Puedo ver la pequeña gota de sudor que cae por su cuello. Suavemente se desliza por la exquisita piel nívea. Los rubios mechones de cabello que se pegan a su nuca. Los fortalecidos músculos de su espalda se marcan en la camisa. Su suave perfil se desdibuja un par de metros frente a mí. Sus rosados labios me llaman. Inútilmente intento resistir las imágenes que invaden mi mente. La textura de sus labios, su sabor, la sensación de besarlos, el deseo de mordisquearlos. Bajo la mirada, no puedo seguir pensando así; no debo. Entonces llega a mi mente lo último que me dijo: me iré el próximo año. Solo queda un día y no puedo evitar que me duela el pecho. El fin del año escolar, el fin de verlo. Me duelen un poco los ojos, siento que voy a llorar. Voltea un poco y me sonríe, me desvivo en fantasías, sus verdes ojos me atraen y me llaman a olvidarlo todo. Creo que él lo sabe todo. Creo que él inconscientemente quiere destruirme. Por eso me calma con esos ojos y me recuerda que es el fin, al mismo tiempo. Sonrió de vuelta. De nuevo me enfoco en fantasear, es mejor que tratar de olvidar. Siento sus manos acariciando mi espalda suavemente y luego sus labios presionando mi cuello y gimo. Me dan ganas de llorar de nuevo; lo escucho susurrar sobre mi piel mientras me retuerzo: te voy a extrañar.
Tocan el timbre. Todo se acabó. Ya no hay más. Instintivamente intento huir. Corro al baño, no es el mejor refugio, pero de algo sirve. Escucho al mundo continuar fuera del blanco cubículo y me figuro en una colonia de hormigas. Todo previamente definido. Todo establecido para alejarnos. Me muerdo el labio y me entierro las uñas en la palma de las manos. Aguanto la respiración y parpadeo. Quiero golpear algo, descargar esta frustración, impotencia y tristeza con el dolor, la destrucción.
Me calmo un segundo y esta enfermedad parece aliviarse, pero entonces ataca con más fuerza. No puedo escuchar ruido afuera y dejo de luchar. Hipeo y gimoteo, las lágrimas caen silenciosamente mientras me ahogo en llantos que intento acallar. Golpeo con los pies la pared de melanina y siento la gota de sangre que entra en mi boca desde mi labio herido, y ese pequeño gusto salado que deja. Siento que no respiro. Todo mi rostro se siente húmedo y mis ojos pesados. Quiero gritar, quiero destruirme, que todo acabe de una vez. Un adiós no puede doler tanto como un te voy a extrañar.
Escucho pasos y me asusto. Cubro con mis manos mi boca y aguanto la respiración mientras las lágrimas siguen cayendo. "Nick", lo escucho llamarme. Inmediatamente levanto los pies del piso con el mayor sigilo que puedo y me apretó con fuerza la boca. "Sé que estás ahí" Si no digo nada se rendirá "Ábreme". Apreto los dientes y cierro los ojos con fuerza. Su imagen llena mi mente. No quiero verlo, por eso hui. Se me escapa un hipo entremezclado con un gemido, y no puedo aguantar más las lágrimas fluyen libres e insensibles.
Sé lo fácil que es para él abrir la puerta, pero me obligo a creer que es una barrera infranqueable e inamovible por un segundo. Solo lo suficiente largo para dejarlo entrar. Su cuerpo, de fuerte espalda, saco de la hendidura el pestillo de un solo empujón.
Gimo y me acurruco como un animal asustado. Tengo miedo, mucho miedo de esos ojos que me hipnotizan y no me dejan pensar y no me dejan de enamorar y monopolizar.
La puerta se cierra tras esa ancha espalda y el espacio se reduce extremadamente. Siento su camisa ligera rozar mi piel y el calor que emana su cuerpo. Comienzo a ahogarme.
Su mano se posó en mi espalda. Amplia y cálida, deja un hormigueo al deslizarse por mis hombros "¿Qué pasa?" Una simple pregunta que me deja sin aliento. ¿Cómo se atreve a preguntar? No quiero perderlo. Sé que dice que va a venir, que va a volver. Que nos juntaremos, pero yo sé bien que la distancia lentamente nos ira consumiendo y al final seremos solo dos rostros que se conocen. No quiero ser un rostro para él. No quiero. Quiero poder abrazarlo cuando se me ocurra. Escuchar su voz y sus risas entre los pasillos. Verlo intentar sorprenderme desprevenido. Siempre esa sonrisa en sus labios, siempre verla cada mañana y poder sonreír. Como puede ser tan cruel, después de cómo me hizo que me uniera tanto a él. Hasta tal punto en que mi mirada no se desvía de su cuerpo. Quiero gritarle y reclamarle. Decirle que romperá su promesa, así como rompió la de quedarse con nosotros. Solo puedo abrazarme a él y escuchar su voz salir de su pecho. Los latidos de su corazón. Su calidez. Vuelvo a gemir, duele tanto saber que no podre tenerlo así nunca más. Completamente mío. "Todo va a estar bien, vendré siempre que pueda" Nunca podrá, lo sé. Rodeo con fuerza su cuello y me aferro a su cuerpo. Él me corresponde.
