Mano de colores

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Llevaba un mes completo observandóla, me sentía como un tipo loco obsesionado con alguien, pero me era imposible dejar de verla aunque claramente ella nunca se percataba.
Le pregunte a mi amigo Ian si sabía cual era su nombre, el me respondió que era Sydney, una chica misteriosa y de pocos amigos.
Un nombre hermoso, para un ángel hermoso.
Observandóla pude deducir que cada viernes ella se saltaba las últimas tres clases y salía de la universidad. Curioso de saber a donde se dirigía, decidi seguirla, siempre con sus audífonos y mochila ella salió del gram edificio y empezó a caminar, encendió un cigarrilo tomando grandes bocanadas de humo para luego expulsarlas lentamente.
Su cabello largo y castaño era revuelto por el aire, era hermosa. No me percate cuanto tiempo llevaba caminando, cuando volví a la realidad ya nos encontrabamos en un pequeño barrio, pequeños edificios de marmol y ladrillo redeaban el lugar, algunos niños jugaban en la acera, un pequeño grupo de jóvenes bailaban en la esquina mientras un pequeño público les aplaudía y brindaba unas propinas.
Sydney giró a la izquiera y entró a un edificio el cual parecía estar abandonado, sigiloso entre en el y mi boca cayó al ir observando cada pared.
Colores infectaban cada pared, oscuros, cálidos, formas, letras se encontraban plasmadas.
Cada nivel se encontraba igual, uno era simplemente maravilloso, rostros de diferentes personas se encontraban allí, llenos de vida y luz.

Se dirigió a un cuarto gris, el cual estaba vacío, solo una silueta en negro se encontraba plasmada en la pared del centro, ella descolgó su mochila y la puso en el suelo, de ella salieron botes de pintura, pequeños, grandes de todos colores. Colocándose una mascarilla, ella agarró un bote y lo empezó a esparcir por toda la pared. Así hizo durante el resto del día, su mano sabía exactamente que color elegir, como y cuanto utilizar.
Desde la esquina observaba cada movimiento que realizaba, me encontraba maravillado de ver como su mano se movia en un ritmo sinigual, con una delicadez asombrosa, como...como si hubiera nacido para esto.

Ya era de noche cuando finalizó, un rostro de mujer con los ojos cerrados llenaba la pared principal del lugar , tenía ganas de correr hacía ella y decirle lo asombrosa que era, que tenía un don, pero no lo hize, ahí me quede nuevamente como un cobarde. Un cobarde que luego se arrepintió de su cobardía.

Al darme cuenta que ella empezaba a recoger sus pertenencias, me alarmé y salí del lugar esperando a que ella saliera, para luego ir de regreso junto a ella, claro sin que lo supiera.

En mi dormitorio, con los ojos cerrados lo único que lograba ver era a ella y su belleza junto a una obra de arte hecha por su ser. Sin pensar que luego solo eso quedaría, paredes con colores.

La chica del graffitiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora