Prólogo

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Antes de que el día pierda su candor y la noche se derrumbe en esplendor... Átame a ti, crea de nuevo colores en mí.

Miras a la nada, sin embargo aún afligido no pienso hacer lo mismo... Despídete de mí, si tanto deseas el dolor calmar... Miento, también puedo hacerlo ¿sabes? Este nunca me abandonará.
Suspira más y el helado madrugar se permitirá calar en tus labios, pues es de sabios callar

¿Qué has hecho con las injurias?
No puedes responder; aquí está tu aliento impregnado en mí ser y tus huesos de polvo dueños de la historia son.
El amor y el engaño... ¿No es bella esta desquicia? Tú luz fundida en gracia permanece tras la cortina de un enigma...

Llévame contigo, yo siento la sima estrellada en el alma... Y muero por tus ojos que canté amorosamente, tu cuerpo hermoso que adoré constantemente, y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente... No de ti, jamás de ti... No me dejes solo aquí.


***



— Clyde, despierta ya o llegaremos tarde a clases.

El azabache como buen amante que era, ya llevaba cerca de diez minutos pegado al colchón intentado levantar a cierto chico con cabellera castaña. El menor siempre fue un fiasco para levantarse, pero ese día en especial se veía bastante terco.
Craig suspiró por quinta vez y obteniendo como respuesta un simple gruñido, optó por el camino fácil. Coló una de sus manos bajo la manta y con travesura removió polera de la pijama ajena, paseó sus dedos en un ligero rose por la espina dorsal de su linda pareja y... ¡Bang!

—¡Uahh! Ah... ¡Estoy despierto, estoy despierto!

La risita de Tucker no se hizo esperar, siempre tan magnífico, burlesco y sin una pizca de condescendencia. Tras quitarle las sábanas evitando que el menor se volviese a arrullar, besó con delicadeza por unos segundos la coronilla del otro, enseguida besó sus labios.

—Llegarás tarde y como profesor debo promover la disciplina de mis alumnos.

—Mentira, eres un desobligado —expresó Clyde.

Donovan pronunció un mohín con disgusto y frotándose los ojos se levantó a regañadientes de la cama; tal vez no debió insistir en hacer el amor la noche anterior...
Los colores se le subieron al rostro deseosos de devorar su semblante molesto. Ese hombre, a veces se propasaba demasiado pero bueno, es que Clyde tampoco se había negado a la tercera ronda después de todo. ¿Cómo podría hacerlo? Negarle la felicidad.

—Es todo culpa tuya, te dije que pararas... —ahí estaba, ese hermoso carmín que venía a profanar su calma—. De cualquier manera me has levantado temprano ¡Son las seis de la mañana! Ah... pude dormir un poco más —miró hacia la cama y sus ojos marrones se turnaron a los azules, devolviendo la vista a la almohada—. ¡Estaba soñando con una montaña de tacos! —alzó los brazos y antes de que pudiera echarse de vuelta a la cama, Craig ya lo había pescado de las caderas.

—Nada de eso, voy a exasperarme si debo aguantar un poco más tus ronquidos —soltó chasqueando la lengua, y su semblante volvió al de siempre, frío y sin expresiones, antes de hacer la cama. Aún las almohadas tenían impregnado el aroma del menor, tan exquisito y endulzado.

—No importará si llego tarde —bostezó en el proceso. Que Clyde estuviera en tales condiciones, no les ayudaría en absoluto, y terminaría apabullando al resto de la clase con sus ronquidos. Hasta podría ser una carga distractora el tenerlo en el pupitre medio dormido.

—Si permaneces despierto en el aula, te llevaré a "Casa bonita" el fin de semana —encogió los hombros.

—¿¡De verdad!? Pero tienes clases hasta los fines de semana. Por cierto, saldrías bastante tarde hoy ¿no? —dijo con un puchero bien colocado en sus labios.

—Lo que sea, no creo que les importe a los alumnos si salgo un poco antes de lo normal —dijo a la par que abrazaba al menor y sus ojos monótonos calaban en serenidad—. ¿Me dirás que olvidaste qué día es hoy?

El castaño alzó la mirada y besó la barbilla del azabache, enseguida una sonrisa adornó sus labios y con gran entusiasmo colocó sus brazos encima de los hombros ajenos. Sudó frío y es que sabía la fecha que era, una bastante importante.
Su aniversario, ese día cumplían exactamente dos años de noviazgo, pero algo más; Craig tenía planeado proponerle matrimonio a Clyde. Nunca fue un tipo romántico, de hecho, era todo menos eso. Esta vez suscitaba algo diferente, por primera vez en toda su vida, el de ojos azules decidió cambiar un poco de papel y preparar algo lindo.
Mientras Donovan estuviera fuera, el azabache se encargaría rápidamente de preparar el departamento que compartían. El cargamento de rosas llegaría al caer la tarde, eso le daría precisamente tres horas para hacer un camino de pétalos hasta un altar de madera con molduras pintadas a blanco. Fingiría que la luz estaba cortada y le tomaría de la mano dirigiéndolo hasta ahí, entonces cuando lo viese, Craig se inclinaría, besaría los nudillos de su pareja y le cantaría poemas si fuese necesario para que le diera el tan esperado "sí quiero".

Hurt or HealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora