Tren en hora

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El sol asomaba por el horizonte empezando a iluminar el desierto de Aerea, provocando reflejos cegadores en las vías de enganche de los trenes orbitales que viajaban desde la Tierra transportando agua desde el planeta azul al planeta rojo. Se trataba de unos trenes de carga automatizados que viajaban en una órbita fijada, se hundían en el océano terrestre llenando sus vagones de agua caliente, y volvían a Marte filtrando el agua en el espacio.

Los trenes eran escasos debido a que las distancias que separaban la Tierra y Marte variaban al segundo, y ademas los bandidos atacaban los vagones para robar el agua y llevársela en camiones para venderla en los establecimientos de confianza, privando así al gobierno y los servicios públicos de la mayor parte del cargamento.

Fedora Hana, era una de esos bandidos, que esperaba paciente a la llegada del tren, sentada en una silla oxidada de playa, bajo una sombrilla de estilo oriental de membrana opaca por arriba y translucida por debajo. Vestía con botas gruesas y guantes de mecánico combinados con un yukata corto de color negro con un estampado de flores blancas, y el pelo recogido en dos moños altos, al estilo oriental. Esperaba junto a un camión, observando al cielo con unas gafas inteligentes que median la distancia, velocidad y tiempo previsto para el aterrizaje del tren, ademas de prever la carga en litros de los vagones.

La chica se levantó acercándose al bidón de su camión, agarrando una manguera y arrastrándola por el suelo hasta acercarse a las vías mientras el tren descendía enganchándose en el anden magnético que forzaba el frenado del vehículo con estridentes chillidos. Cuándo el tren frenó, enganchó la manguera a uno de los cargueros aprovechando para vaciarlo mientras se enfriaban los mecanismos de las vías, dispuestos a poner de nuevo en marcha el tren para que viajara a Tharsis, a las laderas del Monte Olimpo, donde se construyó la fortaleza humana, la ciudad más civilizada y respetable del planeta.

Mientras la manguera succionaba agua Fedora volvió al camión, observó al horizonte consciente de que en breve no estaría sola. En la puerta del camión, reposaba un fusil francotirador que ayudaría a la chica a mantener a los bandidos a distancia durante el mayor tiempo posible. Apoyó el trípode del cañón sobre el capó del camión y apuntó hacia la cortina de polvo que se levantaba en el horizonte, al paso de los coches de los ladrones de agua que se acercaban a por su porción de botín.

Al observar por la mirilla del francotirador, Fedora contó tres coches, con bandidos armados en ellos acercándose a una velocidad de 100 km/h sobre las dunas del desierto, esperó a que los objetivos estuvieran a distancia de disparo, pero antes de apretar el gatillo, se percató de que los coches perseguían algo, movió la mirilla para apuntar al objeto perseguido, reparando en que era una persona que corría por su vida en la arena, huyendo de los coches.

Fedora decidió dejar a los persecutores cazar a su presa en paz, pensando que así tardarían mas en llegar al tren. Volvió al tanque del tren, a desenganchar la manguera, pues ya había llenado la mitad del deposito y no valía la pena arriesgarse contra tres bólidos con sed, ella sola.

Escuchó una lejana explosión que avivó sus movimientos, y corrió para observar de nuevo desde el francotirador. Uno de los coches daba vueltas de campana sobre las dunas, expulsando a sus tripulantes en el camino, los otros dos huían para no chocar y el chico que antes corría, ahora cargaba una escopeta en la mano, cada vez mas cerca de Fedora.

La chica, de rasgos orientales, subió al camión y arrancó el motor a toda prisa, encaró el vehículo contra los bandidos y aceleró al máximo.

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