Él

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Déjame tan solo esta noche aferrarme a mis sueños, que no quiero quedarme en la realidad... Déjame que, si vuelvo, pueda ir un rato a creer lo que no es, a ver lo que no hay, a sentir lo que no existe... Que si esta soy yo, esta noche no quiero serlo.

Porque si pongo los pies en la tierra me arden, y prefiero sentir el cosquilleo de soñar, aunque todo sea tan abstracto que se deshaga cuando respire fuerte. Es que la tierra de este camino se vuelven cristales rotos cuando comienzo a andar, y una vez más veo cual es el camino fácil, el quedarme ahí, esperando, en lo fijo, lo seguro, sin moverme, donde sé que todo funciona -aunque mal-, y dejar que la tierra sea tierra. Que los cristales duelen, joder. Y duelen más si en ellos te reflejas, me reflejo, que no quiero verme, y tampoco quiero verte. Y si alguna vez quise, recuérdamelo, estoy intentando hacer como que lo olvidé.

No sé muy bien que es lo que quiero, ni tampoco sé si quiero saberlo. Porque cuando lo sepa, tal vez me de cuenta de que te has quedado en la lista de caprichos, y aún no he aprendido a darte el lugar que te corresponde, si es que te corresponde alguno. Caprichosa, porque quiero que te quedes aquí, pero no conmigo. Ponte a mi lado, mírame, dime que me quieres, que estás ahí, que no te vas a marchar y que soy la chica más bonita que has conocido. Aunque me mientas. Pero no te acerques, que ya sé que me vas a quemar, porque tengo la cicatriz de tus besos ardiendo en mis labios. Y aunque ese dolor me haga sentir viva, no es así como quiero sentir que lo estoy.

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