1 parte

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Lucila me tomaba medidas del vestido para la cena de esta noche. Papá había hecho una reunión para los hombres de alta sociedad. Ya me estaba imaginando el doctor Peterson con su insoportable esposa hablando de los quesos de Francia y sus perfumes importados y al juez Shapher hablando de negocios.
-Señorita, lo prefiere azul o rosa al vestido?-Preguntó la modista.
-Como usted considere que me quedará mejor.
A las ocho en punto mis padres ya estaban acomodados en la mesa para recibir a los invitados.
-Dile a Sophia que baje-Escuche que le decía mi padre al sirviente.
Estaba en la mitad de la escalera pero subí rápido a mi habitación porque me había olvidado de una cosa. Abrí el cofre de joyas y entre ellas elegí una pequeña y sencilla. El colgante que me había regalado Víctor y un anillo fino y caro que tambien había sido parte del obsequio.
Tocaron la puerta.
-El rey la espera abajo, princesa.
-Ahora bajo.-Contesté del otro lado de la puerta.
Me miré al espejo recordándolo a Víctor y bajé. Algunos invitados ya habían llegado, el hijo del duque Shaw, mi prometido, con su bella hermana, el señor y la señora Hale y el juez Shapher.
Bajé las escaleras tímidamente cuando mi padre me vio y exclamó:
-Acá esta mi hija, la princesa.
Todos se levantaron y me hicieron una reverencia. Luego me senté al lado de mamá.
Durante toda la cena Felipe, mi prometido, me incomodaba con sus miradas de galán. No es que fuera feo pero no me caía nada simpático, era sumamente soberbio y pensaba solo en las mujeres que se podía llevar a la cama.
Cuando llego la hora del baile como era de esperar Felipe me sacó a bailar. En ese momento recordé cuando Victor me llevaba a sus bailes que por supuesto eran muchos mas divertidos que estos.
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Harta de estar encerrada en las paredes del castillo, de verle la cara a Felipe y de oír a mi padre hablando de negocios mientras los soldados afuera se mataban, decidí irme, con un ejército de treinta. No eramos muchos, eramos la mayoría vecinos y nos teníamos que infiltrar con los otros para encontrar a Víctor. Gracias a Jack un cazador encargado de llevarle las carnes a mi padre, aprendí esgrima desde pequeña.
Até mi pelo, me calze las mallas y la armadura y trate de estar lo menos reconocible.
Lo iba a encontrar estaba segura de eso...
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Ocho meses después...
—¡Princesa quieren atacarnos!—Anunció Tom corriendo en mi dirección.
—Preparense muchachos—Dije.
—Pero parece que son de los nuestros y piensan que somos intrusos.
—No tenemos manera de que nos crean—Replicó Jack — No llevamos documentación ni tampoco nos conocen.
De pronto todos hicimos silencio al oír un ruido proveniente de los arbustos. Sacamos las espadas en situación de alerta. Miré para los costados y no vi nada pero al darme vuelta un soldado me sorprendió y casi no lo pude esquivar. Me tiró al suelo y en ese momento salieron los otros soldados a arremeter contra nosotros.
Intenté divisar donde había quedado la espada pero estaba demasiado lejos y el soldado se encontraba muy cerca mio, iba a matarme pero una espada atravesó el pecho del hombre y calló muerto.
Jack, el cazador, me había salvado la vida.
Me incorporé y no tuve tiempo de darle las gracias ya que tuvimos que seguir defendiéndonos.
Por suerte eran pocos como nosotros.
Costó pero al final los liquidamos entre lucha y sangre.
El único herido fue Kily, uno de nuestros más queridos luchadores.
Calló la noche y las estrellas brillaban como diamantes. .... había preparado el fuego y había cazado un cabrito.
—Hoy quiero brindar—Anuncié—Por estos meses de dolor, sudor y sangre que hemos pasado con valentía. Brindo porque sin ustedes no habría podido hacer nada, me hubieran hecho trizas en segundos, saben que cada uno tendrá su parte como lo prometí de este inmenso favor. Gracias—Termine y alze la copa.