Luego de un rato solo quedan gimoteos quedos. Nada. Solo el sentimiento de vacío. De que ya no haya nada que retener. Se acabó. No se puede seguir luchando. Me alejo lentamente y salgo del pequeño cubículo que ahora parece el mundo de mis pesadillas. El agua fría y con gusto a arena me espera. Lavo las gotas saladas de mi rostro y evito mirarme al espejo mientras giro a verle. No quiero saber que tan lamentable soy. Me sonríe un poco, de alguna forma está triste y molesto. "¿Ya estás mejor?" Presiono mis ojos con los montes de la palma de mi mano y rio. Eso lo tranquilizará. "Sí, soy patético" Él lo niega de inmediato, siempre igual de amable, o tal vez irónico. Me rio un poco y lo miro a los ojos. Quiero creer que es mentira su amabilidad, eso dolería menos, pero solo se refleja bondad en sus ojos. Me pasa el brazo por los hombros como tantas otras veces y nos dirigimos hacia la salida. Él me trajo mi mochila y espera a las afueras del baño. Sirve de excusa para alejarme de su contacto sin que se dé cuenta de que me incomoda. Pongo las correas sobre mis hombros y comienzo a caminar.
El camino a casa es largo. Él se empecina en torturarme con su compañía. Sé que es la última vez que lo veo y que debería aprovechar su presencia, pero no puedo hacerlo, simplemente me molesta estar así, seguir fingiendo que soy solo su amigo y que este dolor que tengo pase como algo superficial, cuando a cada segundo una nueva herida nace y las viejas se abren ensangrentadas. Casi veo la avenida donde nos separamos, me alivio y me dan ganas de llorar de nuevo. Lo miro, sé que parezco algo desesperado, sé que dejo ver en mi rostro todas las malditas emociones que me embargan. Rio, doy vergüenza. Él se gira un poco y su mirada se encuentra con la mía por un segundo. Rápidamente mira hacia el otro lado. ¿Se dio cuenta? Miro en esa dirección y logro ver el largo cabello castaño que se balancea sobre una provocativa falda. Aunque no sé si cuenta como eso, o es solo un pedazo de tela. Los celos me carcomen, más que la tristeza. Quiero reclamarle. No tengo el derecho.
Llegamos a la esquina y el semáforo está en rojo. Me va a esperar hasta que cambie de color. Me remuevo un poco y comienzo a balbucear, logro con esfuerzo decir unas pocas cosas "¿Y dónde te iras?" "A Canadá, es un intercambio" Solo para asegurarme de que la tragedia tendrá un final pregunto "¿Es algo seguro?" "Ya estoy matriculado en un colegio de allá" Las manos en mis bolsillos se clavan las uñas en las palmas. Tratan de mitigar el dolor. La luz del semáforo de la otra dirección comienza a parpadear. Aguanto la respiración y hago mi mejor esfuerzo de sonreír. "Entonces supongo que no nos veremos en un tiempo." Vuelves a romper tu promesa "Lo siento" Susurras y no me diriges la mirada. "Será, si es lo mejor para ti, supongo que está bien. Lamento haber llorado, debí haberte hecho sentir peor." Te doy la mano y sonrió "Nos veremos luego. Llámame". Comienzo a cruzar y su mano me detiene. Tira de mí y el maldito semáforo vuelve a ponerse rojo. Mierda.
Nunca hay un ápice de duda en ti, nunca te he visto actuar de forma simplona como yo suelo hacer. Jamás he escuchado algo incoherente salir de tus labios y aunque así fuera, para mi tendría todo el sentido del mundo. Me das un envoltorio, un papel rayado de colores verdes manzana y tonos grises claros. El color que me gusta. Una cinta celeste. Lo recibo feliz y sonrió.
Me das un último abrazo, me apretase con fuerza. Cedo. Me aferro a tu espalda y quiero llorar. Te despides de mí con un beso en la mejilla y susurras a mi oído. "Te voy a extrañar" "Yo igual" respondo. Te veo alejarte corriendo la calle y luego es mi turno de cruzar. No vuelvo a voltear. Las lágrimas se acumulan en mis ojos.
Llego a mi casa y me desplomo en llanto. Otro episodio desenfrenado de pura desesperación y dolor. Cuando no hay más lágrimas mi respiración me parece agónica y entrecortada. Veo el paquete sobre el velador y me imagino que puede ser. Siempre me regalas lo que quieres para ti y aunque no me guste siempre creo que es el mejor tesoro que pudiste darme.
El papel se rasga lastimeramente y sonrío. El libro que querías. Inferno de Dan Brown. Ojeo las páginas. Prefiero los de la editorial B. De repente unas mosquitas en una hoja inmensamente blanca llaman mi atención. Me gusta un poco descifrar que dice. Al final mi respiración se apaga.
Corro. No puedo dejarte ir así. Llego a la esquina y veo que es tarde. En la pantalla del celular parpadea tu mensaje: Voy en el avión. La comida es malísima.
Vuelvo a casa y me derrumbo en el piso. Me acuesto y tomo el libro entre mis manos. A contra luz leo tu suave caligrafía. Te amo
Si les gusto sería agradable que comentaran o me dieran ideas respecto a lo que puede suceder después. Una estrellita tampoco estaría mal :) thanks.
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Los libros no hablan de amor.
Short StoryNick siente una fuerte atracción por su amigo Johan, tanta que se hace insoportable solo verlo, aunque la presión ya no será tanta, porque Johan se va a estudiar al extranjero. ¿Sabrá antes de irse que Nick lo ama? Si les gusto sería agradable que c...