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El sonido constante del monitor cardíaco marcaba el paso del tiempo en la silenciosa habitación de hospital. Una tenue luz blanca iluminaba el lugar, reflejando la frialdad de las paredes impolutas. El aire olía a desinfectante, mezclado con el leve aroma de las flores que alguien había dejado en la mesita junto a la cama.
Lilian abrió los ojos con dificultad. Al principio, todo era borroso, sombras que se movían lentamente a su alrededor. Sintió un dolor en el abdomen, un recordatorio inmediato de lo que había sucedido.
No tardó en darse cuenta de las manos que la sujetaban. A su derecha, Kim, su madrina, la sostenía con firmeza. Su rostro, normalmente inquebrantable, mostraba un leve destello de alivio. A su izquierda, Tory tenía la cabeza apoyada en la camilla, dormida, pero aún aferrándose a su mano como si temiera que desapareciera.
Lilian respiró hondo, el dolor punzante en su abdomen le recordó lo que había pasado en el Sekai Taikai. Las imágenes volvieron a su mente en flashes: la pelea, la sangre, el cuchillo perforando su piel, la oscuridad que la envolvió al perder la conciencia.
Intentó moverse, pero su cuerpo protestó con una oleada de dolor.
-Mierda… -susurró, su voz rasposa por la falta de uso.
Kim se sobresaltó y giró el rostro hacia ella, sus ojos oscuros reflejando una emoción contenida.
-Lili, mi niña… -murmuró, y por un instante, su agarre se hizo más fuerte.
Tory, al escuchar su voz, despertó de golpe. Su cabeza se levantó rápido y sus ojos, aún hinchados por la falta de sueño, se abrieron de par en par.
-¡Lili! -exclamó, su voz sonaba a alivio, pero también a rabia contenida. Sin pensarlo, la abrazó con cuidado, evitando presionar su herida- ¡Mierda, estúpida! ¡Nos diste el susto de nuestra vida!
Lilian cerró los ojos un momento, sintiendo el calor de su amiga.
-Sigo aquí, ¿no? -intentó bromear, aunque su voz apenas tenía fuerza.
-Por poco- Tory se apartó ligeramente, su ceño fruncido y sus ojos aún nublados por la preocupación- No vuelvas a hacer algo así.
Antes de que pudiera responder, una voz grave se hizo notar desde el otro extremo de la habitación.
-Me alegra ver que sigues con nosotros.
Lilian giró la cabeza lentamente y vio a Kreese, sentado en un sillón con los brazos cruzados. Su mirada, como siempre, era intensa, analítica. A su lado, el maestro Kim Sun-Yung la observaba con expresión seria, sin revelar emoción alguna.
Pero no estaban solos.
Junto a la pared, Kwon y Yoon la observaban en silencio. Kwon tenía los brazos cruzados y el rostro impasible, pero sus ojos oscuros traicionaban la calma que intentaba proyectar. Yoon, en cambio, mostraba abiertamente su alegría de verla despierta.