No se atrevió a hablar; se quedó a la espera de escuchar algo. Pero nada. Ni el más leve suspiro.
De pronto empezaron a escucharse cientos de voces. Una dulces, otras toscas. Unas cálidas, otras frías. Voces de adultos, voces de niños, voces con dolor y angustia, voces con risas y fe.
Voces.
No comprendía el mensaje de todo aquello, pero hubo una frase en especial que calló todo lo demás:
"Gracias Dios por lo que nos diste para bien o para mal, gracias por la salud y por las pruebas que pones en nuestras vidas como señal de tu existencia. Gracias a ti este día tenemos alimento en nuestra mesa. Bendice Señor este sagrado fruto de nuestro trabajo, y lleva, por favor, el pan a quien no lo tiene. Amén."
El "Amén", resonó en cada rincón del lugar. Y todos los presentes, incluso la niña, incluso Jehová, bendijeron al repetir "Amén".
-¡Bienvenida, hija! Ven a sentarte donde desees.
Optó por tomar asiento junto al niño con la mirada más inocente y pura jamás vista en la Tierra.
Al centro de la mesa, se hallaba un tan solo trozo de pan. No. Éste no era el milagro de multiplicar panes y peces. Pero sí. Solo había un trozo de pan.
Tuvo que usar la lógica y por unos instantes cuestionó su entorno. El penetrante y exquisito aroma, ¿provenía de la mínima pieza de pan? ¿Y los peces y panes?
-Sírvete tomar una pieza de pan.-ofreció Dios con cortesía.
-Gracias.
La niña cortó, en lo más poco, una miga de pan (tomando en cuenta la cantidad de presentes). Haciendo de este hecho algo obvio, ella procuró disimular un tanto la incomodidad al ser tan tacaña para sí misma, y no pensar en su hambriento estomaguito.
El niño de la mirada dulce y tierna tuvo la mayor descortesía, en la opinión propia de la niña, al tomar un tremendo pedazo, triplicando en comparación, el tamaño de su propia pieza.
-¡¡Hey!!-gritó Amanda.
Más de 40 pares de ojos, se tornaron confusos hacia ella.
-¿Qué ocurre?
-Dios, este niño tomó demasiado pan. Hacen falta todos los ángeles y el tamaño que queda no compensará al número de seres.
-Cariño, ¿Cuántas veces debo recordarte lo inimaginable que es mi omnipotencia? Lo que acabas de reconocer, me dio una perfecta señal de tu justicia. ¡Y eso es positivo! Pero, date cuenta, que en este sitio puede pasar lo que sea y aun así, nada sucede sin mi aval. Si lo deseas, toma una pieza de mayor tamaño.
-¡Pero Dios! Aún faltan muchas bocas que alimentar.
-Yo sé lo que hago y jamás me equivoco.-respondió Dios con firmeza.
-De acuerdo.-la pequeña agachó el rostro.
Con ojos de fuego y lava, la niña observó de reojo a la problemática y glotona criatura que estaba a su lado, y cogió otro trozo de pan. Los demás presentes hicieron lo mismo.
-Aaah... Por cierto, ¿Qué ocurrió con Isaac?
La absurda, cruda e intrigante pregunta que el Señor formuló, hizo que las ansias y la perplejidad que se guardaba, sobresaliera inevitablemente en sus asustadas y dilatadas pupilas.
No supo qué responder.
-Eeeh... Bueno...-sin que lo notara, Amanda empezó a tartamudear.
-Amy, no lo ocultes. Sé la verdad.
-Entonces si la sabes, ¿Por qué me haces pasar por esta embarazosa situación?-respondió ella con voz fuerte.
-Intento calcular el grado de conciencia y sinceridad que tienes...-Dios sonrió con burla.
-Ppppffff... ¡Vaya forma de hacer pruebas!
-No te burles.
-No lo hago.
Tal parecía que la corta "discusión" entre Dios y la niña, provocaba esporádicas y dulces risillas que se escapaban de las finas rendijas en los labios de algunos ángeles. Ella, lógicamente, no le veía la gracia.
Su teléfono sonó.
-¿Hola?... ¡Tía!... Eeeh... Bueno... Por acá... No sabría decirte... No lo sé... ¡Si, si!... Correcto, tía... ¿Qué comes que adivinas?... Cuídate... Si, lo sé, yo igual... ¡Adiós!
-¿Era tu tía?-preguntó el Creador.
-¡Dijiste que te encargarías de ella!
-Lo hice.
-¿De qué forma?
-Le envié una carta en la que visiblemente le hice creer que tu... Como toda buena y exploradora niña, eras parte de un campamento en cierto bosque de las afueras a la cuidad.
-Es exactamente la mentira que acabo de confirmarle. ¿Qué conciencia pretendes que cultive al paso que voy?
Dios se dedicó a mirarla con primor y dulzura. Era ella. Su pequeña Amanda quien ahora hablaba del cultivo de la consciencia.
-Yo Soy Dios. Confía en mi.
La fría y cortante respuesta calló por completo las inquietantes y fluyentes palabras de la niña que, sin mayor rodeo, se sonrojó de vergüenza.
-...Lo siento...
-¿Vas a dejar de cuestionarme?
-Disculpa. No volverá a suceder.
____________________________________
¡Hola! Presento uno de mis capítulos favoritos, no saben cuanto me encantaría que lo leyeran con paciencia y mucho cariño, es así como lo disfrutaran tanto como yo lo hago. De nuevo mil disculpas por mi ausencia, estuve casi por perder el borrador de la historia completa y tuve que iniciar de nuevo. Gracias por estar pendientes, ¡Bendiciones a todos!
ESTÁS LEYENDO
Bicicletas
Teen FictionDescubre la mágica historia de Amanda, una niña de nueve años cuya vida toma un giro radical luego de pedirle a Dios, en una de sus fugaces visitas al cielo, un cambio en el mundo.