Prólogo

39 6 0
                                    

Cuando nací a mis padres no se les ocurrió nada mejor que ponerme el genial nombre de Marairin. Pero como yo odio ese nombre todos me llaman Mara.

Para mi grandiosa suerte, yo no tuve una hermana que me pudiera ayudar y aconsejar con cualquier problema. En su lugar tengo a un hermano tocapelotas que no tiene nada mejor que hacer que, por ejemplo: chafarme mis citas, cambiarme mi ropa por la de un vertedero que había, por desgracia, una manzana de mi casa o cambiarme el champú por tinte.

Mi novio es simplemente perfecto. Es cariñoso conmigo, bromista, gracioso,... es tan perfecto que podría seguir escribiendo adjetivos y nunca me cansaría ni acabaría. Solo tiene un defecto, un pequeño detalle que lo vuelve loco. Es celoso, mucho. Recuerdo una vez que fuimos a hacer la compra juntos al pequeño comercio de mi barrio, el chico del cajero me estaba tirando los tejos y cuando el volvió de coger algo que se nos había olvidado vio al chico y le dio un puñetazo con el que le partió una ceja. Todas las típicas vecinas cotillas del barrio estuvieron hablando de ello durante al menos una semana y no he vuelto a esa tienda desde entonces.

Cuando tenía siete años mis padres se divorciaron porque mi padre se estaba quejando siempre de que mi madre estaba todo el día trabajando y nunca la veíamos. Al principio eran quejas que se volvieron en grandes peleas hasta que no lo pudieron soportar más y acabaron con su matrimonio. Mi padre que era australiano, se volvió a su país natal con su hermana Gwendolyn y sus hijas.

Después de nada más y nada menos ocho años se le ocurre la fantástica idea de querer recuperar "el tiempo perdido", por lo que mi hermano y yo tuvimos que irnos a pasar el verano a la casa de la casa de los Desmond, mis asquerosamente ricos tíos.

Él vivía en Australia.

Yo en Irlanda.

Con unas simples "vacaciones" nos conocimos.

Aquí empieza todo.

Yo soy Mara y esta es mi historia.

Hold my handDonde viven las historias. Descúbrelo ahora