Untitled part 3

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Si tan sólo tuviese la mínima grata actitud de acercarme y decirte que con tan sólo mirarte puedo ver lo que tus marrones ojos ocultan; puedo ver tus secretos, la tristeza que una falsa sonrisa quiere ocultar. Puedo ver tus miedos al notar que alguien desconocido se sienta a tu lado, puedo ver tu cansancio el cual tratas de deshacer con una taza humectada en café, puedo ver la felicidad de ellos cuando una curva sonriente llega a tus labios en el preciso momento en el que ella va a tu lado.

No sé quién es, pero puedo notar el afecto que sus besos tienen en ti.

¿Envidia? Quizá eso es lo que a ella le tenga. ¿Por qué ella sí puede tenerte, y en cambio yo sólo puedo observarte?

Siempre te observo, siempre en el mismo lugar, a la misma hora, pero tú pareces no verme. Siquiera creo que sepas mi nombre, porque yo tampoco sé el tuyo. Sólo sé que aunque nunca hayamos hablado te conozco mejor que nadie. Con una sola mirada sé cómo te sientes, y si algún día tuviese la oportunidad de escuchar tu voz dirigida a mí no la dejaría perder.

Este día llegas más temprano de lo normal, pero lo que más me preocupa son tus ojos; estos no emanan nada de lo que sutilmente exclaman, no es felicidad falsa, no esconde secretos, tus ojos están expuestos bajo las pequeñas bolsas producto del insomnio, y cubiertas de una leve capa de lágrimas.

Te observo con impotencia, no puedo hacer nada, siquiera a hablarte me animo. Te veo mirar un punto fijo, perdido en la nada cuando por tu cabeza deben de pasar miles de cosas que hacen que tus ojos se inyecten en lágrimas, haciendo que continuamente éstas se resbalen de tus ojos, creando un largo recorrido por tus mejillas. Todos pasan por tu lado sin importarles tu sufrir, sin siquiera decir 'hey, ese chico está llorando', o '¿por qué lloras? ¿En qué puedo ayudarte?'. La gente nunca me había parecido tan cruel.

Suspiro, y te veo alzar tu brazo, tu muñeca está cubierta por la manga de tu sudadera, de la cual quitas provecho para limpiar los fragmentos de agua en tus ojos.

Y recién comprendo, yo también soy cruel porque viendo cada movimiento, y viendo tu sufrir, no me acerco ni siquiera para darte unos pañuelitos para así quitarte el fastidio de mojar tu ropa.

Un hueco en mi alma se hace cada vez más profundo, y siento que no puedo soportar otro minuto más viéndote llorar, ¿dónde está ella? ¿Por qué simplemente no tomo la oportunidad de acercarme y darte al menos un mínimo apoyo?

¿Por qué dejo pasar la oportunidad de hablarte?

Un minuto, dos minutos, y sigo sin siquiera dejar de mirarte. Mi corazón comienza a comprimirse adentro de mi pecho, y sé que si sigues llorando dicho corazón dejará de latir.

Tres, cuatro... Y me siento una idiota, quizá la más grande del mundo.

Cinco, cinco y medio... y ella vuelve. Está al igual que tú cubierta de lágrimas, y te mira con un hilo de desesperación y arrepentimiento. Ella habla, suplica tal vez, pero no llego a oír lo que dice. Sólo noto que tu cabeza asiente, que una sonrisa se dibuja en tus labios, y que con los brazos abiertos recibes su abrazo.

Bien, la única oportunidad que pude haber tenido, se comprime entre los brazos de la cruda realidad y el destino que, probablemente, no nos quiere unidos.


Sin título.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora