De Corderos y Lobos

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Si Mahoma no va a la montaña…

Dany miró una vez más el reloj preguntándose cuándo pensaba llegar su amiga. Ya llevaba un cuarto de hora de retraso, lo que no era normal en ella, una loca de la puntualidad y del orden. La cafetería en donde habían quedado estaba llena a rebosar, y Dany alzaba la cabeza de vez en cuando, sobre todo cuando oía abrirse la puerta haber si llegaba ya o no. Quizás se había equivocado de mesa, pero eso era completamente imposible, tenía instrucciones precisas de no mover el culo de aquella mesa en particular.

En fin... iba siendo hora de que empezase a hacerse la idea de que no vendría. Seguramente le habría surgido algo, y esperaba que fuera algo imprevisto e importante o se enfadaría por no avisarle... durante unos cinco minutos aproximadamente. Las caritas de perrito de Sarah eran un arma mortal, conseguían ablandar a cualquiera.

Kyle se sacudió la chupa de cuero con las manos mientras meneaba la cabeza para secarse un poco el cabello. Afuera diluviaba que no llovía y él no traía paraguas. Llevaba el casco de la moto debajo del brazo y el pitillo sin encender entre los labios. El cabello mojado se le había pegado a la cara. Intentaba encontrar a Poppy entre tantísimas personas, creía recordar que le había dicho que iba a estar sentada en la última mesa del fondo junto a la ventana. Los sillones de esas mesas eran realmente cómodos y, solo por eso, Kyle accedía a venir allí en vez de encontrarse en algún pub más de su agrado, o en la sala de billares donde se sentía como en casa. Se hizo paso entre la gente hasta la mesa en cuestión encontrándosela ocupada, y no por cualquiera, si no por un chaval al que Kyle solo había visto por fotos y de refilón una vez en una fiesta. El amigo de Sarah. Ese con el que llevaban intentando «arrejuntarle» más de un año. Bufó fastidiado sabiendo de inmediato que todo aquello era una nueva encerrona por parte de Poppy para encontrarle novio. No había quién le explicase a la arpía de su prima que él estaba muy a gusto solo y sin compromiso. Se quedó mirando al chico desde la distancia, Dany creía recordar, y luego se acercó hasta la mesa para ver si le reconocía, si no, se presentaría y le diría que habían sido víctimas de un taimado complot femenino. El peor de todos: una cita a ciegas sin conocimiento por parte de los implicados en el suceso.

Mientras se iba acercando los escrutadores ojos de Dany terminaron por fijarse en él; el tipo sexy de la chupa de cuero que se acercaba a su mesa. Le sonaba su cara de algo, pero no recordaba muy bien de qué. Trató de hacer memoria y recordó unas fotos y el parloteo continuo de Sarah. Vaya... al parecer su amiga se la había jugado. Cuando la pillase más la valía tener listo su mejor repertorio de caritas de pena y arrepentimiento.

—Dany ¿verdad? —preguntó Kyle por encima del ruido de la cafetería, teniendo que sentarse a la mesa porque acababan de meterle otro codazo—. Soy Kyle, no sé si me recuerdas...

—Sería difícil no hacerlo después de que me sometieran a dos horas de lavado de cerebro con tus fotos —bromeó Dany sonriendo. Había que mirarlo por el lado bueno, al menos ya no estaba solo, las camareras podían dejar de mirarle con pena y tenía una compañía más que grata en la mesa. Se preguntaba, no sin razones, si alguna vez alguien le había dicho a Kyle que tenía todo el aspecto de un modelo de portada de revista que acabara de llegar de unas islas paradisíacas. Le observó reírse mientras dejaba el casco y la chupa de cuero a un lado en el asiento y se acomodaba.

—A ti también ¿eh? —Era obvio a lo que Kyle se refería. Volvió a sacudirse el cabello y levantó la mano para llamar a una camarera—. Mira hablemos cinco minutos si eso. Nos damos el gusto de decirles que al menos hemos intercambiado un par de frases y palabras y unos cuantos gruñidos, monosílabos y asentimientos. —Se encendió el pitillo sonriendo—, puedes decirle a Sarah que intenté meterte mano, que fui un grosero, un borde... lo que tú quieras, a lo mejor así nos dejan en paz de una vez por todas.

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