Llegó a casa. Su tía no estaba y en la puerta de atrás colgaba una nota.
-Genial.
El papel rezaba:
"Princesa, Fer y yo nos fuimos a casa de mi mamá. Volveremos el jueves; recibí tu mensaje de voz pero en realidad creí que estabas bromeando. Dejo las llaves donde la señora del frente, hay comida en el refri. No escapes, te amo."
A sus 9 años, la rebeldía de su conciencia cobró vida: Entró a la casa por la puertecita para perros y subió a su habitación. Buscó la llave para la casa del árbol y se dio cuenta que no se hallaba donde ella la dejó la última vez. Bajó a la cocina, llenó una enorme mochila con alimentos enlatados, pan, una botella con agua y una caja de cereal. Nuevamente, subió a su cuarto para vaciar una gaveta llena de ropa y trasladarla dentro de otra mochila de gran tamaño. Tomó ambos bolsones y a Totó para salir de casa a la casita del árbol.
Llovía.
Dios en su gloria contemplaba la mágica escena de la niña corriendo intentando huir del feroz llanto divino y encontrar refugio en su casita del árbol. ¿Acaso no había visto en televisión, o escuchado en la radio, o leído en un periódico, lo peligroso que resulta pasar una tormenta bajo un árbol? No tenía caso. Su deber era cerciorarse que ningún rayo tuviera, por travesura, el plan de caerse por ahí.
Llovía.
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Su teléfono sonó y su timbre hizo inevitable la abertura de sus somnolientos ojos.
-... ¿Si?
-9:00am en punto y tu aún dormida, sin pensar cumplir tu misión. ¡Vaya ayuda conseguí!
-Lo siento... No tenía en mente despertar a esta hora; parece que el cansancio venció.
-No me digas. Báñate y empieza tu labor.
-¿No quieres al menos que desayune?
-Hazlo de camino, nuestro tiempo es oro. Adiós.
La niña recordó la nota.
El área positiva de su conciencia cerebral le dijo que había algo a su favor. La nota pedía que no se escapara. Al menos, no lo había hecho, pero su intuición ordenó una llamada urgente a Dios.
-¿Qué sucede?-dijo Dios al teléfono. Parecía masticar alguna clase de comida.
-Mi tía.
-¿Qué pasa con ella?
-¡No me quedé casa, y dijo que vendría el jueves!
-Me encargaré de eso.
-¿Cómo?
-Ya, déjamelo a mí. Ahora sal de ahí y ve a la dirección que te di ayer. Suerte.
Su perrito aún dormía. Verlo respirar dulcemente y estirarse le hizo saber que si lo despertaba, se lamentaría luego. Leyó la dirección. Recordó que la semana anterior, descompuso su amada bicicleta.
-Excelente.
Tuvo que caminar.
Dentro de sí, una voz la cuestionaba. La ancianita, ¿Creería que ella es una enviada de Dios?
Su desayuno ejecutivo se agotaba, y la falta de agua hizo que sintiera sed. Empezó a hurgar minuciosamente su mochila y notó que la botella con agua quedó en el árbol, y solamente contaba con una vacía. La niña se detuvo y tocó una puerta. El reflejo de una luz interna a la vivienda, marcó la sombra de lo que parecía ser un monstruo. Automáticamente, el corazón de la inocente víctima latía más veloz, preparándose para huir a toda velocidad. Pero no hubo necesidad de ello. Afortunadamente, el monstruo era sólo una vecina del lugar que acababa de dejar el aposento de descanso, y aún unos horribles rulos sostenían su desarreglada cabellera negra, mientras una asquerosa máscara de lo que se suponía era aguacate cubría su espantoso rostro.
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Bicicletas
JugendliteraturDescubre la mágica historia de Amanda, una niña de nueve años cuya vida toma un giro radical luego de pedirle a Dios, en una de sus fugaces visitas al cielo, un cambio en el mundo.