[7] Quemar fuego

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Madre mía ahora si que estaba nerviosa, no quiero sonrojarme. Pero de seguro que lo haría, son cosas incontrolables.

- Ven – me cogió la mano – No te vayas a perder, y mira por donde pisas – me advirtió

- Si me perdiese no seria mi culpa – le miré – Ya que yo no se a donde nos dirigimos

Recriminé

Ninguno de los dos dijo nada durante el camino, y temía haberla cagado. Mire una vez más nuestras manos unidas, su mano era más grande que la mía pero ambas se acoplaban perfectamente. No me soltaba ante nada y de vez en cuando me miraba de reojo.

Nunca había estado a solas con un chico que no fueran Rayan o Pol. Aunque no suene creíble no he tenido ningún novio, pero bueno siempre dicen que ya vendrán, quizás en unos años...

Parece que no se acaba el bosque, un camino lleno de ramas, alguna piedra y piñas y hojas caídas de la gran mayoría los pinos que forman el bosque. Por fin nuestros pasos aflojan su paso y nos detenemos en medio del camino, puedo verlo adentrarse aun más en el bosque pero sin poder ver a donde llega o su final.

Salgo de mi trance cuando;

Noto un estirón suave en mi brazo derecho, el cual tiene la mano entrelazada con la de él. Lo hace para que lo siga. Nos hemos desviado unos metros del camino, y me sorprendo al encontrar una plana sin arboles alrededor, despejada y alejada. Pero lo que me extraña y me emociona es que hay unas bolsas con lo que parecer ser petardos, pero no estoy muy segura.

- ¿Que hacemos aquí? - pregunté

- Vamos a quemar un poco de fuego

- ¿Quemar fuego? - Este chico cada vez me sorprendía más. No tiene sentido quemar fuego, él mismo es el que quema.

- Si – dijo tan normal

Él no era normal, era guapo, fuerte, cariñoso cuando se lo propone, y – suspiré en mi interior – ahora que lo pensaba no lo conocía. Mejor dicho – pensado – no nos conocíamos. No eramos amigos, solo compañeros, y eso me hace no poder estar al 100% llena de sentimientos buenos cuando estoy con él.

¿Por qué me ayuda? ¿Por qué se preocupa de mí?

¿Será una trampa?

- No te hagas tantas preguntas y enciende una mecha – me extendía un mechero junto a un trozo de tela blanco y rojo, a rayas, formando una espiral por toda la cuerda.

- Sabes encenderla. ¿No? - preguntó burlón

- Claro que se – respondí picada

Soy orgullosa, y claro que no le iba a decir que no he encendido ninguna mecha, y que los petardos cuando era pequeña los encendía y tiraba mi padre mientras yo me quedaba con las bengalas. A medida que fui creciendo me deje de interesar por todo el tema de la pirotecnia ya que es peligroso y el olor que desprende es irrespirable.

Encendí el mechero, al cabo de unas cuantas veces probando como encenderlo. No mire la llama que desprendía el pequeño objeto, la acerqué a la tela y la deje ahí hasta que prendió fuego como un cigarro. De eso, rápidamente separe mi pulgar de la tuerca del mechero, haciendo que este se apagará.

Observé el artilugio; el yin y el yang, un símbolo místico adorna toda la superficie de metal. Es simple pero llama la atención.

Me acerqué a Adam que ya tenía preparados unos cuantos cohetes dentro de una botella de ¿champagne? Y las mechas de estos fuera.

- Yara. Es muy fácil encender uno de estos – señalo a los cohetes – Así que porque no los enciendes tu

Mi cara fue puro asombro y a la vez miedo. Pero como dije; soy orgullosa. Le devolví el mechero y encendí dos cohetes, al no poder con los cuatro, él mismo encendió los dos restantes. Las mechas empezaron a encenderse y corrimos para que no nos pillasen los petardos ni el fuego.

Se hicieron camino del cielo y ahí uno detrás del otro, en orden por el cual los habíamos encendido, explotaron dando a rebelar colores preciosos y haciendo de este lugar maravilloso.

Tanto el cielo, como el suelo los arboles y arbustos de al rededor y nosotros somos iluminados por las luces la pirotecnia.

Ambos nos miramos admirados y sonreímos. Y seguimos tirando unos pocos cohetes, fuentes de colores y baterias.

No había muchos cohetes pero lo pasamos muy bien.

- Hora de volver a casa – anunció - Ya no quedan fuegos artificiales, ni bocadillos

O si, había sido un caballero y había preparado unos bocadillos para cada uno

- Que cansancio – llevé mis manos a mi cara

- Son las – miró su muñeca, es decir el reloj – Casi las dos de la madrugada

- ¿¿Que?? - grité

- No pasa nada mañana es sábado – no sabía que decir, me había pillado – Vamos aún nos queda un camino hasta el coche

Bufé

- ¿No estas cansado? - pregunté

- La noche es joven, hay que disfrutarla. ¿Tu lo estas?

- ¿Tu que crees?

Adam no dijo nada solo se posiciono delante mío, y antes de darme cuenta me agarro por las piernas y me elevó. Grité sorprendida y me aferré a los sus hombros. Ahora me daba cuenta de lo tonificado que estaba, solo con posar mis manos a su alrededor sentía la fuerza que poseía.

No tardó más y comenzó a caminar

- ¿Por qué has hecho eso? Y no has contestado a mi pregunta

- Creo que estas un poco cansada, arrastras todo lo de la semana. Y sumándole a eso que no te apetece mucho caminar hasta el coche – abrí la boca y la volví a cerrar - Tu tampoco has respondido mi pregunta

- Responder una pregunta con otra no es responder – acabe por el la frase

Pocas veces se podía apreciar a Adam sonreír, no sé si tiene algo encontra de ello o no.

Pero debe aprender a ser más alegre, aunque quién soy yo para cambiarlo...


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