria hasta que estuviéramos listos para la reunión con los ishapis.

Solo quedábamos Berat, Azra y yo. Avanzamos por un par de calles más, alejándonos del bullicio de la plaza hasta llegar al lugar que nos habían indicado. Era un pequeño negocio de hierbas y especias, modesto, pero con una fachada vibrante, cubierta por ristras de hojas secas y flores que colgaban de cuerdas, creando una especie de cortina natural entre el interior y el mundo exterior.

Uno de nuestros hombres, que se había quedado en Edirne, nos consiguió alojamiento con un amigo. Este tenía su negocio en una de las plazas cercanas al palacio.

Berat fue el primero en descender de la carreta. Yo lo seguí, mientras Azra, aún algo somnolienta, permanecía sentada en el vehículo.

—¿Es aquí? —pregunté en voz baja, mirando de reojo a Berat mientras él inspeccionaba el lugar con una ligera inclinación de cabeza.

—Sí, esta es la dirección que nos dieron —respondió. Luego se giró hacia Azra, ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora—. Quédate aquí, cuida la carreta y el caballo. No tardaremos.

Azra asintió, aunque pude notar en sus ojos un leve atisbo de disgusto. No era una persona acostumbrada a quedarse al margen, pero entendía la importancia de seguir las instrucciones.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 19 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝐑𝐞𝐯𝐞𝐧𝐠𝐞 𝐀𝐧𝐝 𝐋𝐨𝐯𝐞 (𝐒𝐮𝐥𝐭𝐚𝐧 𝐌𝐮𝐫𝐚𝐝)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora