Abrí mis ojos, sintiendo como la piel de mis párpados se tensaban y no sumergían en la oscuridad a mis pupilas. Me empezaron a escocer. ¡Mierda cierralos se te están secando! Parpadeé dificultosamente, sin creer que ese guapísimo chico supiese mi nombre. El nombre del hazme reír del colegio. Sonreí sin ganas mientras intentaba remontar mi camino hacia la salida. Coloqué mi mano en su hombro, apartándolo suavemente de mi vía de escape. Sin embargo el contacto de mi espalda contra la pared me hizo reaccionar . Sus ojos oscuros brillaban mientras su sonrisa se ampliaba. El sudor hacía que su piel no un tanto pálida como la de los demás resplandeciese con los débiles rayos del sol que se filtraban en el túnel. Su labio inferior comenzó a temblar. Se veía realmente tierno. Una sonrisa ocupó mis labios en un abrir y cerrar de ojos. El peso de sus manos sobre mis hombros estaban realmente proporcionados. Sus uñas se clavaron en el forraje que cubría mi piel.
-Sí, soy Eunkyung. Pero, ¿sabes qué? No sé por que estás hablando conmigo. Yo no te conozco de nada y ...-intenté que las emociones sobrepasaran mi sentido común al sentir como mi menudo y delgado cuerpo se hacía mas pequeño todavía entre el tibio tacto de sus brazos. Los impulsos nerviosos eran mas rápidos que el remordimiento que sentiría cuando me separase de él. Podía jurar que se sentía mejor que pincharse. Sus brazos se destensaron y me alejó a centímetros de su cuerpo, sin embargo no dejó de perder el contacto con sus manos, agarrándome por ambos hombros. Sus labios se curvaron en un sonrisa nerviosa mientras sus globos oculares se movían rápidamente de un lugar a otro, como molestas moscas revoloteando alrededor de tu cara.
-Enserio ... ¿enserio no te acuerdas de mí?-su aliento golpeaba mi rostro conforme expulsaba oxígeno de sus pulmones. Sonreí nerviosamente en señal de que mis recuerdos seguían colapsados y aletargados en lo mas profundo de mi memoria, mientras palabras se acumulaban en mi garganta, presionando molestamente mis cuerdas vocales. Su sonrisa disminuyó, pero no desapareció. Una suave risa se escapó de esos carnosos labios, mientras agachaba la cabeza en señal de incredulidad. La volvió a levantar mientras sus pupilas se dilataban y absorbían en negro el color marrón oscuro de sus iris.-Espero que esto te refresque la memoria.-sus labios se posaron sobre los míos, presionándolos con furia, mientras sus manos, calientes y sudadas por el ejercicio físico tomaban con fiereza mis mejillas. Su contacto era ardiente como la tierra de México. Cerré los ojos con fuerza, haciendo que mis párpados se arrugasen, mientras un calor significativo se apoderaba de mi rostro. La línea de sus labios se curvaron en una sonrisa mientras se separaba de mí. Mantenía los ojos cerrados, pero después de unos instantes así los abrí. La luz blanca me cegó, dejando manchas molestas. Flashes. Palidecí sintiendo como la tensión se quería escapar de mis poros y otros orificios de mi cuerpo.
-¡Pillada!-se oyó desde la lejanía, para luego sentir las voces y las risas acercarse a la oscuridad del túnel. Aparté los pocos cabellos que se estaban interponiendo en mi campo de visión, mientras me movía de una forma abrupta ante la tensión que se podía palpar y cortar con unas tijeras. Por lo menos para mí. La sangre que bombeaba mi corazón se sentía hirviendo y palpitando en las paredes curvadas de las venas. El sonido de los móviles haciendo fotos con los flashes me alteraban cada vez más. Me quería mover, salir corriendo de ahí. Sin embargo esa masa humana me impedía la mínima huida. Quería gritar y caer de rodillas pero mi cerebro colapsó ante cualquier acción de mis neuronas. Volví a la realidad, ya que sentí como mi alma se escapaba de cualquier forma física que la retuviese. Las luces centelleaban contra los azulejos demacrados del lugar. Como pude comencé a hacerme paso entre la gente. Oía variedad de cosas. Burlas y risas. Unas manos se apoderaron de mis delgados brazos, volteandome. Los chicos de otros clubs de deporte estaban ahí. Quien me sujetó fue Seungri, capitán del equipo de fútbol. Su cara estaba dibujada con una mueca de burla mientras reía a carcajadas. Intenté zafarme, abochornada de la situación. Sus manos viajaron a la velocidad de la luz a mi espalda, atrayéndome hacia su cuerpo.