—A sus órdenes mi leidy.—Dijo Dashi y todos levantaron la copa brindando y gritando de felicidad.
Tom se puso a cantar y todos empezaron a bailar alrededor de la fogata.
Me acerqué a Jack y me senté a su lado.
—Gracias—Le dije.
—Todos me dijieron lo mismo. Soy bueno preparando cabritos.
—No me refería eso, me refería a cuando los hombres me atacaron y tu me defendiste.
—No fue nada —Respondió el minimizando.
—Me podría haber matado de no haber sido por ti. Gracias por salvarme la vida.
—Por ti daría todo princesa. Hasta mi propia vida para salvar la suya.
Sonreí y me levante para reaunirme al baile.
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La guerra ya me era difícil de soportar. El frío, el hambre, los muertos.
Las lágrimas me empezaron a resbalar de las mejillas cuando Kily se estaba yendo.
Le agarré la mano con fuerza.
—Siempre te vamos a recordar como uno de nuestros más queridos y como un valiente soldado.
Kily ya tenia los ojos cerrados y le costaba respirar.
Sentí como su mano se soltaba de la mía y como su respiración entrecortada dejaba de escucharse.
Jack entró y me abrazó para contenerme.
—El estará bien—Dijo consolandome.
La carpa se abrió bruscamente y apareció Dashi.
—Los soldados vienen—Dijo.
Cubrí a Kily con una manta y saqué mi espada. Eran bastantes, esta vez iba a ser difícil pelear.
Llegaron en sus caballos y se bajaron.
—Matenlos a todos!—Gritó uno de ellos.
Los hombres se vinieron a nosotros como una plaga. Uno de ellos peleó contra mi. A pesar de que el era veloz, yo era mas hábil y me defendía fácilmente de sus ataques. A veces yo lo atacaba por sorpresa y otras era el. Estábamos bastante parejos pero el duelo se termino cuando lo agarré desprevenido y clavé el filo de la espada en su hombro.
Una sonrisa maliciosa de victoria se curvo en mi rostro que se desvaneció rápidamente al ver que un hombre había lastimado a Jack.
En un acto reflejo me dirigí hacia el y lastimé su brazo pero el se defendió rápidamente y era muy difícil escapar de sus ataques.
En un momento logro lastimarme la palma de la mano derecha, la cual sostenía la espada. La solté y no la pude agarrar porque el me tiró al suelo, logré agarrarle de la pierna y que cayera también. Rodamos juntos y el terminó arriba mio. Lo que no me había dado por aludida es que no había soltado la espada. Tardó unos segundos en colocar la espada en mi cuello. Estaba tan cerca que podía sentir su olor metálico de armadura y sudor.
Antes de querer matarme me miro a los ojos con una mirada maliciosa. Sus ojos eran tan grises como los de...Víctor. Algo en su expresión cambió cuando iba a clavarme la espada. Algo como susto y confusión. Soltó la espada y siguió mirándome con intensidad.
¿Podría ser posible que fuera el?
Un mar de nostalgia me invadió. Todas mis emociones juntas se mezclaron. Tuve ganas de llorar, de reír, de abrazarlo al mismo tiempo y sabia que el sentía lo mismo porque los dos nos quedamos paralizados mirándonos. Fueron segundos que me parecieron interminables segundos.
—Vete—Susurró con un hilo de voz.
Quise aferrarme a el. Quise decirle que no podía, que ahora que lo había encontrado lo amaba y muchas otras cosas más pero no me salían las palabras y las piernas no me respondían. El se apartó de mi y volvió a susurrame.
—Ahora
Esta vez su susurro no fue débil si no que fue una imposición. Me levanté y el no apartó sus ojos de mi hasta que huyera.
Quise agarrame de el y no soltarlo pero no me lo permitió, se mantuvo a unos centímetros y creo que noté una lágrima escapar de sus ojos.
Mis ojos me ardían y no podía ver con claridad a causa de todas las lágrimas que había sostenido.
Si me demoraba más iban a matarnos y como Víctor no tubo intención de asercarse corrí lo mas rápido que pude, dejando atrás todo, dejando atrás a mi amor, Víctor.


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