Cuando todos volvieron a la Madriguera, inmediatamente enviaron a buscar a Henry, quien aún permanecía encerrado en la habitación de George. Henry fue escoltado hasta la sala. Y este al encontrarse con todo el grupo que lo esperaba, no pudo evitar quedarse sumamente sorprendido.
—Señor Steven —la voz firme, pero cálida, de la señora McGonagall rompió el silencio.
Henry levantó la vista. Ella se encontraba de pie junto al resto del grupo.
—Es bueno verlo nuevamente. Le dije que sería mucho antes de lo que imaginaba. ¿Cómo se encuentra?
Henry escudriñó los rostros de todos que lo rodeaban. La tensión en su pecho se intensificó, pero se obligó a responder con la mayor calma posible.
—Bueno —dijo, con una sonrisa irónica que no llegó a sus ojos—. He estado encerrado contra mi voluntad en una habitación, con las manos atadas como si fuera un criminal. Dígame usted, ¿cómo cree que me siento?
Algunos de los presentes desviaron la mirada, incómodos.
McGonagall suspiró con suavidad. —Lamento que las circunstancias no se hayan alineado con su propósito —sus palabras fueron cuidadosas, buscando no avivar la tensión—. Y lamento, aún más, que haya terminado en esa situación. Entiendo su malestar, pero créame... fue lo mejor para todos. Especialmente para usted.
Henry frunció el ceño, su voz se endureció.
—¿De qué manera puede considerar que esto es lo mejor para mí?
La bruja mantuvo la calma. —Porque su tiempo de espera nos permitió reflexionar. Y ahora... muchos de nosotros hemos decidido que haremos todo lo posible por ayudarlo.
Un breve silencio se apoderó de la sala. Henry frunció el ceño nuevamente, lleno de confusión. —¿A qué se refiere? —preguntó con cautela.
Sirius:—Nos referimos a que hemos tomado una decisión. Vamos a ir con Draco Malfoy. Y usted va a llevarnos hasta él.
Henry sintió un golpe frío de consternación. —¿Qué están planeando exactamente? —inquirió con voz tensa.
Sirius no titubeó. —Ya se lo dijimos. Draco Malfoy es clave para nosotros en este momento. Su seguridad será nuestra prioridad a partir de ahora.
Henry negó con la cabeza casi al instante, su cuerpo entero se tensó.
—No pienso ir a ningún lado con ustedes —se negó rotundamente—. ¿Pretenden que confíe en ustedes después de todo esto? Si tengo que morir encerrado en este lugar, entonces que así sea.
Remus intervino con calma, intentando apaciguar la tensión, y mejorar la actitud de Henry.
—Señor Steven... —su voz fue suave, conciliadora—. Sé que no hemos comenzado con el pie derecho, pero necesitamos que colabore. Le doy mi palabra, nada malo le pasará a Malfoy. Solo queremos ayudar.
Henry apretó los labios, sin responder.
—¿Y si no quiero cooperar? —desafió finalmente, con los ojos entrecerrados.
Antes de que Remus pudiera responder, una voz reciente y cargada de firmeza se hizo escuchar desde el umbral.
—Entonces te haré cooperar por la fuerza.
Henry levantó la vista y se encontró con la figura de Harry, que acababa de llegar a la Madriguera. El aire se volvió denso. Al reconocerlo, Henry sintió que el resentimiento le subía por la garganta como fuego.
Harry avanzó unos pasos, con postura rígida, su mirada se fijó en él.
—Tú decides ahora —añadió con seriedad.
Henry se obligó a sostenerle la mirada. Esta vez, el joven de cabello negro lucía distinto. No había rabia en sus ojos como la última vez, pero su trato seguía siendo brusco, autoritario.
—¿No fuiste tú quien dijo que no quería volver a ver mi rostro? —la voz de Henry se quebró ligeramente por la indignación—. Que si me volvía a cruzar contigo, ibas a matarme. ¿O ya lo olvidaste?
Harry apretó la mandíbula.
—Recuerdo perfectamente lo que dije. Pero las cosas han cambiado. Ahora necesito que nos lleves con Malfoy. Y no voy a matarlo... voy a salvarlo. —Su mirada se endureció, pero en sus palabras había una determinación diferente. —¿No te parece una buena noticia? —concluyó, con desafío.
Henry se quedó quieto, la desconfianza lo estremeció:
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
Harry resopló con amargura.
—No lo hago por él. Su bienestar es lo que menos me importa. Pero... —hizo una pausa breve, como si le costara admitirlo—... la vida de mucha gente depende de esa persona. Así que, por el bien de todos, estoy dispuesto a tragarme mi odio.
Henry lo observó con escepticismo.
—¿Eso significa que, cuando consigas lo que quieres, lo dejarás en paz?
Harry entrecerró los ojos, su tono se volvió cortante.
—¿Eso es lo que tanto te preocupa?
—Sí. Porque, aunque seas su única esperanza ahora, también eres su mayor amenaza.
Un leve brillo de tensión cruzó la mirada del pelinegro, pero se limitó a asentir lentamente.
—Tienes razón. Pero no te atormentes tanto... Créeme, permanecer a su lado sería más una maldición para mí que para él.
Henry no se dejó convencer tan fácilmente.
—Entonces... no tendrás inconveniente en prometer que no lo lastimarás después de todo esto.
La mandíbula de Harry se tensó.
—No tengo por qué prometer nada.
Henry se puso firme.
—Entonces, no hay trato.
El silencio se hizo pesado. Todos en la sala parecían contener la respiración. Harry permaneció inmóvil, sus ojos oscuros clavados en los de Henry, duros como piedra, pero con algo más detrás: cansancio, quizás....
Tras lo que pareció una eternidad, exhaló lentamente.
—Muy bien... te doy mi palabra —dijo finalmente—. Pero con una condición. Tú harás exactamente lo que te pidan hasta que lleguemos, sin quejas ni interrupciones. Además, cuando despertemos a Malfoy, no pondrás objeciones sobre los métodos que usemos. Nadie intervendrá hasta que él haya dado una confesión clara. ¿Está claro?
Henry guardó silencio. Reflexionó por unos instantes, consciente de que no tenía demasiadas opciones. Pensó en Draco... y en la pequeña vida que crecía en su interior.
—No me opondré —dijo con firmeza—, siempre y cuando nada le cause sufrimiento.
Harry se encogió de hombros.
—Si le hiciéramos daño, todo esto no tendría sentido.
La respuesta sonó tan directa que Henry se vio obligado a aceptarla.
—Bien... entonces —inhaló profundamente—. ¿Cuándo partimos?
Fue Remus quien habló.
—Ahora mismo. Nos dirigiremos a Irlanda. Solo necesitamos un último detalle... —sus ojos se posaron en Henry—. La dirección exacta.
Henry asintió. —¿Qué debo hacer?
—Solo concéntrese en el lugar... visualícelo claramente.
Henry cerró los ojos y, tras unos segundos, respondió:
—Lo tengo.

ESTÁS LEYENDO
DIVINO VEELAM// Harco-Mpreg//
FanfictionComo las olas, llegas. Envuelto en magia, me invades, me llenas. Y cuando quiero que te quedes, te vas. Y cuando menos lo espero, estás. Poesía de Emma Arévalo.